MICHELLE ORTEGA Y ARANTZA PERELLÓ
Fotografías: Michelle Ortega
Cultura, tramas, integración, tecnología, política exterior y migración… grandes cuestiones con muchísima profundidad y mucho que decir. Y todas ellas con un pilar común: España.
El Congreso de Historia de este año, organizado, como no iba a ser menos, por el Instituto de Estudios Europeos y la Universidad de Valladolid, abordó todos estos temas y, bajo el nombre ‘España en la Era Global’, mostró el cartel de ‘aforo completo’ durante sus dos días de duración: estudiantes de todas las carreras y decenas de curiosos por el tema se acercaron a ver qué pasaba.
Con el Salón de Grados de la Facultad de Filosofía y Letras hasta los topes y con suma puntualidad, a las 9:30 de la mañana del martes 10 de noviembre se abrieron las jornadas. Los rectores de la UVa y de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC), Daniel Miguel San José y Fernando Suárez Bilbao –respectivamente-, junto a la decana de la Facultad de Filosofía y Letras, Milagros Alario Trigueros, los representantes de Santander Universidades y la Dirección Académica del Congreso fueron los encargados de hacerlo.
Tres temas se trataron esa mañana y el profesor Alfredo Floristán, de la Universidad de Alcalá de Henares, hizo los honores. Comenzó su ponencia comparando las monarquías española y británica durante los siglos XVI y XVII: dos Estados totalmente diferentes en su manera de ejercer la política, orígenes e identidad colectiva.
En el mismo marco histórico, el doctor Adolfo Carrasco Martínez, titular de Historia Moderna en la UVa, abordó el tema de la cultura española. La conquista de América, acaecida en 1492, y la monarquía universalista, auspiciada por los mandatarios de la época, guiaron a España hacia una cultura universal. Aunque estos hechos provocaron una encrucijada entre Imperio y Reino, la cultura española se unió y destacó por su idea abierta e integradora. Ejemplo de ello fue la inauguración del Palacio del Buen Retiro, que representa la unión de los territorios, elevando la idea de patria común.
«Todos somos libres e iguales en una idea de cultura», afirmó Carrasco, que además reivindicó el deber de los historiadores de recordar que «los tiempos pasados fueron peores y los futuros serán mejores».
«La tecnología no consiste solo en la instalación de máquinas, sino en relaciones sociales implicadas en su control y manejo». Víctor Guijarro Mora, profesor de la URJC, hizo especial hincapié en este concepto, introduciendo de este modo su intervención. La Constitución de 1812 cristalizó en reformas que plantearon un marco tecnológico innovador, con lo que se pretendía proteger la industria y la cultura como garantes de la liberalización.
Este período sostuvo los valores de cambio, vinculando la tecnología a la modernidad. Igualmente se desarrolló un interés importante en la protección de inventos -con el sistema de patentes- y el conocimiento. Las resistencias, como el ludismo procedente de Inglaterra, no tardaron en aparecer. El caso más conocido fue el de los antimaquínicos de Alcoy en 1820.
La tecnología de las comunicaciones fue uno de los aspectos que más se desarrollaron en la Península con intención de reducir los regionalismos. La telegrafía óptica y eléctrica permitieron al país comunicarse con Europa. Como bien explicó Guijarro, «la promoción tecnológica fue patrimonio de todas las diversidades ideológicas».
Expansión y migración españolas
Pero la historia siempre se repite y, al igual que nuestros bisabuelos, nosotros nos vamos ahora de España en busca de una oportunidad mejor, de un futuro lleno de esperanza y emoción por mejorar nuestras vidas. El tema de la migración no sólo ocupó la tarde del martes con una gran mesa redonda, también durante la mañana del miércoles fue la protagonista. Fue el último tema del Congreso, pero un tema que está a la orden del día.
Los profesores Juan Carlos Pereira, de la Universidad Complutense, Dolores Elizalde, de CSIC de Madrid, y José Manuel Azcona, de la URJC, fueron –por este orden- los encargados de poner el broche de oro a las jornadas.
Comenzó Pereira con la política exterior de todo el siglo XIX, un siglo en el que España no hacía más que dejarse llevar por las grandes potencias. Un siglo en el que cayó cuesta abajo y sin frenos. Un siglo en el que “España era el problema y Europa la solución”, pues es en este momento cuando los jefes de Estado españoles comienzan a mirar hacia el exterior propiciando las alianzas internacionales y se inicia el proceso de reflexión sobre qué es España.
Pero ahí no se queda todo, España intenta expandirse, también durante este siglo, por las islas del Pacífico; aunque, a veces, sin mucho éxito. Y es entonces cuando comienza a darse cuenta de los nuevos alimentos que su nación también necesita y comienza a importarlos. Así lo explicó la profesora Dolores Elizalde que dio a los asistentes una visión más clara sobre qué era lo que buscaban los españoles con su expansión por el Pacífico.
Hombres, mujeres y niños, pero, sobre todo, los primeros conformaban el sector de población que huía de España con la idea de ‘El Dorado’ ante sus ojos, con la esperanza de una vida nueva, de hacerse ricos, tal vez, de crecer y aprender. “Todos los que se iban”, relata el profesor Azcona, “eran varones jóvenes, de entre 20 y 40 años, y solteros”. Y emprendían un viaje en el que, en ocasiones, sufrían el abuso de los capitanes, y en barcos donde las condiciones higiénicas eran deplorables. No era oro todo lo que relucía, pues lo que muchos se encontraban al llegar a Sudamérica era “una desolación espectacular, en la que las carreteras no tenían asfalto y las ciudades estaban por construir.”
Y así se caía el mito de ‘El Dorado’. Ahora los jóvenes tienen otros, otras ilusiones y esperanzas. También de una vida mejor, pero esta vez en Europa, hacia donde todos miran. Pues ya lo decía Ortega y Gasset: “España es el problema y Europa la solución”. ¿Lo sigue siendo ahora?