CRISTÓBAL CEREZALES FRANCO | Fotografía: Ismael García
11:43 de una mañana cualquiera. Un recién jubilado pasea tranquilo por la Avenida de Palencia con destino al Erchus, donde habitualmente desayuna un café caliente, un churro azucarado y un Marca grasiento por las salpicaduras del aceite hirviendo. Asomado en la primera mesa -según entras, a la derecha- de un bar que hizo la mili, oye gritos y jolgorios procedentes del campo de fútbol que hay a escasos cien metros. Sopla el café, sorbe un poquito y hojea el periódico. Escándalos en la FIFA, corrupción en la UEFA y amaño de partidos en las ligas modestas… «¡Ahh!», suspira el jubilado. ¿Dónde ha quedado el fútbol de verdad, el sudor, el esfuerzo, los goles y las jugadas polémicas que tanto daban que hablar en un Erchus ahora vacío?
De nuevo, sopla el café y ahora da un pequeño mordisco a su churro azucarado. Vuelve al periódico y las campanas de la parroquia de San Fernando, situada justo al doblar la esquina, le avisan. Ya son las 12. Justo en ese momento, los gritos que oía a lo lejos se disimulan con un ligero silbido de un pito. Como el de un árbitro. Un sonido que le resulta familiar al jubilado. En los viejos tiempos acudía religiosamente al Viejo José Zorrilla, en la calle del Estadio cerca de Juan de Austria. «¡Ahh…!», vuelve a suspirar. Aquello sí que era fútbol.
Camiseta de colores eléctricos, pantalones cortos, manchados y medias a la altura de las rodillas, remangadas una y hasta dos veces. En los pies, unas Munich…
Ensimismado en sus pensamientos, casi obvia el hecho de que un joven despeinado, sudoroso, con evidentes síntomas de cansancio, acaba de entrar en el local. «Una botella de agua, por favor», pide educado el zagal. Sus vestimentas no dejan lugar a dudas: camiseta de colores eléctricos, pantalones cortos, manchados, y medias a la altura de las rodillas, remangadas una y hasta dos veces. En los pies, unas Munich...
El anciano vuelve a suspirar. Pero esta vez no por los viejos recuerdos que a partir de los sesenta tacos invaden los sueños de todo hijo de vecino, no. En esta ocasión, los tiros van por otro lado. Su sorpresa se debe a que, como cada año desde 2005, ha vuelto el Torneo de Periodismo (TP). Rápidamente, recupera su periódico -que había dejado apartado en una esquina de la mesa- y observa con gran atención la fecha que en su cabecera esgrime: 10 de marzo de 2016. Con una sonrisa renovada, deja un par de monedas en la barra y se despide del camarero a toda prisa. Cruza la calle y se acerca a las barras de la pista roja de cemento. Sí, el Torneo de Periodismo ha vuelto.
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Equipos nuevos, misma ilusión
Allí están dos equipos jugando a lo que él tanto añoraba: el fútbol. Un balompié de verdad, sano, puro. A un lado, con camisetas rojas y franja blanca cruzando el pecho, Oh Mac God. «Estos me suenan», dice para sí nuestro protagonista mientras gira el cuello en búsqueda de sus rivales. En el otro lado de la pista, con diversidad de uniformes y con cierto temor adolescente (es la primera vez que disputan el Torneo), los Real Coholicos. En las gradas, una fiesta. Chicos y chicas de Periodismo llenaban los bloques de cemento de un “estadio” que conocen como La Gasolinera. Allí acuden desde 2005 y de manera ininterrumpida los plumillas -como se hacen llamar-para continuar practicando el deporte rey.
El resultado es lo de menos con tal de vivir un ambiente de compañerismo y amistad entre la gente de la carrera y, sobre todo, la mejor manera de conocer a los alumnos de otros cursos; algo que, en definitiva, es una de las bases no escritas del Torneo. El Trofeo Decana, organizado por la Universidad de Valladolid, termina con el primer cuatrimestre y, a partir de marzo, comienza este restringido torneo. Restringido porque solo juegan equipos del Grado de Periodismo, que son precisamente los que lo organizan. En InformaUVa hablamos con alguno de ellos, como Iván Álvarez, Ismael Villalobos y Víctor Álvarez. Junto a Alexis Fernández y Óscar García son los encargados de que todo esto funcione. Auto-gestión en estado puro.
Villalobos reconoce que es el momento más esperado del curso y que el Torneo se convierte “en la mejor forma de conocer gente” con la que luego hay “buen rollo”. Algo en lo que coincide con su paisano Iván Álvarez, ambos de Valderas. El jugador revelación 2014 y bicampeón del Torneo no se corta: “El TP es lo mejor de estudiar Periodismo en Valladolid. Es una experiencia única. No existe ningún torneo así en toda la UVa”. “La pista roja reúne a gente de todas las clases para ver partidos de fútbol sala. Deporte y universidad unidos. Me encanta”, explica Gara. Víctor Moreno, el más veterano de los tres, lo define en una concepto: «El TP es el nexo de unión entre los cuatro cursos de la carrera», a lo que añade: «Cuatro generaciones juntas en la misma pista con el mismo objetivo, que es pasarlo bien y disfrutar del deporte». Organizador desde hace tres años del evento, Moreno califica el Torneo de «tesoro» que los estudiantes deben guardar.
Sobre la ardua tarea de coordinar a los más de cien participantes, los alumnos de tercero admiten que a veces es complicado. “Cuando llegan (los novatos), no se imaginan lo que es el TP. Nuestra labor es involucrarlos, que conozcan a gente y que esto tan grande que se ha construido desde hace diez años siga vivo durante muchos más”, valora Ismael Villalobos al tiempo que Gara señala: “Lo más complicado es tener contento a todo el mundo. Los horarios se hacen en función de las preferencias de los equipos de tal forma que no falten a exámenes, prácticas o clases pero siempre hay imprevistos. Eso es lo más difícil”.
Víctor coincide con sus compañeros e incide en el cambio de Licenciatura a Grado, lo que ha supuesto que haya menos equipos. Como ven, hay mucho trabajo detrás para que un Torneo que cumple doce años siga como el primer día y cale en las nuevas generaciones. Tres equipos masculinos nuevos este año y uno femenino son buena muestra de la devoción que despierta entre los más jóvenes. «Agradecemos el buen feed-back que existe», comenta ‘Popi’, sobrenombre con el que se conoce al también portero de Oh Mac God, Víctor Álvarez.
«Nuestra labor es involucrarles, que conozcan a gente y que esto tan grande que se ha construido desde hace diez años siga vivo durante muchos más».
Y no se crean que dejan nada a la imaginación. Financiados por los propios plumillas que participan en el torneo, los organizadores se encargan de comprar balones, trofeos, silbatos, tarjetas y todo lo que haga falta. Y como el periodismo no se podía dejar de lado, son los mencionados jugadores los que hacen de árbitros y escriben previas y crónicas de cada partido, practicando así para el futuro. Como comenta Moreno, «hemos conseguido que los propios estudiantes vuelquen su interés en el Torneo y aprovechen asignaturas como Televisión Informativa para darle una mayor visibilidad». En algo se tenía que diferenciar el Torneo de Periodismo del resto de eventos deportivos de índole universitario. Un torneo, por cierto, que tiene seguimiento también entre los profesores del Grado. Ismael García y Javier Alcina son algunos de los maestros que se han dejado ver por las instalaciones de La Rondilla.
La mañana se acaba. Las mismas campanas de la parroquia de San Fernando que antes marcaban el inicio del mediodía dan ahora las dos de la tarde y los futuros periodistas abandonan La Gasolinera para regresar a sus hogares. Mientras, nuestro venerado anciano los observa, con ojos llorosos y suspira una última vez mirando al fondo de la pista roja como antes hacía con la taza de café: «Ahh… el fútbol. El fútbol de verdad. Por fin echa andar…».