Pedro Vallín: ‘vivimos en un mundo que tiende al cinismo’

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LUIS GONZÁLEZ CARPIZO |  Foto: Luis González Carpizo  |

Con motivo de la publicación de su último libro C3PO en la corte del rey Felipe, el conocido periodista y escritor Pedro Vallín comparte algunas de sus reflexiones con los lectores de Inform@UVa.

Pregunta: ¿Cómo se decidió por esta carrera?

Respuesta: Sinceramente, yo escogí periodismo no sabía muy bien qué hacer. La verdad es que pensé sobre todo en hacer Comunicación Audiovisual, porque me gustaba mucho ver cine, pero luego hice la especialidad de Periodismo en Bilbao, donde no había comunicación audiovisual. Pensé que ya haría luego los cursos que me quedasen para hacer Comunicación Audiovisual. Pero luego, la primera vez que fui a una redacción me pareció tan divertido aquello, tan loco, que dije: esto me va a gustar a mí. Además, me pareció la carrera perfecta para una persona que le gustan muchas cosas y no le gusta ninguna.

P:  ¿Cómo fueron sus inicios en la profesión?

R: Por razones distintas cambié mucho de sección, trabajé 8 años en Asturias, luego me vine en el 2000 a trabajar a Madrid a internet. Aquí, trabajé haciendo información económica, luego estuve de subdirector en Metro, el periódico gratuito, durante 2 años. Fue muy divertido, porque era como dirigir una redacción de chavales muy jóvenes y hacer como un periódico de mentira. Lo pasamos muy bien en esos 2 años. Luego, en La Vanguardia he hecho cultura y he hecho política. En Asturias, había hecho sucesos, había hecho tribunales.

Entonces, pues es un poco lo mismo, para alguien que le interesa todo pero no se especializa en nada. Me gustó mucho hacer economía, aprendí un montón, hacer tribunales es una gozada. Solo me queda por trabajar en la sección de deportes y porque no me dejan escribir de Fórmula 1.

P: Ha sido durante muchos años periodista cultural y hace no mucho tiempo pasó a la sección de Nacional/Política, ¿cómo se dio este cambio? 

R: Bueno, cuando yo conocí a Enric Juliana (director adjunto de La Vanguardia) en 2004, cuando vino a Madrid. Teníamos y tenemos una comida de lo que por entonces éramos unos jóvenes periodistas que nos reunimos los viernes a comer. Básicamente nos empezamos a reunir porque en ese momento había una temporalidad laboral muy alta y aquí en Madrid perdíamos de vista a la gente. Yo estaba de subdirector en Metro y Enric me llamó para incorporarme a La Vanguardia. El plan siempre fue que yo fuera a la sección de Política, pero la vacante que había en La Vanguardia en aquel momento era en la sección de Cultura. Me contrató con la idea  de moverme a Política en poco tiempo. En 2009 recuerdo que me dijo: ‘prepárate que después del verano vas a ir de corresponsal al Congreso’. Pero, luego no se hizo la operación. Me quedé 10 años prácticamente haciendo Cultura.

En las elecciones de noviembre de 2015, me dijo: ‘va a cambiar mucho el panorama político, porque entraban los nuevos partidos en el Congreso, es un gran momento para que te vengas a Política’. A a esas alturas de la película, ya no me apetecía cambiar.  Al final, la verdad es que yo creo que se lo debía. Acepté pasar a Política.

P: Una de las razones por las que estuvo en boca de todos en el último año es que Pablo Iglesias le concedió la exclusiva en la que aparecía por primera vez sin coleta. En esa imagen estaba presente su anterior libro ‘Me cago en Godard’. ¿Estaba pactado que Iglesias apareciera con el libro o fue idea de Iglesias? 

R: Estaba preparado por él.  Lo que se suele hacer normalmente es anunciar los resultados electorales y dices: ‘dimito porque me ha ido mal’. A la mañana siguiente convocas la ejecutiva del partido y dimites de verdad. Pero Pablo lo hizo al revés, dimitió esa noche y luego dio la rueda de prensa  a las 23:00, anunciando que lo dejaba. El viernes, él me envía un selfie que se hace nada más cortarse el pelo, sujetando la coleta en la mano. Me cuenta que había salido y que con la mascarilla y el corte de pelo que no le había reconocido nadie. Él, desde hace 7 años prácticamente, no puede salir a la calle sin seguridad. Entonces estaba super contento. Y dije: ‘la foto del año al final va a ser un robado que va a tener cualquiera con un móvil que le va a cazar por ahí’.

Le pedí permiso para publicar la foto y él me dijo: ‘¿cómo vas a publicar un selfie?’. Entonces quedamos en que Dani Gago en unos días le haría una foto, así como si fuera un robado, para que contáramos que se había cortado la coleta. Ya sabes como va esto, avisé al equipo de redes de La Vanguardia, al equipo de Twitter para que lanzaran la alerta. Porque yo sabía que iba a viralizarse una barbaridad la foto. Escribí el textillo, que era como un texto de página rosa. Porque claro, es información de gente, en realidad es que fulanito se ha cortado el pelo. Escribí cuatro párrafos que en realidad eran para dar soporte a la foto. Y me quedé esperando, yo y todo el equipo de La Vanguardia que estaban todos histéricos en Barcelona. Sobre todo los de redes, pensando en ‘lo vamos a petar’. Y allá a las 13:30 cuando me manda la foto y la veo. La amplío y digo: ‘pero será troll’. Porque no estaba previsto en ningún caso que estuviera el libro. 

P: Una característica de su trabajo se podría decir que es el análisis político utilizando la ficción ¿cómo y cuándo comenzó a hacer esto? 

R: En realidad lo hacía al revés. Cuando hacía cine se me ocurrían unos artículos, como microensayos. Eran demasiado largos y heterodoxos para publicar en papel en La Vanguardia, usaba la web del periódico. Porque en la web ya sabes que es como la caldera de una locomotora, todo lo que eches, todo vale.

Cuando llegué a política los dos primeros años o año y pico no me atreví a hacerlo porque me parecía muy friki como carta de presentación. Y de hecho yo caí justo en mitad de la batalla campal de Vistalegre II. Quería comparar El talento de Mr. Ripley con la batalla entre Iglesias y Errejón. Al final, me dijeron que sí a publicarlo en política. Y funcionó muy bien el texto. Además, me di cuenta que diciendo cosas muy serias sobre lo que estaba ocurriendo y haciendo un juicios bastante severos no se enfadaba nadie porque había una foto de un monstruo arriba en el artículo. Tiene que ver con una forma mía de mirar las cosas y también por la devoción que tengo por las películas y los videojuegos, esto es obvio, hasta el punto de que en mi cabeza sirve para interpretarlo todo. 

P: ¿De dónde nace la idea de este segundo libro?

R: Bueno, pues es una idea del editor, Álvaro Palau. En realidad a él ya se le ocurrió cuando yo estaba escribiendo Me cago en Godard. Todo el rato, Álvaro me decía que yo le debía un libro de política a la gente que me sigue en redes. Entonces, como yo me negaba a escribir un libro sobre política, el año pasado otoño, me dijo: ‘oye, y dado que no están publicados en papel y tienes ya una buena antología de crónicas de estas cinematográficas, podíamos hacer una antología’. Luego en realidad el libro no es propiamente una antología.

Una de las primeras cosas que propuso David Remartínez fue la de quitar las fechas a los artículos. Ya no tenía sentido hacer una narración cronológica del periodo. Al quitarles la fecha, los tuvimos que reescribir un poco para que el relato funcionara como escritos hoy y además cambiamos toda la estructura del libro.

Total que al final lo que iba a ser un libro que ya estaba hecho y que tenía que ser una antología como un disco recopilatorio pues se convirtió en otra cosa. Cosa que me alegra por otra parte porque también hay un punto de estafa en colocarle al comprador textos que ya están gratis en la web. Por eso, el libro tiene una introducción que es en sí mismo como otra pieza de este tipo, es C3PO y la píldora morada.

P: Tanto en ‘Me cago en Godard’ como en ‘C3PO en la corte del rey Felipe’ mencionas la teoría conocida como ‘La navaja de Ockham’. Pero, ¿por qué tanta fijación con dicha teoría filosófica? 

R: Pues es muy sencillo. Vivimos en un mundo que tiende al cinismo y a sobreinterpretar la tendencia de lo latente sobre la importancia de lo patente. La gente piensa siempre que detrás hay oscuros intereses, que las cosas no son como parecen. El mundo digital es un mundo transparente, donde todos los intereses y todas las intenciones están muy desnudas, son muy crudas, están a la vista. Entonces, siempre he combatido esa especie de oscurantismo de pensar que las cosas en realidad están solapadas, están escondidas. Yo creo que el mundo se nos presenta tal como es, solo hay que mirar con un poco de atención.

Y entonces, para no hacerse líos y no sobreinterpretar los intereses que hay detrás de la política o del negocio cultural, siempre la navaja de Ockham es como un reaseguro. No hay una conspiración en los grandes estudios americanos para acabar con el marxismo. Es que no hay que buscarle los 5 pies al gato, el cine de Hollywood es un cine liberal porque es producto de un país liberal, de una democracia liberal que tiene 250 años. Para deshacer ese tipo de pensamientos oscurantistas, la navaja de Ockham, no es una ley científica, es una especie de chip de sentido común y me parece super útil.

P: Por último, un consejo para los estudiantes de periodismo. 

R: Yo creo que lo más importante es tener curiosidad. El mejor periodismo lo hace la gente que le interesan las cosas. Siempre que alguien me cuenta algo de cómo funcionan las cosas, me quedo embelesado. Que te provoque curiosidad las historias y distintas materias y como funciona todo, desde cómo funciona un mercado de futuro hasta cómo funciona el cosmos. Ni siquiera te diría que te hace mejor periodista, pero, desde luego, te hace un periodista muchísimo más feliz.