ALBA MIERES NAVEIRAS | Fotografía: Unsplash |
La RAE define la imparcialidad como ‘falta de designio anticipado o de prevención a favor o en contra de alguien o algo, juzgar o proceder con rectitud». Para que haya esta neutralidad en el periodismo, se tienen que dar una serie de características. Estas son: ser equilibrado con los temas y/o puntos de vista, plasmar un abanico extenso de ideas, buscar opiniones opuestas y asegurarse de que ninguna de estas quede excluida.
Sin embargo en el periodismo es difícil ser imparcial, ya que cada periodista tiene su propia opinión sobre el tema del que informa. Un profesional de la comunicación debe saber transmitir los hechos sin que sus ideas u opiniones influyan en ello. Sobre todo, si se trata de un tema más controvertido, ya que debería representar diferentes opiniones de ese hecho tan delicado.
Estos sucesos polémicos pueden ser de carácter político, económico, social, religioso o sobre derechos humanos. Lo complicado de informar sobre estos temas es tener que redactar o hablar sobre ellos aunque no estemos de acuerdo con lo que se dice. E incluso tener que presentar varias opiniones que nos parezcan repulsivas.
Para ello, lo ideal en todos los casos sería respetar la información fáctica, es decir, aquella que está basada en hechos y no en las opiniones. También siempre y cuando sea apropiado, se debe representar justamente las posturas opuestas acerca de un tema para poder ofrecer todas las ideas posibles. Por último, el periodista debe compartir todas las creencias a la audiencia de manera similar.

Sin embargo el profesional también tiene que ofrecer el derecho a réplica. Y es que, aunque se busque la imparcialidad mediante la consulta de expertos o académicos no se debe de asumir que éstos digan la verdad.
Por ello, se ha de reconocer el derecho de toda persona a defenderse de posibles difamaciones. En el derecho a la réplica es factible la defensa del honor, integridad y dignidad del individuo. Pero, a pesar de todo, hay ocasiones en las que otros factores influyen a la hora de ser imparcial. Por ejemplo, la línea editorial de un medio puede hacernos informar sobre ciertos asuntos y con un enfoque que para el periodista no sería el más adecuado.
Asimismo y en ocasiones, el propio medio de comunicación es el que promueve un tratamiento de la información más sensacionalista que justo. Esto se debe a los buenos resultados que obtiene al conseguir muchas visitas por parte de la audiencia. De igual forma, la publicidad también puede afectar a la imparcialidad. Al ser la principal fuente de ingresos de un medio de comunicación, tiene poder de decisión sobre los aspectos sobre los que se informa.
En definitiva, el debate que queda abierto sobre la imparcialidad se sitúa entre si es posible informar con total neutralidad, ya que el periodista tiene que dejar de lado sus ideales, y si los propios medios lo garantizan a su público.