Lo que hemos aprendido

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SANDRA FERNÁNDEZ LOMBARDÍA  |  Fotografía: Sandra Fernández

No quiero permitirme el lujo de hablar en nombre de todos los redactores de esta revista. Porque no tengo ningún tipo de derecho y porque tampoco podría hablar con una base fundada sobre la opinión general de este equipo. Pero creo que todos ─salvando las distancias de que cada redactor pudiese aportar aquí su matiz particular─ hemos aprendido, al menos, un par de cosas. Con este pequeño balance general de este primer cuatrimestre nos despedimos hasta que las convocatorias de exámenes nos den de nuevo un pequeño respiro.

Principalmente, creo que en estos meses nos hemos empezado a dar cuenta de que para un universitario avistar a un hipogrifo en los pasillos de la facultad empieza a parecer más factible que descubrirse a sí mismo con la paz de una tarde libre y sin tareas. Estas últimas semanas han sido especialmente caóticas. Empezábamos a ver en nuestros calendarios las fechas límites de entrega de esos trabajos que, por falta de tiempo o interés ─porque tampoco lo vamos a negar: la esencia de un estudiante reside en su capacidad para perder el tiempo a niveles olímpicos─, amenazaban siseantes con sus círculos en rojo.

Y, claro, las exposiciones. Porque junto al diploma de graduación a más de uno nos deberían regalar un título de manejo de PowerPoint de nivel experto. Luego están los diseños de portadas, que no pueden quedar ni muy sosos, que aquí a originales no nos puede ganar nadie, ni muy ostentosos, a ver si el profesor o profesora de turno se va pensar que no nos estamos tomando la asignatura en serio. Y el buscar monedas en el fondo de la cartera porque las reprografías se empeñan en igualar sus precios de impresión de páginas a color con la del barril del petróleo. En fin, un jaleo. Y si por el medio encima los pobres redactores de esta revista tienen a una servidora enviando correos con planes de trabajo que incluyen ponencias en horas de clase y fechas de entrega para ese mismo día, apaga y vámonos.

Al estrés general que agarrota las espaldas de los alumnos al final de cada cuatrimestre hay que sumarle un problema de base: redactar no es tan fácil como lo pintan. Al menos no para un grupo de estudiantes que seguimos consultando los diccionarios por humillantes dudas ortográficas. Que si la entradilla, que tiene que ser original, pero tiene que mantener su intención periodística de informar con claridad y concisión. Los titulares, que se los carga el diablo, porque tan pronto se te ocurren quince opciones válidas y no sabes cuál elegir como te quedas bloqueado frente a la pantalla con carita de tonto.

O las citas, que parecen regirse por una ley malévola por la que tan pronto te encuentras con un ponente que se empeña en regalar titulares, como con otro que, por muchas notas que tomes, no te acaba de quedar muy claro qué quiere decir. Al final tú aplaudes como los demás, eso sí. Y te levantas con tu cámara en mano ─sin evitar a veces mirar de soslayo al resto de asistentes con actitud de “eh, que yo estoy cubriendo esto, soy importante”─ y te acercas al experto o experta en cuestión y le pides educadamente una entrevista. ¿Qué vas a preguntar? Ni idea. Pero no puedes llegar a tu casa ─si contásemos con una sala de redacción todo este artículo desbordaría muchísima más elegancia─ con las manos tristes y vacías. Después sacas treinta fotos. Que vas a utilizar, con suerte, tres, pero como estás algo nervioso y tienes el pulso tonto tienes miedo a no estar enfocando como es debido.

Abres el WordPress. Sorpresa: no funciona. Abres un documento de texto contando hasta cien mentalmente. Que aquí nadie se va a alterar. Te quedas diez minutos frente a la pantalla pensando en palabras ingeniosas para poder empezar. Te dedicas un par de insultos motivadores antes de decidir tomarte un inmerecido pero necesario descanso. Y mira que hora es. Que no sé qué pasa, pero últimamente siempre es tarde, sea la hora que sea. Y vas fatal. Haces un esquema a lápiz de las cosas que sí te han quedado claras y te arrancas con algún párrafo. Aquí un dato que te pareció interesante. Por allá, una cita que resaltas en negrita porque parece que las negritas le dan elegancia al asunto. Abres quince ventanas adicionales para documentarte un poco más. Que nunca es suficiente. Una de las declaraciones del protagonista te parece digna de titular. Y, hala, ya está. Has escrito un reportaje para InformaUVa. Lo subes corriendo a la revista y suspiras aliviado. Ya sólo te falta imprimir esas setenta páginas de apuntes que no sabías que tenías y empezar ese trabajo que tienes que entregar la semana que viene aunque todavía no sabes muy bien quiénes son tus compañeros de grupo. Todo está controlado, te dices. Mientes. Pero no pasa nada, al día siguiente verás una pieza publicada en la revista con tu nombre en la autoría y dirás, bueno, tampoco es para tanto, pero estas cosas a mi madre le hacen bastante ilusión.

En estos primeros meses de curso hemos publicado una media de cuatro entradas al día. Firmadas por estudiantes de todos los cursos del grado. Algunas muy buenas, aunque puede que esté mal que yo lo diga. Otras que podrían mejorarse si pudiésemos dedicarle a este proyecto el tiempo que se merece. Y es precisamente por eso, por la falta de tiempo, por lo que nos vamos a despedir hasta que las nuevas convocatorias de exámenes y trabajos vuelvan a aparecer lejanas en el calendario. Volveremos, con suerte, con un puñado de exámenes aprobados y con las pilas recargadas. Seguiremos contando ─porque de otra cosa puede que no, pero de buenas compañías podemos presumir─ con la inestimable ayuda de la Asociación de la Prensa de Valladolid, con la que publicamos de forma conjunta un par de lunes al mes; con la mirada vigilante de la profesora Pilar Sánchez, que se encarga de evitar que un grupo de alumnos perdidos destroce una revista universitaria y con más de una treintena de redactores dispuestos a seguir perdiendo el tiempo en cosas bonitas. Porque esta es otra gran cosa que hemos aprendido: preferimos meter la pata y tirarnos de los pelos escribiendo y formándonos como futuros periodistas que disponer de todo el tiempo del mundo y sentir que no avanzamos. Como decía, volveremos después de exámenes y seguiremos metiendo la pata de vez en cuando, pero no nos paramos. Seguimos.

 

1 COMENTARIO

  1. Gracias Sandra por este artículo tan completo y con tu estilo delicado de redacción.
    Efectivamente, casi nada es tan fácil como parece. Pero vosotros, los redactores, lo hacéis posible.
    InformaUva es por y para los alumnos. Es de todo el Área de Periodismo y de todos nosotros depende su éxito.
    Gracias a todos los que aportáis tanto.
    Pilar Sánchez

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