La culpa es del frío

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SANDRA FERNÁNDEZ

Fotografía: Patricia Luceño

Mi principal aspiración en la vida es que el violinista de la calle Santiago me toque una de AC/DC. Que se rebele, que se vista de cuero y tachuelas y escupa en la permanente canosa de la primera anciana que se niegue a echarle una moneda. Que le robe un beso de película a la vendedora de castañas y le dedique un grafiti romántico en la fachada de El Corte Inglés. Que se tiña el pelo de verde y se tatúe a Marilyn Manson en el cuello. Lo que sea, pero que traiga un poco de vida a esta ciudad. Y que no pierda nunca esa sonrisa que lleva siempre y que tan bien le queda.

Valladolid es un pedacito de cielo donde los edificios tan blancos dan más luz cuando el día es gris, pero pocos valientes levantan la vista del suelo y de su ombligo para admirar el paisaje. Levantamos el cuello del abrigo largo y a lo nuestro. Nadie le da monedas al violinista, nadie compra castañas para ahuyentar el frío, nadie saluda a los mendigos que suplican en las iglesias. Las librerías están vacías y los bares con música en directo agonizan. Sólo José Zorrilla saluda a sus vecinos en Campo Grande. ¿Desde cuándo es un poeta muerto el tío alegre del pueblo?

Yo creo que la culpa es del frío. El frío, que te coge de la mano y no te suelta. Se te cala por los huesos y no te suelta, aunque busques restos de verano en los bolsillos y te frotes las manos. Y de tanto tiritar y pensar en nuestras cosas ya nadie se permite el lujo de reír. Cualquiera diría que en Valladolid se nos están congelando las sonrisas. Luego vienen del sur y nos critican, claro. Nadie se puede fiar de una ciudad que ignora a las vendedoras de castañas que remueven el invierno con cuidado en un tambor de metal humeante.

La culpa es del frío. Fijo. Y entre tantas hojas secas y tanto otoño entre los dedos, hay días en los que al único que le quedan ganas para reír es al músico con aires de Silvio y sonrisa de Krahe del que les hablaba antes. Y en realidad no necesito que me cante nada. En los tiempos que corren, mi única ambición en la vida es que en esta ciudad tan gris sea obligatorio sonreír a los mendigos y a los músicos. Que todos nos parezcamos un poco más al violinista de la calle Santiago. Que espantemos el frío con música. Que sonriamos. Falta nos hace.

[Este artículo ha sido seleccionado entre todos los presentados por los alumnos de Periodismo de Opinión de 3º A del Grado en Periodismo, asignatura impartida por la profesora Pilar Sánchez. La temática era la ciudad de Valladolid y la visión que tenían de ella. En la elección de los ganadores, se ha valorado su calidad gramatical y ortográfica, la narración clara y estructurada y la originalidad en el planteamiento del tema propuesto.]