SANDRA SORIA ALONSO | Fotografía: Sandra Soria |
Siglo XXI, inicio de una nueva década, año 2020. Una pandemia se convierte en la principal preocupación del mundo, mientras los problemas ambientales dejan huella en el planeta. La contaminación perjudica gravemente la salud de las personas, así como el aumento de las enfermedades crónicas desde el nacimiento. Dolencias que suponen un factor de riesgo en caso de contagio por COVID-19. El 22 de abril, Día Internacional de la Madre Tierra es el momento ideal para reflexionar sobre los cuidados que merece el planeta y dar el paso a ser parte del cambio.
Un informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente confirma que la contaminación del aire, derivada de la acción humana, es responsable del 13 % de las muertes registradas en Europa. Otra de las amenazas ambientales para la salud en el continente europeo es la contaminación acústica, así como los efectos del cambio climático.
Virginijus Sinkevičius, Comisario de Medio Ambiente, Océanos y Pesca, explica:
Existe una relación evidente entre el estado del medio ambiente y la salud de la población
Según el estudio de Carga Mundial de Morbilidad (“Global Burden of Disease”), la contaminación atmosférica es un agravante para las personas que sufren enfermedades cardiovasculares. Pero lo que más preocupa actualmente a los expertos es que un nivel de contaminación del aire elevado podría estar vinculado a un incremento en la tasa de mortalidad por la pandemia. Un estudio en fase de revisión, procedente de la Universidad de Harvard, expone, tras una minuciosa investigación en Estados Unidos, que:
El aumento de un micrómetro de partículas finas (PM2,5) por metro cúbico de aire estaría asociado con un incremento de un 15% de la tasa de mortalidad por Covid-19
Unos informes científicos recientes del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) revelan una conexión entre la polución del aire y la infección por la COVID-19. A través de los datos preliminares han resaltado dos hipótesis. La primera señala las partículas de contaminación PM, ‘medidas en ambientes tanto industriales como urbanos’, como transmisoras de ARN del Sars-CoV-2. Por lo tanto, debido a este vector el virus ‘podría aumentar su tiempo de permanencia en la atmósfera’.
En la segunda hipótesis, los científicos del ISCIII apuntan que ‘las personas que están expuestas de forma habitual a altos niveles de contaminación en las ciudades presentan mayor vulnerabilidad cardiorrespiratoria’. Y, de acuerdo con un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), las personas que padecen enfermedades cardiovasculares y respiratorias corren un riesgo mayor en caso de contagio por coronavirus. Por tanto, la exposición a la polución puede ser la causa de estas afecciones que, a su vez, son un factor de riesgo en esta pandemia. Los investigadores del ISCII reclaman que estas hipótesis sean analizadas con más profundidad.
Según los expertos, el aumento de enfermedades se debe, en muchos casos, al incremento de la contaminación en los últimos años. Sin embargo, y aunque suene contradictorio, una pandemia también puede ser la causa de la disminución en las emisiones de polución en España.
El 14 de marzo, el Gobierno declaró el estado de alarma en España para limitar la circulación en el país y, con esta medida, frenar los contagios por coronavirus. Uno de los muchos resultados de estas restricciones en la movilidad fue la reducción de los transportes, la actividad industrial y la generación de electricidad. De acuerdo con un informe de Ecologistas en Acción, estas tres son fuentes principales de la emisión de los contaminantes en la atmósfera.
Esta disminución de los gases contaminantes ha sido notable en los dos meses y medio del primer estado de alarma. Contra todo pronóstico, las nuevas formas de vida han prolongado en el tiempo el cuidado del medio ambiente. Los hábitos sociales, el teletrabajo, el cierre o la suspensión de la actividad laboral y el impacto en el turismo conllevan transformaciones positivas en la contaminación.
El tráfico en las grandes ciudades, como Madrid, es uno de los principales factores en la calidad del aire urbano. La caída de la circulación y sus emisiones ha provocado una mejora de la calidad del aire, a pesar de que se produzca en una situación tan excepcional como la que vivimos.
Sin embargo, la pandemia también ha revertido en la contaminación de forma negativa. La otra cara de la moneda son los plásticos. Con todo, este año convulso ha cambiado el curso extintivo de este material de un solo uso. La marea de plásticos en 2020 ha aumentado exponencialmente de forma global. Mascarillas, guantes y máscaras protectoras nos protegen del coronavirus, pero suponen una cantidad ingente de este componente, la mayoría desechables.
Hoy en día, los océanos son un mar de plásticos. Según la Comisión Europea, el 80 % de la basura marina procede de este material y de este porcentaje, se deduce que la mitad son de un solo uso. Por eso, este año destaca por la prohibición definitiva de los plásticos de un solo uso en todos los países miembros de la Unión Europea. 2021 implica el final de los platos, cubiertos, pajitas, bastoncillos … que usamos solo una vez y luego desechamos.
Las restricciones, como consecuencia del impacto de la COVID-19 en la sociedad, son un arma de doble filo. Por un lado, ha disminuido la contaminación del aire, debido a las limitaciones en la movilidad y la actividad laboral. Por otro lado, el uso masivo de mascarillas y guantes amenaza el medio ambiente, precisamente cuando los plásticos de un solo uso iban a tocar su fin.