María Jesús Pariente Jiménz | Fotografía: Aghe (MJPJ)
Hubo un tiempo que un café acompañado de una masa panadera fermentada era visto como una amenaza que podía alejar al lector de la prensa impresa. Que nadie se engañe porque ahora no es así.
Al igual que, en su momento, se dio escucha a la queja justificada de tanto fumador pasivo para desterrar el humo de los locales, una operación que sacó por la puerta a fumadores y acompañantes.
También la ganancia de las cajas de pequeños bares montados al rebufo de indemnizaciones laborales de tiempos más florecientes.
Entonces ni los preocupados por su salud ni los que se inmolaban por absorción de nicotina pudieron con la crisis de euros y ánimo, pero hoy salimos de estado crítico y podemos albergar una esperanza.
Reconocer el instante de disfrute que depara leer la prensa tomando un café como un momento para dar tiempo a placer y que va unido a crear hábitos. Es un espacio sensorial que engancha y que causa bienestar y es algo que una empresa periodística conoce como una oportunidad como lo ha sido el AVE para el ferrocarril.
Percibir el incremento de nuevos bares, cafeterías, y la apuesta por tahonas de diseño es una noticia que va en paralelo con una coyuntura en la que se pueden dar bocanadas de esperanza en la charca del día a día.
Que el comercio se active, que en las calles aparezca toda una hilera de metáforas en rótulos que designan sobre soportes, simulando pizarras y caligrafía de antes, productos elaborados con harina, azucares, natas, cremas y chocolate, es tanto como acogerse a sagrado para la prensa impresa.
Como ocurría en ‘La Colmena’ hemos estado mucho tiempo a agua sin mojicones o cortitos de café.
Si hay tiempo y dinero habrá momentos para la prensa, para el deleite que ahora nos revenden como costumbres adoptadas como un ‘Halloween’ y un formato ‘Starbucks’, cuando este ya lo teníamos descubierto para momentos particulares o de encuentro de ideas.
Sin embargo, una nube oscurece este panorama de aliento al comprobar que – teniendo un punto de encuentro de los estudiantes de Periodismo en el Prado de la Magdalena, donde el trato y el ambiente son exquisitos y en el pasillo te asalta el aroma a horno como anticipo al efecto estimulante en sus versiones con leche, corto, para llevar – no hay periódicos para leer.
No solucionarlo, es para estar de mal café.