Jesús Sanz del Castillo

Las guerras son una lacra social en las que los verdaderos perjudicados son los niños y las niñas de los propios países beligerantes. Los más pequeños se ven obligados a servir a su país en contra de su voluntad y se juegan la vida día a día


La infancia en el fuego cruzado

La infancia debería ser ese periodo marcado por la protección, el aprendizaje y la diversión. Sin embargo, son millones los niños y niñas que viven otra realidad completamente diferente. Los conflictos armados son un acontecimiento terrible para toda la sociedad, pero en especial, es demoledor para los más pequeños. Éstos se ven atrapados en situaciones de violencia extrema e incluso son reclutados por el ejército para inculcarles el uso de armas y de habilidades para hacer frente a la guerra. A pesar de los derechos que protegen la infancia, la aplicación de las leyes sigue siendo un desafío que plantea muchas cuestiones.

La infancia, en peligro

Los niños, desgraciadamente, no son meros espectadores pasivos en los conflictos bélicos, sino que se convierten en víctimas más vulnerables. Según la ONU, hay más de 400 millones de niños que viven en medio de un conflicto armado y sufren a diario, la violación de sus propios derechos humanos. El sufrimiento no sólo es físico, sino que también deja secuelas emocionales que pueden durar a lo largo de toda su vida, y les puede ocasionar dificultades para llevar una vida normal.

La losa del reclutamiento infantil, más viva que nunca

El reclutamiento es uno de los problemas más graves en los conflictos armados. Los niños son obligados a luchar y a servir a su país en calidad de espías o mensajeros. Incluso les preparan para cometer todo tipo de atrocidades. Según UNICEF, 250.000 niños están en medio de conflictos siendo soldados que sirven a su país a pesar de su corta edad. Este es un ejemplo de la explotación infantil a la que están expuestos los niños de cada país involucrado en una guerra. Estos datos, a su vez, dejan en evidencia a la legislación y a los compromisos internacionales.

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Protecciones internacionales insuficientes

Existen numerosas leyes que regulan estas situaciones de riesgo máximo para la sociedad. Por ejemplo, la Convención sobre los Derechos del Niño (1989). Este artículo es el más importante, ya que afirma que los niños tienen derecho a ser protegidos durante cualquier conflicto armado. Otro texto que regula esta situación es el Protocolo Facultativo (2000), que refuerza el anterior derecho y eleva la edad del reclutamiento militar hasta los 18 años. Por otro lado, los Convenios de Ginebra (1949) prohíben el reclutamiento militar a los menores de 15 años y aseguran a los niños una serie de cuidados durante conflictos. El Estatuto de Roma de la Corte Penal, por su parte, considera que la utilización de niños es conflictos armados es un crimen de guerra.

Sin embargo, el cumplimiento de estos derechos queda en entredicho. En muchas ocasiones, se produce una falta de responsabilidad por parte de las instituciones. La inestabilidad política y la falta de cooperación internacional hacen que el cumplimiento de estos derechos sean una misión muy compleja. También hay que contar con los grupos armados independientes del Estado, que se dedican a reclutar niños y no están obligados a cumplir con los derechos y tratados internacionales. Otro error muy recurrente es utilizar a los niños como imagen sensibilizadora durante un conflicto.

El reto del equilibrio

El principal reto es establecer un equilibrio entre las leyes protectoras y su aplicación efectiva. Aunque sobre el papel los tratados son efectivos, en la práctica dejan mucho que desear por la falta de responsabilidad y la dificultad de proteger a los niños, ya que no se asegura su protección de manera eficaz. Pese a ello, las ONG son claves con su trabajo para implementar esta seguridad, aunque quede mucho camino por recorrer. Aunque los derechos de los niños estén delineados, su cumplimiento sigue siendo una misión muy difícil. Pero la lucha no debe cesar, y para ello, la comunidad internacional tiene la responsabilidad moral de incrementar los esfuerzos para proteger a los más vulnerables en medio de la guerra.

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