HELENA MASEDO GARZÓN  |  Fotografía: Pixabay

El deporte es actualmente uno de los fundamentos sociales más populares de nuestra sociedad. A través de él, sus practicantes no solo se desarrollan en un único ejercicio, sino que también tiene otros valores: terapéuticos, educativos, disciplinarios e integradores.

Aquí podemos diferenciar un amplio espectro de deportes. Sin embargo, la clasificación básica es una: colectivos e individuales. Como bien resume el término, los colectivos implican colaboración y ejecución conjunta, mientras que los individuales carecen de actuación multitudinaria.

No obstante, el debate continúa: ¿cuál de ellos favorece la integración de los jóvenes?

 

DEPORTES COLECTIVOS

El rugby, el fútbol, el baloncesto y el vóleibol son ejemplos básicos. En todos ellos, la participación es superior a tres personas, lo que implica una práctica compartida. 

Estos deportes promueven valores como el trabajo en equipo, disciplina, responsabilidad social e interacción. Es una forma evidente de coordinar esfuerzos y buscar objetivos comunes a través del compañerismo, si bien para ello es necesaria la comunicación.

Para muchos jóvenes, en cambio, es foco de obstáculos. Aquellos cuyos índices de sociabilidad son más bajos, pueden encontrar un núcleo de conflicto si no existe la ya mencionada comunicación. En otra instancia, también dependen de la voluntad grupal y gozan de menor autonomía. En casos similares, todo ello puede derivar en una falta de compromiso táctico y abandono de la actividad.

 

DEPORTES INDIVIDUALES

En esta agrupación encontramos deportes como el motociclismo, la natación, la hípica o el tenis. Por lo general, estas actividades se realizan individualmente, si bien cuentan con derivados con posibilidad de ejecución conjunta.

Como principales beneficios, la personalidad de estas prácticas recae en la autodisciplina, la toma de decisiones y la independencia. Muchos jóvenes también desarrollan tendencias de autocontrol y resiliencia, pero también competitividad. Todas ellas promueven una determinación evidente y una satisfacción personal, pero también pueden conllevar problemas graves de salud mental.

La presión psicológica, la ausencia de motivación externa y la menor interacción social son los principales obstáculos. Para los jóvenes, este diagnóstico se complica a la vez que se eleva exponencialmente la percepción del rendimiento, que puede acarrear pronósticos graves de estrés.

 

CONCLUSIÓN

No existe una resolución evidente sobre la integración de los jóvenes. El deporte, en todas sus variantes, ofrece beneficios y riesgos para cualquiera de sus practicantes. Y solo la percepción de cada individuo, así como sus índices de sociabilidad, ofrece una respuesta exacta al eterno debate.

El deporte ha demostrado también otros favores. Múltiples artículos demuestran que, además de prevenir el suicidio, reduce el riesgo de enfermedades y elude el consumo de adictivos. Esto nos lleva a pensar que lo importante no es únicamente la integración, sino el deporte en sí mismo. 

A fin de cuentas, el favor propio del deporte es defenderlo en sus múltiples formas y, evidentemente, practicarlo.