IRENE BLANCO FERNÁNDEZ  |  Fotografía: Irene Blanco / Agencia Freak|

Un viaje de incertidumbres que convirtió a Kai Landre en pionero de la búsqueda de conexión con el universo.

Kai Landre decide implantarse dos imanes en la cabeza que, conectados a un dispositivo externo, le permiten captar los sonidos del universo. Su proceso comienza con una intervención quirúrgica, realizada en la clandestinidad, que lo convirtió en uno de los primeros cyborgs del mundo. La vida del cíborg y músico emergente, dirigido por Miguel Morillo, es el eje central del documental Cyborg Generation. 

El director, en el coloquio de la 69ª edición de la Seminci, describió su película como «una metáfora del deseo de trascender de una realidad opresiva». Morillo ha señalado que Landre fue víctima de acoso escolar por su orientación sexual y que encontró en el biohacking una forma de escapar de la crueldad de su entorno. Cyborg Generation, rodado entre Nueva York y Barcelona, acompaña al joven durante cuatro años de transhumanización: un proceso complejo y arriesgado que lo llevó a explorar su identidad, desafiar límites éticos y médicos, y someterse a operaciones alegales.

Coloquio en la Seminci de Valladolid | Fotografía: Irene Blanco

La historia de superación de un Kai Landre está marcada por su paso por un colegio dirigido por monjas, característica educativa que cambió su vida para siempre. Coloca en el punto de mira a lo «común», que no es necesariamente sinónimo de perfecto, ni de bueno. Un cyborg que sale del fango gracias a su faceta de artista, en la que intervienen claramente sus capacidades únicas. Utiliza los sonidos que percibe para comunicar su lado más sensitivo. Sin duda, una obra que provoca a todo aquel que decide acompañar a Kai Landre a escapar de lo terrenal hacia el universo.

El largometraje se estrenó en la 55 edición del Festival internacional Visions du Réel y, entre otros destinos, se ha proyectado en la Seminci de Valladolid. El documental ha sido aclamado por su originalidad y profundidad emocional. Algunos críticos han elogiado su enfoque sensible y conmovedor, señalándolo como una de las obras más destacadas del festival vallisoletano.