Lorena Arias Duque
Jasbir K. Puar, teórica queer y profesora del Departamento de Mujeres y Estudios de Género de la Universidad de Rutgers (EE.UU.), ha visitado la facultad de Filosofía y Letras de la UVa el pasado viernes, para impartir una de las conferencias organizadas por MariCorners, la Asociación de Estudios Interdisciplinares LGBTIA+ y queer.
En su intervención, titulada Queers for Genocide, la doctora Puar se ha movido, a través de su especialidad, por diversos puntos de interés actual relacionados con el conflicto de Israel y Palestina. Su discurso ha estado marcado por ideas que previamente ha plasmado por escrito en su obras Ensamblajes Terroristas (Terrorist Assemblages, 2007) y El Derecho a Mutilar (The Right to Maim, 2017). En estos trabajos, Puar desarrolla conceptos como el homonacionalismo, el pinkwashing, la interseccionalidad, y habla de las relaciones entre la discapacidad y la debilidad en el ámbito de la biopolítica, entre otras ideas.
Tras la conferencia, la ponente ha ofrecido una entrevista a este medio para profundizar en aspectos que atañen a sus teorías y publicaciones:
P.1: ¿Por qué El Derecho a Mutilar?
R: Me interesaba saber qué relación había entre la biopolítica y la necropolítica, cuyo vínculo ha sido tema de debate durante algún tiempo, pero yo estaba interesada en ese umbral previo a la muerte que abarca la mutilación, el daño deliberado, la selección del atacado, pero que no llega a ser la muerte. He aquí la razón de ser de El Derecho a Mutilar. Creo que está alineado con lo que es el derecho a matar y, específicamente, con al idea de que «has tenido suerte si no te han matado y, por tanto, deberías estar agradecido de que sólo te hayan herido». Ese es el terreno ideológico en que se centra El Derecho a Mutilar.
P. 2: ¿Con qué objetivo emplea la palabra «cuerpos» en lugar de personas en sus libros?
R: Creo que el cuerpo es una figuración tanto material como espectral. Es por eso que me refiero a él como un terreno conceptual, que comprende el género, la clase y todo lo demás, pero funciona como un símbolo.
P.3: ¿Qué se debe entender a partir de los términos «discapacidad» y «debilidad» y de qué forma están relacionados?
R: Ambos se encuentran en continua sinergia, no son necesariamente opuestos, pero uno es el ámbito en el cuál el otro se halla condicionado. De alguna forma, la debilidad ha devenido un estado cotidiano de la muerte lenta, en el cual se normalizan las formas en las que se nos agota o lesiona, ligadas al capitalismo y a la supremacía blanca. Por otro lado, la discapacidad demanda la coherencia de un cuerpo y, a la vez, que este se muestre de un modo concreto, por lo tanto, es una forma muy específica de entender la no-normatividad que se produce.
P.4: ¿A qué se refiere cuando afirma que existen grupos de la sociedad que han sido «previamente discapacitados» o «seleccionados» para convertirse en discapacitados?
R: Creo que parte de ser una población racializada significa ser visto como «disponible para ser dañado». Es evidente, en Palestina, que parte de la subyugación colonial de esta gente está vinculada a que han sido «seleccionados para el daño», entendidos como «dañables». Podría decirse que la amputación se han convertido en una lesión distintiva en Gaza, porque se entiende que es algo que ha de normalizar en el cuerpo.
P.5: ¿Qué relación hay entre los componentes raciales y sexuales de los que habla en su libro Ensamblajes Terroristas y los conceptos de «discapacidad» y «debilidad» que aparecen en El Derecho a Mutilar?
R: Creo que ambos libros plantean la pregunta de «¿qué hacemos para conseguir los que queremos?». Ensamblajes Terroristas lo hace en relación con os discursos liberales de la sexualidad y El Derecho a Mutilar, en relación con los derechos liberales de la discapacidad y esa especie de logros de los norteamericanos en este aspecto. La pregunta tiene que ver con el resultado de décadas de organización y lucha política.
Precisamente, ambos libros señalan las limitaciones de un horizonte liberal y el modo en que los proyectos que contempla son siempre insuficientes para delimitar las formas de violencia, particularmente, hacia las comunidades racializadas, queer, trans, etc.
Y, en términos de discapacidad y debilidad, primera comprende políticas de minorías o entendidas como una «identidad de las minorías» que necesita reconocimiento, mientras que la segunda señala una suerte de masificación del daño, así como existen partes del mundo que subsisten bajo el neocolonialismo o la explotación capitalista. Es decir, la debilidad no consiste en políticas de identidad en absoluto, sino que es el terreno dentro del cual la discapacidad ocupa su lugar como una identidad.
P.6: ¿Cómo ha estado usando Israel el pinkwashing en Oriente Medio?
R: Mis estudios más tempranos del turismo gay, que realicé alrededor de veinte años atrás, trataban acerca de cómo algunos destinos se vendían a sí mismos como «amigables para homosexuales» (gay-friendly) y, actualmente, se continúa por esta línea y se hace publicidad a través del pinkwashing. En el caso de Tel Aviv, se trata de una forma de capitalización que maquilla la ciudad como un refugio gay dentro de ese modelo de industria del turismo homosexual. Pero también confecciona ese estatus para justificar la invasión en Palestina de una «sociedad homofóbica».
Si pensamos en la industria del turismo gay, sucede que los destinos lavan su imagen y la violencia embebida en la sociedad para así producir localidades donde las personas homosexuales puedan viajar y disfrutar sin preocuparse de la homofobia. Pero, en la realidad, esa no es la cuestión. El pinkwashing se ha estado empleando de forma prolongada en el tiempo y, en el caso de Israel, enfocado siempre a reforzar su reputación internacional.
P.7: ¿Cómo afecta esto, junto con el homonacionalismo y el capitalismo rosa, a la perspectiva de las personas ajenas a la zona del conflicto?
R: A mi parecer, se trata de una forma de producir un «otro racial», es decir, retrógrado, homofóbico, que no merece soberanía de gobierno. Una forma en la que factores como pinkwashing o el homonacionalismo operaron en los noventa, por ejemplo, se dio al haber mucha gente que mostraba su solidaridad con Palestina, pero que señalaban la homofobia y el sexismo en su gente. Por lo que había una especie de «oferta solidaria condicionada» que siempre reproducía este «otro racial», a la par que un modelo de rescate en el que Occidente habría de salvar al queer subyugado del Sur global. Y pienso que sigue siendo esa la forma en que funciona hasta hoy en día.
P.8: ¿Cuál cree que es el papel de las universidades en este contexto?
R: En los Estados Unidos, las universidades se han convertido en la línea de combate de la represión fascistas. Independientemente de quién gane las elecciones, el papel represivo de estos centros frente al discurso sobre Palestina se vuelve cada vez más feroz e intenso. El caso es que las universidades reflejan las relaciones de poder entre Harris y Trump, y se está destruyendo la libertad académica y de expresión.