JUAN GÓMEZ PÉREZ | Fotografía: Juan Gómez Pérez
¿Cuánta gente estaría dispuesta hoy en día a sacrificar la comodidad para encontrar lo que realmente ama?
Death Does Not Exist (La mort n’existe pas) es un nuevo largometraje de animación que recientemente vi durante la SEMINCI. Parte de una premisa muy poco explicada, aunque en este caso el contexto no es necesario. Estamos acostumbrados a que nos den los planteamientos resueltos, pero, cuando una obra tiene claro lo que quiere transmitir, no es necesario simplificar todo: hay que darlo por hecho. Así es como lo veo yo, y creo que esta obra lo consigue hacer muy bien, ya que es metafórica a rabiar. No es más que un conjunto de pensamiento dados forma, hechos pintura. Casi se siente como un cuento folclórico.
La protagonista, Hélène, tiene que enfrentarse a un dilema: dejarse influir por el miedo y volver a lo seguro pero drenante, o aventurarse y unirse a sus compañeros en un ataque a mano armada contra una mansión. De nuevo, este ataque no es más que una metáfora. No es real ni tiene un contexto claro. Es solo el pensamiento de rebelión contra la vida moderna, las personas poderosas, el dinero y capitalismo.
Hélène está aterrada y se queda paralizada; ve cómo sus compañeros mueren uno a uno y huye al bosque, donde se encontrará con el espíritu de una de sus compañeras muertas. Este espíritu le dice que tiene una segunda oportunidad para cambiar lo que ha hecho y, juntas, emprenden un viaje mágico e introspectivo por el bosque, con escenas bellísimas. La película nos relata todos los pensamientos que tiene la protagonista sobre la situación en la que se encuentra y sobre sí misma.
Todo es transitorio y todo tiene un precio; ningún cambio va libre de costes. No todas las personas estarían dispuestas a pagar ese coste por un futuro incierto. Hoy en día, vivimos en un mundo de falsa libertad, de falsos sentimientos y de falsas comodidades. Romper ese ciclo está únicamente en tu mano, en ninguna más. Sé libre, sé valiente.
 
			