NOELIA LOPEZ GÓMEZ | Fotografía: Pexels |
Se ha convertido en costumbre ir por las calles de la ciudad y a ver a cientos de riders cada día. Son aquellas personas que van en bicicleta con esas reconocibles mochilas amarillas, naranjas, verdes o azules, que parecen pesar más que la propia persona que las porta. También, es habitual verlos en la puerta de un establecimiento, a la espera de que les saquen el pedido, para llevarlo a la otra punta de la ciudad. La realidad de su día a día se abordó ayer, 2 de diciembre, en la Sala de Grados de la Facultad de Derecho.
La sociedad individualista ha propiciado este tipo de trabajos en los que las condiciones laborales de los empleados no están bien definidas. Para ayudar a entender la realidad de estos trabajadores han acudido a la universidad Nuria Soto y Felipe Corredor, portavoces de RidersxDerechos, un sindicato que lucha por las condiciones dignas de estos trabajadores.
Felipe Corredor tuvo la iniciativa de pertenecer a este sindicato tras vivir en su propia piel lo que es ser repartidor a domicilio para la plataforma de Deliveroo. Lo primero que hizo fue contar a los presentes su experiencia.
En 2016, antes de que iniciase la revuelta por parte de los riders, comenzó su andanza en Barcelona en este tipo de plataformas. Nada más empezar, les dieron material para poder realizar su trabajo. Les pedían un depósito de 100 euros y estar dado de alta como autónomo. Habían firmado un contrato mercantil, que les aseguraba dos pedidos la hora y que, por cada uno, se cobraría cuatro euros. Al principio lo pintaban todo muy bien: en ese trabajo podrías ser tu propio jefe y organizarte tus propios horarios. Pero nada más lejos de la realidad.
Cierto día de la semana salían los horarios, pero todo dependía de un algoritmo. A lo mejor una semana se trabajaba 40 horas y otra 10. Además, toda esta situación laboral no les aseguraba protección en caso de accidente, ni unas horas exactas de trabajo al mes, algo que todo trabajador tiene derecho a tener. Los riders de Barcelona tenían que empezar desde cierto punto de la ciudad a trabajar, algo que benefició la unión entre estos trabajadores. Fue en esos puntos de reunión en los que empezaron a cuestionarse sus condiciones laborales.
Tras varias conversaciones entre los riders, comenzaron a hacer ciertas peticiones a Deliveroo. Querían un contrato laboral con un seguro médico, un plus por lluvia y distancia, saber cuántas horas iban a hacer al mes, y otros conocimientos que en pleno siglo XXI cualquier empleado debería de tener claro antes de trabajar para una empresa. Sin embargo, Deliveroo no respondía directamente. Sí organizaba ciertas reuniones en las que pedía opinión a los riders, pero en la práctica nada cambiaba, todo era fachada.
De esta falta de escucha surgió la necesidad de acudir a un sindicato. Organizaronn una sesión sindical en Cataluña, aunque Deliveroo seguía sin atender. Los que sí comenzaron a dar voz a estas personas fueron los medios de la comunicación. Tras haber formado una huelga y ver que la sociedad se estaba dando cuenta de lo que pasaba, Deliveroo decidió tomar acción. Pero las consecuencias fueron a peor.
Para empezar emplearon su primera estrategia de desorganización de riders: no fijar un punto de encuentro, cada uno empezaría a trabajar desde un lugar distinto. De esta forma, evitarían el diálogo. Por otro lado, el contrato mercantil que firmaron en un principio cambió y los trabajadores fueron amenazados con ‘desconectarles’ (un eufemismo de ‘despido’, un recurso expresivo con el que estas empresas están familiarizadas) si no lo aceptaban y firmaban. Los riders se negaron, no tenían por qué hacerlo, su contrato anterior tenía una validez de dos años.
Finalmente, fueron ‘desconectados’. Fue entonces cuando comenzaron los juicios. La sentencia la ganaron los riders, reconociendo una violación a la libertad de la asociación sindical por parte de empresas como Deliveroo. Actualmente, hay más de 50 sentencias ganadas en toda España, incluyendo una del Tribunal Supremo.
Otra idea que transmitió el ponente a los oyentes fue la de que este tipo de plataformas, intentan cargarse años de lucha de la clase trabajadora. Si echamos la vista al pasado, el Estado del Bienestar se creó por la presión de los trabajadores debido al miedo que tenían de las consecuencias del capitalismo. Se consiguieron muchas cosas, entre ellas un salario mínimo. Pero actualmente, tanto esfuerzo parece tirado a la basura.
Ahora se lleva más el ‘trabajar hasta que el cuerpo aguante’ y está de moda ‘trabajar en dos o tres sitios a la vez’. La clase trabajadora ha aceptado las condiciones impuestas por este tipo de empresas a algo que es necesario para poder sobrevivir: el trabajo. Por supuesto, estas condiciones están recogidas en el Convenio Colectivo, pero muchas empresas no lo cumplen.
Esto se debe a la educación del individualismo y el emprendimiento que recibimos diariamente: hay que ser el mejor, tu propio jefe y solo importo yo. Sin embargo, estas condiciones laborales no solo afectan individualmente a la salud mental del trabajador, haciendo que este se pueda sentir culpable por no llegar a fin de mes y no atender a las exigencias de la sociedad en la que vivimos. El problema salpica a una sociedad entera, pues los gastos del Gobierno son mayores si una empresa no cuida bien a su trabajador y este tiene que recurrir a distintos servicios de la seguridad social.

Nuria Soto tomó la palabra a su compañero y continuó las estrategias que estas empresas utilizaron para pasar del #stopfalsosautónomos al #yosísoyautónomo. En 2017 la situación para los trabajadores que se rebelaron ante estas empresas era muy difícil. No había ningún sindicato reconocido y la justicia española suele ir lenta. Esto fue algo de lo que las empresas de riders tomaron ventaja.
Las empresas comenzaron a crear asociaciones en las que sí se estaba a favor de ser ‘autónomo’. Utilizaron la ignorancia y el discurso de algunos trabajadores de estas plataformas para apoyar su posición de que los sindicatos empeoraban la situación y que las asociaciones eran las salvadoras.
Algo que se repitió mucho en la charla fue la idea del falso debate que surge entre los riders: los que prefieren ser autónomos en estas aplicaciones y los que prefieren tener un contrato laboral. No obstante, ese tal ‘autónomo’ es inexistente, pues en estas aplicaciones la forma de trabajar no se ajusta a lo que verdaderamente es ser un autónomo. Realmente es un falso autónomo, pues está a cargo de una empresa que no cumple con los pagos a la seguridad social de emplear a un asalariado, ya que es el propio trabajador el que paga una cuota de autónomo que no tendría por qué pagar. En definitiva, el proceso es ilegal.
Tras juicios y numerosas disputas, los sindicatos consiguieron que entrara en vigor la Ley Rider este año. Esta trata de establecer unos límites a las empresas hacia sus trabajadores, entre ellos que consideren a estos como empleados y no como falsos autónomos, que es lo que son realmente. Sin embargo, estas empresas siguen haciendo publicidad en contra de los sindicatos y tachándoles de los culpables de que haya ‘autónomos’ que se hayan quedado sin trabajo. Además, en muchas ocasiones esta ley sigue sin cumplirse.
Es por todo esto que todavía queda mucho camino de lucha, aunque se haya avanzado bastante, pues se ha formado una opinión pública que no hubiese existido sin la valía de esos primeros riders a rebelarse. RidersxDerechos aún se apoya en los medios de comunicación, en los vínculos que tiene con otros movimientos y en sus relaciones transnacionales para seguir adelante con su causa.
Esta reflexiva hora y media terminó con un coloquio entre los presentes y los portavoces. Hubo preguntas muy interesantes de lo hablado en la última charla de todas las que se han celebrado y organizado estos últimos días por Alternativa Universitaria. Sin embargo, para dar fin a estas jornadas de una forma más relajada habrá un micro abierto en Gondomatik este viernes tres de diciembre que comenzará a las siete de la tarde.