PAULA REBOLLO ANDRADE | Fotografía: Paula Rebollo |

Si logra hacer viajar a mayores y pequeños, funciona. Estampa clásica: niño transporta en un 4×4 a los espectadores de la fila de delante a base de patadas. Una vez que ha empezado, lo que no es tan común es conseguir que se detenga. Sin embargo, al cabo de unos minutos el traqueteo del todoterreno se detiene. En su lugar, una exclamación del conductor: “¡Mira, mamá! ¡Se va a caer!”.

Es la tarde del 28 de diciembre. El centro estará a rebosar de viandantes que corren en busca de los últimos regalos, la calle Santiago arremolinará a los rostros que se alzan hacia las luces invernales y las churrerías no tendrán ni una mesa disponible. Pero no nos encontramos ahí. En su lugar, volvemos al barrio, al Centro Cívico Pilarica, que, a su manera, también está a rebosar. La Gala de Circo Joven de Valladolid vuelve por Navidad con su segunda edición.

Durante la espera previa al inicio del espectáculo, cabe recordar que, por un lado, este tiempo de disfrute es posible gracias a la colaboración de la asociación Estarivel (activa desde 2006) y La Luz de las Delicias, espacio de circo con experiencia en clases, cabalgatas, talleres y pasacalles. En su sede de la Calle Cádiz es en donde se han formado algunos de los artistas, de entre 12 y 30 años. Llevan tanto tiempo asistiendo que no se imaginan su vida sin esa actividad, que les aporta, cuentan, estabilidad emocional. Un momento, ya se está abriendo el telón.

Sobre el escenario nace un bebé. Un bebé sobre un triciclo, para más señas, cuyo crecimiento en el mundo circense servirá de hilo conductor a través de todos los números. Más tarde, el público disfruta de recorridos vertiginosos y piruetas a dos manos a lomos de una enorme pelota. Luego llegan los malabares, que despistan a los ojos tras la zigzagueante ruta de puntos emborronados que ascienden y descienden mientras la propia artista se tumba y se pone en pie sin perderse ella misma. Evidentemente, tampoco faltan los aéreos que han quitado el aliento al niño de la fila anterior: hay telas, cuerdas, aros y trapecios, que hacen olvidar los límites del techo. Asimismo, el otro nexo de unión es la música, en manos de una flauta travesera que acentúa los instantes clave y que realizará una interpretación en solitario. Y mientras, los cambios de escenario los hacen ellos mismos.

Los focos se han encendido a las 19h00 de la tarde, pero estos jóvenes llevan trabajando desde por la mañana. En primer lugar, para no dejar un cabo suelto. Pero, además, han ofrecido un pase solidario a las 12h00 para proyectos educativos y sociales. (Aquí se hace barrio). Y a las 17h00 han realizado otro pase. Lo que significa que llevan a sus espaldas todo un día de preparaciones y que esta es la tercera vez que presentan lo mejor de sí mismos al patio de butacas. A pesar de todo, tanto su disfrute como su evolución respecto al año pasado es patente.

Ya no es solo que se desenvuelvan con soltura en el escenario, es todo lo que comporta el circo para estos jóvenes. Algunos aprenden a crear mezclas musicales motu proprio para construir sus números, de forma que conectan a Rosalía con Billie Eilish o Lola Índigo. Otros ya adquieren la técnica que les permitiría trabajar al lado de los profesionales. Todos ellos acaban sabiendo trabajar en equipo, como atestigua el ritual de unir sus voces en un grito conjunto para darse fuerza justo antes de salir a escena.

Otra particularidad de esta gala es que la gestión descansa mayoritariamente en manos de los propios artistas. En especial, tres de las jóvenes han sido las encargadas de buscar interesados en participar y mantener la comunicación con estos. Más adelante, el casting se lleva a cabo en equipo. Sin embargo, lo principal para ellas es potenciar el talento local. Las organizadoras reconocen que ha conllevado más trabajo que la primera gala, pero se muestran satisfechas.

Si bien el mercado laboral, tan sumamente dado a valorar y premiar las actividades artísticas, no es la primera opción de esta juventud circense, sí que sueñan con compaginarlo en su futuro. Quizás, como un segundo empleo.

Lo que no se plantean ni por un segundo es renunciar a lo que ya se ha transformado en una afición fundamental desde que se internaran en ello, algunos, con únicamente cinco años de edad. A juzgar por los aplausos, por los niños dando brincos, por los carteles de apoyo de sus fans, por el orgullo en las miradas de sus profesores, por los ramos y bombones que reciben a la salida… a juzgar por todo eso, la ciudad tampoco quiere que renuncien a ello. De hecho, el deseo de año nuevo de Valladolid parece ser que las próximas Navidades haya una III Gala de Circo Joven.