Miguel Li Fernández Fernández | Fotografía: pixabay
365 días han pasado desde que a las seis de la mañana, en todas las radios de España y a lo largo de todo el día se escuchara la frase: “Ha empezado una guerra en Europa”.
A las seis de la mañana en Moscú, el todopoderoso Vladimir Putin puso patas arriba el mundo, truncó la vida de más de cuarenta millones de personas. Si hay un momento destacable de esas horas fue cuando en la sede de la ONU, en una reunión, el portavoz ucraniano mandó al infierno al líder ruso dirigiéndose a su homólogo ruso.
Un año después aquí estamos, viviendo en segunda persona la guerra, desde la distancia, sin sangre, pero con la sangría de una inflación. Hace un año medio mundo se posicionó a favor del agredido.
Fuimos y somos testigos de una guerra en nuestro continente y que es contada por los periodistas y sus técnicos de los medios que están desplazados en la zona. En un primer momento todos los analistas pronosticaron la caída de Kiev en pocos días, pero como todos sabemos eso no ha pasado, gracias a la resistencia ucraniana y a la ayuda internacional.
Pero vayamos a mirar el prisma desde la primera persona. Según una investigación del diario El País, las sirenas sonaron en su mayoría durante los primeros meses. La vida en Ucrania, en la retaguardia, es una cotidiana con la excepción de las sirenas que avisan de las bombas. Estas sirenas ya no tienen protagonismo, es como la gente pensase que fuera de una ambulancia.
Lo que ha pasado desde el minuto cero es que los ciudadanos de Ucrania: de Donetsk a Leópolis pasando por Kiev, han salido a las calles para proclamar su libertad, su modo de vida en su patria; en este caso con armas.
Toda una partida de ajedrez entre David y Goliat y que ahora mismo estaba en tablas. Pero esta batalla no se libra solo en Ucrania, sino también en cifras que no voy a enumerar pero que notamos en nuestros bolsillos. Los historiadores del futuro puede que describan esta contienda como una Guerra Fría 2.0 por los tiempos en los que se libra y por las formas. Las redes sociales y la tecnología
En una época de bulos, los verificadores de las redacciones han tenido material para rato, sobre todo en los primeros días de la guerra. Por otra parte, los soldados se volvieron virales por sus historias en el frente que eran colgadas en plataformas como TikTok; y los ciudadanos.
Se puede decir que el periodismo de guerra ha cambiado mucho, pero sin olvidar que los hechos se cuentan de la mano periodistas. Es por ello que en toda la guerra los principales medios de todo el mundo y también España, han mandado a corresponsales de guerra. Todo el mundo se fija en lo que cuentan, los sonidos de la guerra se recogen en cuentas de Spotify, pero la guerra no entiende de observadores.
Sobre el terreno han muerto ocho periodistas de guerra y diecinueve heridos, según Reporteros Sin Fronteras (RSF). Esta misma institución ha publicado que más de doce mil periodistas han pisado territorio bélico par contar lo que está pasando. RSF ha interpuesto, ante la fiscalía ucraniana, siete denuncias por crímenes de guerra por parte de Rusia que corresponden a 44 ataques que han afectado a más de un centenar d periodistas.
Si hablamos de cifras nacionales, RSF ha reportado que dieciséis bombardeos han ido contra torres de televisión y se estima que 217 medios ucranianos han cerrado debido a que problemas logísticos o bien por falta de personal que ha huido o bien porque se han unido a filas.
Las historias sobre y del periodismo son las que desvelan la verdad ante el mundo. Los medios nacionales se han unido y ahora emiten de forma colaborativa y con una coordinación obligatoria para dar un servicio público de calidad en tiempos de guerra. Estos periodistas y comunicadores aportan un elemento de esperanza y a veces, salvan vidas.
Aunque parezca una frivolidad, el periodista no trabaja para ganar mucho dinero, porque no es así en la mayoría de casos, sino para dar un servicio público y sin presiones. Una declaración muy idílica que no se cumple en esta guerra debido a que por la parte rusa no se permite la prensa no oficialista. En la práctica no se puede hablar de guerra y periodistas de la reputada BBC o RTVE sin ir más lejos han tenido que exiliarse. en cuestión de unos días la poca libertad de prensa que existía en el país se quemaba, aunque ahora se está recuperando poco a poco.
No nos podemos olvidar de otro asunto y es que un periodista español está encarcelado en Polonia por supuesto espionaje en pro de Rusia, por solos su descendencia Pablo González Yagüe está en una prisión polaca acusado de espionaje. La realidad es que el da parte de su sueldo a un familiar que vive en Rusia, pero las autoridades polacas no lo ven desde ese prisma.
Esta guerra que sigue vigente es la de los misiles y la de la información y parece que va a durar mucho más tiempo. Hay expertos que no se puede hablar de paz o rendición por alguna de las partes, sino de una tregua no oficial y tener una tensión continua como la que se vive entre Corea del Norte y Corea de Sur al igual que sus vecinos, o Israel y Palestina.
Han pasado muchas cosas en tan poco tiempo que la gente ha perdido la cuenta de las atrocidades de Bucha entre otras ciudades. Es eso uno de los miedos de los ucranianos, que normalicemos su drama y les olvidemos. Eso dependerá del periodismo, de que los mensajeros no se vayan.