MARÍA GUERRA VALCÁRCEL | Fotografía: Pixabay |
Los medios de comunicación no representan solo un canal por el que transcurre la información hasta el receptor, sino que también son un potente generador de ideas, ideas que pueden estar estereotipadas y que quizás no se ajusten del todo a la realidad. Los periodistas debemos tener siempre muy presente el lenguaje que vamos a utilizar para no discriminar, no estereotipar y no buscar el sensacionalismo, tratando a las personas y, sobre todo a las minorías y grupos vulnerables, de forma que respetemos sus derechos fundamentales.
El colectivo LGTBI+ es uno de estos grupos con el que hay que tener especial precaución para no tratarlos de forma discriminatoria. A este movimiento conviene añadir el símbolo ‘+’ para abarcar otras identidades y orientaciones que no entran dentro de las siglas LGTBI (Lesbianas, Gais, Transexuales, Bisexuales e Intersexuales), como pueden ser las pansexuales (personas que se sienten atraídas sexualmente por otras más allá de su género). Para identificar de una forma más global a todas las personas que disiden de la norma, es decir, que no sean heterosexuales (se sienten atraídas por personas de su mismo género) y cisgénero (su género se corresponde con su sexo biológico), está el concepto queer. Por ello, es fundamental utilizar una terminología apropiada y conocer las diferencias entre el sexo biológico, la identidad de género, la expresión de género y la orientación sexual.
El sexo biológico viene dado por los genitales que posee la persona, por ello puede ser macho, hembra o intersexual, es decir, que posee los órganos sexuales de ambos (‘hermafrodita’ está en desuso y el colectivo la rechaza). En cuanto a la identidad de género, se refiere al sentir y a la percepción subjetiva que cada persona tiene de sí misma; si su género se corresponde con su sexo estaremos hablando de una persona cisgénero, pero no siempre es así, pues hay personas que deciden iniciar una transición: mujeres transexuales que han nacido con genitales masculinos y hombres transexuales que han nacido con genitales femeninos. Existen también las personas transgénero, es decir, que se sienten de un género que no corresponde con sus genitales pero no se someten a un proceso quirúrgico. Hay otros términos referidos a la identidad de género como agénero, bigénero o género fluido. Por lo tanto, aquellas personas que no identifican su género con su sexo son no normativas (lo contrario a cisgénero), mientras que las que no se enmarcan dentro de ninguno de los dos (hombre o mujer) son no binarias. La expresión de género es la forma de exteriorizar, a través de gestos, vestimenta, estilo o carácter, cómo se sienten: femenino, masculino o travestismo, entre otros. Y la orientación sexual hace referencia al deseo o atracción de unas personas hacia otras, como puede ser heterosexual, homosexual, bisexual, demisexual (persona que no experimenta atracción sexual a menos que forme una fuerte conexión emocional con alguien) o asexual.
Quedan descartadas, por tanto, palabras como ‘machorro’, ‘bollera’, ‘marica’, ‘desviado/a’ o ‘degenerado/a’, ya que son difamatorias. También conviene no referirse al movimiento como ‘Comunidad gay’ u ‘Orgullo gay’ ya que se está excluyendo a otras personas que pertenecen al colectivo; por ello es mejor decir ‘Movimiento LGTBI+’, ‘bandera arcoíris’ o ‘matrimonio igualitario’. Tampoco debemos presuponer la orientación sexual ni la identidad y es mejor referirse a las personas a través de términos más generalistas: en lugar de ‘padres’ y ‘madres’ utilizar ‘familias’ o en vez de ‘mujer/marido’ hablar de ‘pareja’. Para referirse a las personas transexuales es mejor decir ‘transición’ que ‘operado/a’ o ‘cambio de sexo’, especialmente, porque la transición es mucho más diversa que operarse y algunas finalizan o comienzan antes; al igual que decir ‘querer ser hombre/mujer’ es un declaración difamatoria porque la identidad de género no se trata de una cuestión de preferencias o de voluntad, sino de un carácter propio de las personas que no significa que quieran ser hombres o mujeres, sino que son hombres o mujeres.
Por ello hay que eludir las expresiones, adjetivos y términos que perpetúen estereotipos y envíen mensajes calificativos denigrantes con el colectivo. La orientación o la identidad de una persona solamente han de manifestarse cuando aporte información relevante (no reflejar que una prostituta es transexual como se hace en esos casos) y tampoco se debe obviar que existen crímenes de odio hacia estas personas vulnerando sus derechos humanos. Al igual que si el actor de un crimen es un heterosexual y no se indica en la pieza informativa, no hay necesidad de señalar que es LGTBI+. Y, por tanto, tampoco se puede insinuar que un colectivo es más propenso a cometer algún tipo de crimen porque, de hecho, la Ley de Comunicación Audiovisual 2010 lo prohíbe. Aunque no solo se deben enfocar las informaciones sobre este colectivo para hablar de violencia, porque hay que promover también actividades, manifestaciones, historias de vida y otras noticias más positivas.
Emplear el lenguaje de una manera adecuada no siempre es una tarea fácil, ya que a través de los medios, la sociedad y las instituciones, en ocasiones, no se emplean los términos más correctos. A veces se hace a conciencia pero, por lo general, se debe al desconocimiento de los conceptos. Ante la duda, si estamos hablando de una persona en concreto o de un colectivo, siempre debemos preguntarle cómo quiere ser tratado, con qué nombre quiere ser llamado y enseñarle la pieza informativa antes de publicarla, porque quizás estemos empleando términos inadecuados sin darnos cuenta. Pero por el momento, estas son unas claves básicas para tratar de forma adecuada al colectivo LGTBI+.