SANDRA FERNÁNDEZ LOMBARDÍA | Fotografía: Pixabay
En cuanto el ambiente se haya despejado por completo de su estrechez y de su mezquindad molesta, las mujeres podrán libremente consagrarse al periodismo, que solo ellas pueden hacer llegar a su pleno desarrollo (Magda Donato)
En un día de reivindicación como el de hoy, las redactoras de InformaUVa hemos decidido tomar la palabra y hablar de las mujeres que nos inspiran. Mujeres valientes que dedican su vida a la comunicación en un mundo de mordazas. Cada vez son más las escritoras y periodistas que protagonizan los márgenes de un periódico con columnas reposadas y reflexivas. Por ello, en este artículo, reivindicaremos a cuatro mujeres de referencia que enmarcan la prensa y que sobresalen por su estilo, su trayectoria y su tesón.
Elvira Lindo (Cádiz, 1962)
Toda mi generación descubrió a Elvira Lindo gracias a Manolito Gafotas. Además de su calidad como escritora, con la publicación de grandes novelas como Una palabra tuya (2005) o Lo que me queda por vivir (2010), la andaluza escribe con periodicidad semanal en El País desde hace ya más de quince años. Porque Lindo tiene algo curioso. Lindo es una máquina de escribir. Sofía Lázaro Gajón y María Angulo Egea analizan el estilo de la autora a partir de sus crónicas sobre la ciudad de Nueva York en Crónica y Mirada (2013) y llegan a una conclusión clave: Lindo es una experta del humor honesto:
Lindo sale a la calle, donde, dice, pasa la mayor parte del tiempo, observa y narra lo que sucede bajo su mirada. Una mirada atenta, costumbrista y cercana. Habla al lector como una confidente, con la ironía como arma empática. El tono humorístico que suele atisbarse en sus crónicas, de manera más o menos explícita, es sin duda un acierto y un modo inapelable de acercarse al lector.
Lindo es también una máquina de recursos literarios que afina y bambolea a su antojo. Su base técnica en la literatura hace que sus crónicas y artículos atrapen al lector con la fuerza de un bestseller. El detalle de sus escenas, el empleo sutil de hipérboles y metáforas que aligeran la lectura y la temática de sus columnas y crónicas, siempre revestidas de un enfoque y una luz distinta, hace que su pluma sea una de las más sinceras en su cabecera. Lindo es una de las máquinas de escribir más inspiradoras de su generación.
Maruja Torres (Barcelona, 1943)
La periodista Maruja Torres escribe actualmente para eldiario.es, Jot Down y Mongolia. Su carta de presentación en este primer medio dice más de ella que cualquier biografía autorizada:
Cuando la Transición me fui a buscar trabajo a Madrid, y entré en El País, primero como colaboradora y luego como columnista y redactora. He hecho periodismo cultural -y también de girl friday- y en conflictos, incluidas guerras. Pero creedme: nada más peligroso que una redacción potente llena de ambiciosos. En 1984 me fui de El País a Cambio 16, en donde empecé a viajar. Regresé a El País, con honores -a hacer, teóricamente, lo que quería-, en 1987. Oriente Próximo, América Latina, África. Y columnas de opinión, hasta que opiné demasiado.
Es otra reina del humor y de la sinceridad cruda. Habla de política desde las tripas, reflexiona sobre los temas más vetados y escupe desde una sabiduría reposada, desde esa comodidad en las líneas que se escriben cuando sabes muy bien de lo que estás hablando. Sus artículos de temática feminista son leídos y absorbidos con confianza y devoción por generaciones enteras. Maruja es una referente como periodista y como mujer. Lo que todas queremos ser de mayor.
Leila Guerriero (Junín, Argentina, 1967)
Guerriero es tal vez, junto a Martín Caparrós, una de las voces argentinas más interesantes y más sonadas en los pasillos de las facultades. Otra autora de referencia, dueña de ese estilo lationamericano que cuenta lo que pasa dentro de una neblina de vocabulario que nos suena tan lejano pero que tan bien se entiende. Que tan bien transmite. Un fragmento de su artículo sobre el funeral del escritor Ricardo Piglia resume en pocas líneas el alcance de su estilo:
Cuando el sepulturero preguntó si alguien quería despedirse, Gusmán se acercó con paso discreto a la tumba todavía abierta y dijo algunas cosas. Yo sólo recuerdo una frase: “Adiós al amigo”. Aunque escuché atentamente y puedo decir que estuve ahí, en el cementerio de la Chacarita, en Buenos Aires, el sábado 7 de enero de 2017 a la una del mediodía, en el entierro de Ricardo Piglia, no recuerdo nada más. La pena me hizo olvidarlo. Todo fue breve, humilde. Los sepultureros echaron tierra sobre el ataúd —que tenía una placa con su nombre, Ricardo Emilio Piglia, y la fecha de su muerte: 6 de enero de 2017— y, una vez terminada la faena, uno de ellos, de pie sobre el túmulo, anunció —con el tono desaprensivo de quien repite lo mismo diez veces por día— que el personal de la empresa fúnebre entregaría a los familiares una tarjeta con el número y la ubicación de la tumba, y que al día siguiente pondrían una cruz de madera.
Es esa mezcla de información sopesada y de literatura de digestión lenta lo que hace de Leila Guerriero toda una referente como articulista y como cronista en el marco del Nuevo Periodismo.
Almudena Grandes (Madrid, 1960)
Aprender a escribir es aprender a hacer lo que hace Grandes. Ni más, ni menos. Sus columnas en El País abarcan toda la gama imaginable de temas, pero casi siempre enfocadas desde un punto de vista personal, desde una forma íntima de ver las cosas que hacen de su mirada una ventana a algo distinto. Un buen ejemplo de esto es su artículo de hoy sobre las mujeres que sufrieron la represión franquista en nuestro país, el tema central de Sólo son mujeres, una nueva obra multidisciplinar de danza y música dirigida por Carme Portaceli:
No sólo habían perdido una guerra. Muchas perdieron mucho más. A sus hombres, muertos, exiliados, presos, huidos, desaparecidos. Y sus casas, sus tierras, sus negocios. Los medios de subsistencia que sus familias habían practicado durante generaciones fueron prohibidos en un país donde los vencedores lo nacionalizaron todo en su propio beneficio, desde el marisqueo y la venta espontánea de productos artesanos hasta la recogida del esparto, una planta que crece sola, sin que nadie la plante, en medio del monte. Para ellas todo era ilegal, todo estraperlo. Desde la distancia, es fácil sospechar que la hostilidad del Estado franquista contra las mujeres de los rojos sostuvo una estrategia de exterminio perfectamente planificada. Ellas sabían que cualquier error podría implicar que les quitaran a sus hijos, así que también aprendieron a incumplir la ley sin cometer errores. Y subsistieron, luego vivieron, por fin prosperaron.
Grandes habla de los problemas de todos porque también son los suyos. Siempre del lado del desprotegido, su columnas suelen reflejar una preocupación de temática social, expuestas también en su última novela, Los besos en el pan (2015), una obra coral que muestra la sacudida de la crisis española de 2008 en la vida de distintos personajes que se entrecruzan en su camino de superación. El estilo maduro y sopesado del que presume desde hace décadas es lo que hace de Grandes otra gran columnista de referencia para cualquier estudiante de Periodismo que aspire a ocupar los márgenes de un periódico con sus palabras.