JAVIER PÉREZ FRAILE | Fotografía: Javier Pérez Fraile
Cuando hablamos de Derechos Humanos no nos referimos solo a términos abstractos y únicamente morales, también a asumir un compromiso con la igualdad y la dignidad de todas las personas. Sin embargo, hoy en día siguen existiendo colectivos a los que se obliga a justificar su existencia y su derecho a vivir libremente. Entre ellos se encuentran las personas LGTBIQ+, que continúan siendo víctimas de prejuicios, agresiones y discursos de odio que amenazan su vida y que demuestran que la igualdad formal aún no garantiza la igualdad real.
Una cuestión de humanidad
En las últimas décadas se han conseguido avances muy notorios e importantes: la desclasificación de la homosexualidad como “enfermedad” en 1990 por parte de la OMS, la legalización del matrimonio homosexual en España en 2005 o la Ley Trans Española aprobada en 2023. Pero, incluso después de haber conseguido todos estos avances, no debemos olvidar que los derechos pueden retroceder. En muchos países europeos se han aprobado leyes que restringen la educación en diversidad, o se promueven mensajes políticos que estigmatizan y oprimen al colectivo. Incluso en sociedades democráticas (como la que tenemos en España), la homofobia y la transfobia siguen presentes y, en muchas ocasiones, disfrazadas de “opinión” o “libertad de expresión”.
La defensa de los derechos LGTBIQ+ no es una cuestión de ideología, sino una cuestión de humanidad. Cuando una persona sufre exclusión por amar a alguien de su mismo sexo o por no sentirse identificado con el género asignado al nacer, vemos claramente que los Derechos Humanos no son todavía universales. Y si los derechos se aplican solo a una parte de la población, son privilegios.
Educar en respeto para garantizar la libertad
La educación es una herramienta clave para cambiar esta realidad. Aprobar leyes es muy importante, pero no suficiente, ya que la clave está en educar en la empatía y el respeto desde las aulas. Enseñar desde pequeños a los niños y jóvenes que hay una gran diversidad en la forma de ser y amar es asegurarse la convivencia y la libertad. De la misma forma, los medios de comunicación también tienen una gran responsabilidad. No pueden limitarse a cubrir el Orgullo una vez al año, sino que también deben darle importancia durante el resto del tiempo, mostrando historias reales y sin alimentar estereotipos.
Defender los derechos del colectivo LGTBIQ+ significa recordar que la libertad de amar y ser no puede depender de la aceptación social. La verdadera democracia se mide tanto por la existencia de leyes justas como por la capacidad de garantizar que toda persona pueda vivir sin miedo. Los Derechos Humanos no se votan, negocian ni relativizan: o se respetan para todos, o se ponen en riesgo para todos.
En definitiva, los derechos LGTBIQ+ son una prueba de coherencia para las sociedades actuales. Son el elemento en el que vemos hasta qué punto se cree en la igualdad y en la inclusión. Porque cuando nadie tenga que ocultar quién es, y cuando ser uno mismo deje de exigir valentía, podremos afirmar que los Derechos Humanos se cumplen de verdad.










