JESÚS SANZ DEL CASTILLO | Fotografía: Pixabay |
Las retransmisiones deportivas no están atravesando su mejor momento. Con el paso del tiempo, el peso de las empresas y de los propietarios de los medios de comunicación marcan los límites que tiene un comentarista a la hora de narrar cualquier deporte.
El peso de las empresas en las retransmisiones deportivas
No es secreto de nadie que las empresas tienen influencia directa sobre los medios de comunicación. Esto, por ejemplo, se ve plasmado en las narraciones deportivas. El comentarista tiene que ser fiel a las órdenes de las grandes corporaciones y de sus propios jefes cuando narra cualquier evento deportivo. Es decir, si la competición está siendo aburrida, el comentarista no puede dar esa impresión y se tendrá que sacar un «as» de la manga para reenganchar a la audiencia. Sin embargo, esto no era así hace no mucho tiempo. En los tiempos de José María García, el periodismo era una fuente de libertad, en la que los periodistas podían «apretar» a los protagonistas con sus preguntas.
En el campo de la narración también ha habido cierta involución. Antes, los comentaristas se ceñían a la actualidad deportiva, sin esquivar comentarios críticos hacia lo que estaba sucediendo en pleno directo. Ahora eso es impensable, ya que en deportes como el ciclismo, el narrador está obligado ha transmitir una emoción muchas veces inexistente al telespectador. Lo mismo pasa con el fútbol cuando hay un partido sin ocasiones y sin buen juego.
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Carlos de Andrés: «No comentamos para los jefes, comentamos para la gente»
En una entrevista de Relevo, Carlos de Andrés y Javier Ares compartieron sus impresiones acerca de la situación del periodismo deportivo actual. Durante esta charla, ambos coincidieron en que los deportistas están excesivamente protegidos frente a los periodistas, y que eso no le hace ningún bien a ninguna parte. En lo referente a la narración, Carlos de Andrés comentó que un narrador no debería trabajar para el jefe, sino que lo debería hacen para el entretenimiento de la gente.
Ambos señalaron la pérdida de esa esencia periodística que ellos disfrutaron en sus primeros años. Las empresas y las grandes instituciones tienen influencia directa sobre los periodistas y los narradores, lo que provoca cierta falta de libertad de expresión. Como conclusión, ambos coincidieron en que los años de oro del periodismo ya han pasado y que, lo peor para ellos, es que no ven vuelta atrás.