IRIS LEÓN ANTOLÍN | FOTOGRAFÍA: Wikipedia
“Fantasmas, desvaneceos: Su fe nos salva… volveos a vuestros sepulcros, pues la voluntad de Dios es…”, este pequeño fragmento pertenece a la obra magna de José Zorrilla, Don Juan Tenorio, en donde los fantasmas tienen el mismo protagonismo que los vivos. Sin embargo, esta no es la única historia del autor que gira en torno a los espíritus. Además de que esta fijación por ententes paranormales viene de una experiencia personal durante la infancia.
José Zorrilla nace en Valladolid en 1817. Es uno de los escritores más prolíferos durante el siglo XIX y gran exponente del denominado “romanticismo” en España. Sobre todo, es conocido por sus piezas teatrales como Traidor, inconfeso y mártir o El zapatero y el Rey. También, son famosas algunas leyendas como A buen juez mejor testigo o El capitán Montoya. Su estilo se caracteriza por ser muy lírico, aun cuando escribía en prosa. Sus historias suelen estar relacionados con personajes históricos como en el caso del El zapatero y el rey, donde se centra en la figura histórica de Pedro I de Castilla o en leyendas de diversas ciudades españolas. Además, sus narraciones siempre tienen un halo misterioso, religioso y relacionado con lo sobrenatural.

Los fantasmas de Zorrilla empezaron antes que sus obras, cuando tan solo era un niño. En su casa de Valladolid, él solía jugar en una pequeña habitación para los invitados, un día entró y vio que había una señora de mediana edad ahí. La mujer estuvo un rato con él y le confesó ser su abuela paterna, Nicolasa. Emocionado, fue a contárselo a sus padres, pero no lo creyeron, ya que estaba muerta. Después de unos años, Zorrilla reconoció el retrato de su abuela. Su padre estaba sorprendido porque era extraño conocer a alguien que había muerto antes de que el escritor naciera, así que entre dientes creyó en la historia.
Este no fue el único fenómeno del que el escritor vallisoletano dio constancia, ya que cuando era muy pequeño contó que se le apareció un caballero cristiano al que había visto en la Iglesia de San Martín en Valladolid. Desde luego, estos acontecimientos fueron la influencia, además del romanticismo (movimiento artístico que quería recordar el pasado glorioso de las naciones y sus leyendas de una forma onírica y fantástica), que forjaron las entrañables historias de Don José Zorrilla.
Lo sobrenatural, lo que escapa más allá de lo humano y la razón es un patrón recurrente en sus obras. El ejemplo honorífico es Don Juan Tenorio. Este drama religioso-fantástico está contextualizado durante los últimos años del reinado de Carlos I en Sevilla. Trata la historia de dos hombres, Don Luis Mejías y Don Juan Tenorio; quienes hacen una apuesta para ver quién es el más mujeriego de los dos. Tenorio, quien se burla de todos los valores sociales y religiosos de la época, malvive a base de apuestas y duelos. Al pasar los meses tras su trato, conoce a Doña Inés y esta se enamora de él. Sin embargo, todo acaba en muerte y al final de la obra los espíritus aparecen para juzgar al protagonista.

Curiosamente, la historia comienza en carnavales y termina en el Día de los Difuntos, por lo que siempre se representa los primeros días de noviembre. Asimismo, Zorrilla se inspira en uno de los clichés que más abundó en la literatura universal, el Don Juan o también denominado donjuanismo. Este personaje suele ser representado como un hombre atractivo, osado y temerario cuya única fijación es la seducción de mujeres. Al aparecer, fue Tirso de Molina con El burlador de Sevilla quien introdujo este patrón en España, por eso un sinónimo de don Juan sería burlador. Asimismo, se piensa que Zorrilla se inspiró en personas reales para crear su obra. Estos podrían haber sido Miguel Mañara, quien vivió durante el siglo XVII en Sevilla, o Jacobo de Grattis, reconocida figura madrileña del siglo XVI.
