ALBA MIERES NAVEIRAS | Fotografía: Pixabay |
¿Quién no está harto de escuchar la palabra ‘coronavirus’? Desde marzo de 2020 la pandemia se ha convertido a su vez en el monotema del último año. Pero los datos siguen dando de qué hablar. Y lo harán por mucho tiempo. El virus, cuyos primeros brotes surgieron en la ciudad china de Wuhan en diciembre de 2019, lleva más de 113 millones de contagiados en el mundo.
El 20 de marzo se celebra el Día Internacional de la Felicidad. Sin embargo, este es un año en el que llegar a la meta de la felicidad. La duración de esta difícil situación y el caos desatado por las medidas tomadas o relajadas conlleva a lo que muchos expertos nombran como fatiga pandémica. Denominada así por la propia Organización Mundial de la Salud, este cansancio afecta notablemente a los grupos de jóvenes y adolescentes. De hecho, son los que más lo sufren por detrás de los sanitarios y de los ancianos.
Un estudio del centro Activa Psicología y Formación señala que la tasa de depresión entre pacientes de 10 y 19 años el del 25%. Un dato demasiado alto, que pone en riesgo la salud mental de muchos menores y jóvenes. En términos más generales, la OMS reveló que según los resultados de una encuesta llevada a cabo, la fatiga pandémica afecta al 60% de la población de toda Europa.
El arrastre de preocupaciones, las altas cifras de contagios y fallecidos y la incertidumbre por saber cuándo volverá todo a la normalidad no hacen sino que aumentar esta cifra. Para entrar más en contexto de lo que es y lo que supone la fatiga pandémica, es interesante conversar con Carolina Puertas, licenciada en psicología y que ejerce en el Centro Psicopedagógico Don Sancho.
Pregunta. ¿Cómo podría definirse lo que es la fatiga pandémica?
Respuesta. Podríamos decir que es un concepto nuevo. Hace referencia al desgaste temporal que vamos sufriendo a lo largo de todo este periodo, desde que empezaron las restricciones. Nos hemos ido adaptando a eso que han llamado ‘nueva normalidad’, aunque bueno, yo soy de la opinión de que de normalidad tiene poca. Es una nueva situación. Al final nosotros lo que hacemos es adaptarnos en la medida en la que nuestro cerebro o condición lo permite, pero hasta donde podemos.
Mucha veces lo que les pasa a las personas es que tienen un cierto sentido de incomprensión o incluso incertidumbre. No saben lo que se puede o no hacer, y no entienden cómo unas cosas se permiten y otras no. Y eso a la salud mental le pesa. Se ve ahora muchos temas de ansiedad, estrés y depresión porque nuestro sistema está en alerta constante. Y lleva en esta alerta un año.
P. ¿Cómo afecta esta situación a los jóvenes?
R. Dependiendo de la edad, nos estamos encontrando a personas que les falta o echan de menos ciertas vivencias que se presuponen en una etapa. Por ejemplo los jóvenes de 15, 16 ó 17 años, que es cuando empiezan a salir, se están perdiendo precisamente eso. El salir. El experimentar por primera vez interacciones en otros ambiente o relaciones. En edades de 18 ó 20 años, hablamos de que se están perdiendo esas vivencias que se tienen en los primeros años de universidad.
En los niños, se está perdiendo la práctica de las interacciones sociales. A nivel social, yo sí creo que vamos a tener o se van a desarrollar problemas posteriores, pero también a nivel de ansiedad se están viendo muchos problemas. Los jóvenes echan de menos cosas que deberían poder hacer y al mismo tiempo se les está restringiendo mucho.
P. ¿Cuáles serían los síntomas de esta fatiga?
R. Fundamentalmente son a nivel emocional. Centrándonos en jóvenes son la ansiedad y la depresión. Son los dos aspectos que más se están viendo. Hay diferentes tipos de ansiedad pero podemos hablar de tener ansiedad a la soledad: gente con miedo a estar solo porque no está teniendo contactos. Otros han desarrollado tener pánico al contacto social. No vamos a decir agorafobia pero sí al contacto: miedo a reunirme con amigos. Digamos que a nivel general sí son depresión y ansiedad, pero dentro de ésta podemos matizar algunos tipos.
P. Entonces si la situación se alarga más, sería un problema grave…
R. Sí. Vamos pasando etapas. Pasamos una primera etapa de confinamiento restrictivo, luego hubo otra en la que se adoptaron medidas más laxas, luego se nos han ido poniendo restricciones. Se ponen, se quitan… Pero en todas esas etapas se está hablando de daños a nivel económico, de enfermedad física… y en ningún momento se le está prestando la atención que se necesita a la salud mental. No sé si habrá una cuarta, quinta o sexta ola, pero a nivel emocional se van a desarrollar bastantes problemas y creo que no estamos preparados para afrontarlo.
P. ¿Se puede aliviar la fatiga? Alguna actividad…
R. A mí no me gusta hablar de actividades concretas porque significaría tratar a la gente en masa y esto va más de descubrir qué le va mejor a cada persona. La gestión emocional es algo muy particular y convendría que cada uno descubriera qué es lo que más le alivia en cada momento. En psicología, hablamos de cómo la problemática por la que nos suelen consultar se esquematiza a través de un triángulo en el que los pensamientos, emociones y conductas se retroalimentan manteniendo dicha problemática.
En el caso de la fatiga pandémica, una forma de romper con esa retroalimentación consiste en identificar los pensamientos que puedan hacernos daño para cambiarlos por otros más adaptativos y que favorezcan la aparición de emociones positivas. También conviene buscar actividades agradables con las que aprendamos a disfrutar esos pequeños placeres de la vida: un libro, un paseo por el campo, una charla acompañada por un café aunque sea virtual…
P. Este malestar emocional, ¿será lo que perdure cuando acabe la pandemia?
R. No sé si se puede hablar de que esta fatiga pandémica dejará ‘restos’. Lo que sí puede pasar es que como hemos cambiado nuestros ámbitos de vida, nuestra forma de ser y de relacionarnos cambien. Tenemos que aprender. Hasta ahora en ningún momento de nuestra vida nos hemos encontrado con algo tan fuerte y que englobase a toda la población. Creo que va a haber gente que aprenderá de esto, que va a saber buscar más dentro de sí mismo sus recursos.
También creo que va a haber gente perjudicada y que quizá deberíamos dotarle de las herramientas necesarias para hacerle frente. No sé si lo vamos a arrastrar, pero sí va a quedar señal. Habrá quién salga reforzado y con aprendizaje y habrá quienes lo vayan a arrastrar durante muchos años.