PAULA REBOLLO ANDRADE | Fotografía: Paula Rebollo |
Los compases del guitarrista B.B. King, o como mejor se le conocía, “Rey del Blues”, volvían a sonar el pasado 15 de diciembre en el Auditorio Miguel Delibes. A partir de las 20.00h, Chicago Mass Choir se encargó de que el público llegara a la fe a través del góspel.
Quince de los integrantes de esta agrupación musical llevaron a cabo el espectáculo “B.B. King Spirituals”. Durante una hora y cuarenta minutos, el único acompañamiento a sus voces fueron tres músicos: un batería, un bajo y un teclado.
Chicago Mass Choir comenzó su trayectoria en el año 1988 de la mano de su fundador, James C. Chambers, y bajo el amparo del Kennedy-King College. Desde 1994 hasta la actualidad, es Feranda Williamson quien se encarga de la dirección. Conserva el cariño de sus cantantes, que resaltan que ha conseguido grabar 17 álbumes y conducirles por toda Europa. En esta ocasión, disfrutan de una gira por 14 ciudades de España, entre ellas, Gijón, Ourense o Salamanca.

[ Fotografía: Paula Rebollo | ]
No se trata de la primera vez que el coro acude al Auditorio Miguel Delibes, pues en 2018 ya llenaron el edificio de góspel a través de su espectáculo “Connecting Souls” (“conectando almas”). En esta ocasión, se escucharon temas de B.B. King como “Take me back”, pero también otros originales de la agrupación musical, entre ellos, “I’m Redeemed”.
El estilo de música al que se adscriben es el espiritual, con letras sobre la vida cristiana. El góspel procede del término inglés godspel, que significa “palabra de Dios”. Sus orígenes se remontan a las iglesias afroamericanas del siglo XVIII y ha tenido grandes discípulos, como Aretha Franklin o Rosetta Tharpe.
En poco tiempo, los coristas lograron que el auditorio diera palmas y moviera los brazos. Pero sin duda, uno de los momentos más especiales ocurrió cuando una de las integrantes cantó “Let God do it”. Con esta potente y movida pieza, decidió bajarse del escenario mientras el público daba palmas al ritmo de la música. La sorpresa de los asistentes fue mayúscula cuando la solista tomó de la mano a varias personas y formaron una hilera que fue circulando entre las butacas. Primera lección de cómo ganarse un público.

Y así, ese público pidió un bis, que fue concedido con agradecimiento. No solo eso, sino que el coro se adelantó a las Navidades con un gentil regalo: su versión del mítico “Oh Happy Day” de Edwin Hawkings. Aleluya, Chicago Mass Choir consiguió que los vallisoletanos disfrutaran del mejor góspel en estado puro.