ALEJANDRA BONEL GARCÍA | Fotografía: Mayela de Castro |
Agresividad de los modelos autoritarios. Polarización y políticas de represión. Desapego e incluso odio hacia los medios de comunicación. Empobrecimiento del periodismo de calidad. El 2020, un año que será recordado por la COVID-19 y todos esos factores que surgen a raíz de una pandemia mundial. Así ha comenzado una época decisiva para el periodismo, que sufrirá un fuerte impacto en su propio futuro próximo.
La organización de Reporteros Sin Fronteras alertó en su informe anual de la represión hacia la libertad de prensa, que se ha registrado durante la crisis del coronavirus. También ha publicado un ranking que informa de la posición de los países en cuanto a esta coacción. El secretario general de la RSF, Christophe Deloire, expuso que ‘la pandemia muestra factores negativos para el respeto al derecho de la información fiable’.
A España se le atribuye el puesto número 29, gracias a la calma que mostró en momentos cruciales para el deterioro de la libertad de la información. Hay fuerzas políticas que mantienen una fuerte lucha contra los medios de comunicación y que han llegado a vetar a periodistas de distintos medios, a los que han prohibido entrar a sus actos. Algunos organismos han considerado estas prohibiciones como un impedimento constante al derecho de la información, que se ha llevado a cabo sin escrúpulos.
Los simpatizantes de esta corriente política tampoco se han quedado atrás a la hora de atentar contra los comunicadores. Les han llegado a acosar por de cubrir comunicados e incluso a agredir de forma pública. También hay periodistas que han sido testigos de cómo les negaban el acceso a varios encuentros. En una situación inestable de polarización política surgen innumerables episodios de violencia. Cada vez se respeta menos la protección de las fuentes periodísticas y se obstaculiza más el acceso a la información.
En el punto de mira del libre ejercicio de la profesión se encuentran países como Corea del Norte, Malasia, Maldivas y Sudán, donde las violentas agresiones han sufrido un notable aumento. No es algo que haya nacido con la pandemia, pero sí se ha acentuado desde entonces.
Las fake news están al pie del cañón. En la UE, Hungría ha llegado a aprobar leyes que sancionan la difusión de las noticias falsas. Este tipo de bulos ha provocado el declive del periodismo y ha obstaculizado una profesión que se nutre de calidad, credibilidad e información veraz.
La COVID-19 ha provocado una crisis sanitaria, económica y social, que ha arrastrado consigo a la libertad de prensa, convertida en una víctima más. Se ha comprobado que numerosas medidas de emergencia tienen un fuerte impacto en la libertad de expresión. Es algo que no solo ocurre en países acostumbrados a esas restricciones, también lo hace en democracias. En ellas se ha votado a favor de crear leyes que limiten o ataquen a la prensa.
El Artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos señala la libertad de expresión como un derecho fundamental. Todos los gobiernos han impuesto medidas extraordinarias para frenar la situación de la pandemia. Muchas de estas decisiones han afectado a ciertas actividades, entre las que se encuentra la labor del periodista.