LUCÍA RODRÍGUEZ ALONSO | Fotografía: Lucía Rodríguez Alonso
Carmen Chamorro, corresponsal de guerra, inaugura las XV Jornadas de Periodismo Social en la Facultad de Filosofía y Letras de Valladolid.
La periodista nos da la oportunidad de escuchar cómo es la vida de una corresponsal de guerra, desde lo profesional hasta lo más personal. Antes de emprender su carrera, tenía la ilusión de ser militar, como su padre, el mismo que no la dejó cumplir su sueño. Por lo que optó por estudiar periodismo, ya que desde pequeña era muy curiosa, siempre quería saber algo más.
Con tan solo 22 años, la agencia a la que pertenecía, ofreció la posibilidad de cubrir la Guerra de los Balcanes, nadie quería ir, por lo que ella se lanzó, y aquí comenzó su vida como corresponsal. Aunque se sigue formando en la actualidad, hace 3 años, hizo un curso en la Escuela Militar de Guerra, en la que le enseñaron a disparar, a estar preparada para vivir en una guerra, del cual salió con un esguince de tobillo pero cumpliendo un sueño.
Tiene dos hijos adolescentes, por los cuales se le hace más difícil llevar una vida de corresponsal. Rememoró una anécdota que define cómo es su vida desde que los tiene. Un día estaba en una reunión, cuando su hijo de 19 años le llama para preguntarle por dudas de clase, dejó todo y salió de la reunión para ayudarle, cuando volvió a la sala de la reunión, a pesar de las críticas, ella dijo que era corresponsal pero también madre.
Carmen nos afirma que está en la certeza de que a nadie le gusta lo que escribe, ya que a las personas no les gusta escuchar ni leer realidades, y mucho menos, siendo tan duras. Como su corresponsalía en Senegal, la cual dijo que le dejó muy tocada. El hecho de que la población de Senegal agradezca cada día estar vivos, es mucho que replantearnos y agradecer lo que tenemos.
Rememora otra anécdota con nosotros, para ponernos en contexto de la reacción de los demás ante la realidad. En el colegio al cual iba su hijo, todos querían que fuese a contar cómo era su trabajo, por lo que ella aceptó. Les narró entre otras, su experiencia en un campo de refugiados en Albania. Al día siguiente recibió quejas de todo tipo por parte de los padres del alumnado, según ellos, no era apropiado contarles esas historias a los niños. Pero así es la realidad, tan dura como real. Así es la vida del corresponsal de guerra, y como ella nos dijo: «Las cosas que no se cuentan no existen».
La vida del corresponsal no es fácil, es importante saber gestionar nuestras emociones y saber estar solo. Nos afirma que no es un trabajo que elegirías por su sueldo, sobrepasa el significado de vocacional. Pero como bien nos dijo: «No es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita».