La semana pasada el Paraninfo de la Universidad de Valladolid fue el espacio elegido para acoger bajo su techo los tres días que duró el congreso internacional sobre la contribución del periodismo en la recuperación de la memoria histórica a través de testimonios orales.
Distintos historiadores, periodistas y un magistrado emérito del Tribunal Supremo han pasado por la mesa (tan distante del patio de butacas) para contar su visión, enmarcada siempre bajo la temática de las jornadas. Algunos han preferido acercarse más a los asistentes, micrófono en ristre.
A modo de conclusión, podría enumerarse una larga lista de puntos clave, quizá obvios una vez pronunciados. El primero, por supuesto, la importancia del periodismo en este trámite tan espeso como es la memoria histórica; un herido de muerte que agoniza con cada cierre de un medio, lo que dificultará que se pueda llevar a cabo esta tarea histórica.
El segundo, manteniendo la vena comunicativa, que, contra todo pronóstico, aún existe un resquicio de periodismo de investigación en España, alrededor de los sucesos de la Guerra Civil, más allá de narración de los hechos, centrándose en lo individual. La crisis está llevando a que la puerta se cierre cada vez más y pille los dedos del periodista que esté curioseando en el tema, que se topará con que el espacio para su reportaje será mínimo y mal pagado.
Los testimonios orales han sido, sin duda, el eje sobre el que ha girado todo. Sin ellos, tras 40 años de dictadura, habría matices de nuestro pasado más reciente que permanecerían a la sombra. “Todos tenemos la obligación moral de grabar a nuestros abuelos”. Son fuentes históricas vivas.
Sin embargo, no toda la población está suficientemente concienciada al respecto del grave asunto que es la existencia de cunetas llenas de cadáveres por identificar por toda la geografía del país. La de cientos de familias que no han enterrado a sus muertos, o las que no saben dónde están sus hijos, que aún eran robados en época de la Transición. Proyectos como Memoria Pública permanecen inactivos a pesar de que la existencia de las nuevas tecnologías proporcionan la posibilidad de crear una base de datos de manera barata e interactiva. Una especie de Wikipedia sobre la Guerra Civil y la dictadura, con perfiles de los fallecidos, que los familiares rellenarían con los datos que posean de los suyos. Un homenaje 2.0 a coste cero (si no contamos la factura de Internet). ¿Por qué no se hace? Quede pendiente la reflexión.
Punto y aparte merece la intervención del magistrado Martín Pallín, que comenzó con afirmaciones tan contundentes como que “a la historia no se le ha hecho justicia”, y que continuó con duras críticas a sus compañeros de profesión, que permiten los asaltos cometidos contra las víctimas de la represión franquista, al no cerrar correctamente ese capítulo.
Como se escuchaba en otra ponencia, la mesa redonda con testimonios orales presentes, no se trata de que al abordar estos temas se abran viejas heridas, sino que se ayuda a cicatrizarlas.
Texto e imagen por Maje M.S. (@ladymaje)