ALBA MARTÍNEZ DEL CASTILLO  |  Fotografía: Unsplash  |

El día 8 de marzo, Día de la Mujer, salieron a la luz ciertos datos que confirman la continuidad de una gran brecha de género en la profesión periodística. Es palpable respecto a los salarios y los puestos de trabajo por nivel de responsabilidades. Además, causas como la tradición cultural o la falta de diversidad en la redacción,  son el motivo de que el propio periódico aborde algunas informaciones sin una perspectiva de género.

Para solucionar esto, las redacciones incorporan un nuevo cargo, la editora de género. Su función principal es hacer que los artículos sí cumplan esta perspectiva de género. La primera editora de género ha sido Jessica Bennett en 2017, cuando se unió a The New York Times para desempeñar el cargo.

En España, el primero en seguir esta idea y buscar una editora de género ha sido el periódico El País en mayo de 2018, conscientes de la gran importancia que tiene a día de hoy el feminismo. Además, no solo había que contar más historias sobre mujeres, si no añadir más mujeres a la historia. La encargada de ello fue Pilar Álvarez, periodista especializada en igualdad:

 La cobertura que impulsará la corresponsal de género será pues también internacional, apoyada en la red de delegaciones y periodistas repartidos por distintos países.

También en 2018, en septiembre, El Diario nombró editora de género a Ana Requena, quien tenía muy claro que todos los medios debían tener una redactora jefa de género. Sin embargo, aún eran muy pocas y aún estaban definiendo que era lo que tenían que hacer.

En Latinoamérica, la primera defensora de género fue Diana Maffía en el periódico Perfil. Se propuso debido a un titular machista que se escribió en ese periódico. El cargo de editora de género, como bien dijo Ana Requena, no estaba todavía definido, pero poco a poco se van definiendo más las tareas que tienen que realizar estas editoras. Cada vez son más comunes y necesarias en todas las redacciones. Como dijo Jessica Bennett, ‘Sabré que he tenido éxito cuando ya no me necesiten’. Lo bueno llegará cuando ya no se las necesite.