Pelayo Durán Abril | Fotografía: Istock
Me gustaría dar mi perspectiva sobre la sociedad a gracia de una charla ejercida en mi universidad, en la que se proponía el siguiente tema a debate: “¿Qué implicación psicológica tiene la vida en la urbe?”
Si es verdad que los temas fundamentales eran irrebatibles, la ansiedad generada por las grandes aglomeraciones y vida exprés, los sentimientos de no pertenecer entre la masa o la polarización, que hoy más que nunca, se crea dado las diferencias salariales en una misma localización. Era la solución propuesta la que me daba vértigo, pues se planteó constantemente un parón brusco o un éxodo urbano.
Para explicar por qué me parecen soluciones nefastas os adentrare en mis más profundas reflexiones sobre la vida en la ciudad. Primeramente, no creo que una ciudad, localización inerte que nos aguarda, sea culpable de nada, un boxeador herido no es lastimado por el guante del oponente, sino por la fuerza que ejerce quién está tras el, y bien, ¿Qué o quién está tras la ciudad? Tras las grandes urbes se encuentra ni más ni menos que el sistema económico actual, el capitalismo, todos hemos estudiado el inicio de las ciudades, con sus ensanches y barrios burgueses, estos se retrotraen a las revoluciones industriales, máximas exponentes del capitalismo.
Tras la génesis de localizaciones que concentran tanta cantidad de personas aparece otro protagonista principal, la exigencia, impartida por agentes externos, como jefes o familiares, como por uno mismo, siendo prisioneros alienados por dogmas de exigencia, inmediatez y productividad, con el afán de producir más y más.
Por todo ello la actual sociedad me gusta denominarla sociedad del rendimiento, en la que a diario debes realizar más que el día anterior o si no eres una decepción, una oveja negra, un fuera del sistema y eso no interesa. Retomando ahora mi temor a salir de golpe de este ciclo me gusta proponer una metáfora, asemejando a las personas corrientes, con sus metas, sus sueños, sus derechos y deberes con un hámster, al que en su pequeña jaula solo le depositas agua, comida y una rueda para que juegue.
Esta rueda aumenta su velocidad cuanto más rápido corres en ella, en el momento que el hámster decide que no puede más, si se para de golpe dentro de la rueda sufrirá un golpe considerable al igual, pienso, que nos pasaría a nosotros si pretendiésemos salir de golpe de nuestra rueda particular, nuestra ciudad, nuestra sociedad del rendimiento.
Sobre el papel es un tema angustiante pero que suena lejano, exagerado o incluso falso en oídos de muchas personas, pero esos mismos que creen ser falsas las consecuencias negativas de este mundo, deberían tener una conversación con aquellos que son enviados a la fuerza a un psicólogo, a tomar drogas legales que amansen las bestias internas o que toman decisiones irrevocables y muy radicales debido a depresiones derivadas de la ansiedad.
Es un tema al que se le debe dar visibilidad y no tratarlo como algo ajeno a nosotros puesto que somos las víctimas de esta historia.