Debatir sobre la propia argumentación

0
1142
NORA ARAGÓN BASTERRECHEA y RUBÉN VEGA JUSTO  |  Fotografías: Rubén Vega

La argumentación, como tema de debate filosófico, inundó el Aula 1 de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valladolid durante los días 9, 10 y 11 de marzo. Y lo hizo bajo el epíteto ‘Ética y racionalidad en el discurso público’. El motivo de la convocatoria fue la presencia de Lilian Bermejo-Luque, investigadora ‘Ramón y Cajal’ del Área de Filosofía Moral de la Universidad de Granada. El número de asistentes al evento no fue muy extenso, pero su participación y atención fueron mayores. Al pequeño recinto de la Facultad acudieron personas longevas -y no tanto- que mantuvieron durante todo momento su atención sobre la ponente.

Bermejo inició sonriente la primera ponencia -de las tres de las que constaban las jornadas- bajo el título ‘Multiculturalismo: entre la mezquina tolerancia y la esquiva fraternidad’. La cuestión tratada fue la postura que se debe adoptar en situaciones de desacuerdo ideológico, cultural o religioso con otros individuos. En estos términos, el filósofo árabe Averroes fue uno de los primeros pensadores que divagó sobre el concepto ‘tolerancia’.

La cultura que dio a luz a este conocido pensador es la misma que convive día a día con lapidaciones a mujeres infieles, abortos mal ejecutados y mutilaciones y ablaciones infantiles. Todos estos actos son recibidos por la comunidad occidental como algo que debe ser erradicado. Sobre ello, la investigadora opina que no se deberían tolerar las creencias que guardan intolerancia en sí mismas por agredir los derechos humanos, añadiendo que la tolerancia no es un término aplicable a todos los individuos.

Otra idea relacionada con el multiculturalismo es la de ‘fraternidad’, un ideal ambiguo que apela a la necesidad psicológica de los individuos de estar entre iguales. El concepto siempre tuvo una gran influencia en la sociedad occidental debido a la transcendencia del cristianismo. La Biblia versa: “Todos somos hermanos”, y en ella se presenta el «nosotros” como un todo más poderoso que “los otros”.

La investigadora sostuvo que la argumentación es una buena estrategia para resolver el dilema que presenta el concepto ‘fraternidad’, ya que se trata de una noción ambigua y difícil de valorar. Este principio lo continuó el segundo día de ponencia, donde agradeció de nuevo la presencia de los presentes. La charla titulada ‘Negociación vs. Deliberación: ¿hablando se entiende la gente?’. Un total de 32 personas ocupaban las 62 sillas de las que dispone la pequeña clase 1 de Filosofía y Letras. La voz de la ponente temblaba con levedad en los primeros minutos de su participación, cuando se encontraba explicando los objetivos de la sesión y aún, esporádicamente, entraba público en la sala. Pronto, la especialista se soltó.

Una serie de ideas enrevesadas -pero lógicas- para quien no es dado a la filosofía rondaron la sala. Bermejo comenzó dando una explicación de su visión de la argumentación: “Es un método abierto, mi idea es transmitir que la argumentación es posible”, explicó contradiciendo a aquellos autores relativistas que teorizan que la argumentación está limitada exclusivamente a los hombres de Occidente. Pérez Márquez, uno de los pioneros en el estudio de la teoría de la argumentación (junto a Toulmin), sostenía que la buena argumentación es la que consigue la persuasión de una audiencia universal.

En tierras occidentales, se intenta hacer razonar al prójimo -con una serie de argumentos, de premisas- a través de la palabra. El objetivo no es otro que el de persuadir al destinatario del mensaje, pero no siempre es posible. En todo caso la argumentación siempre será la herramienta que justifique lo que se quiere transmitir, aunque no por ello se consiga persuadir. Es algo que se ve a diario en el panorama político español y con más intensidad hoy debido a la necesidad de un pacto para formar Gobierno.

Bermejo incidió en la idea: aunque se persuada, no siempre se argumenta. Una amenaza -por ejemplo- no es una argumentación, aunque sí se logre persuadir. Las culturas de algunas facciones proclamadas islámicas -aunque el Islam no conlleva la práctica violenta- logran convencer infundiendo el terror mediante decapitaciones, actos terroristas y demás formas… ¿Es eso persuasión? La filósofa justificó que no. Bermejo reprodujo una serie de ideas de distintos autores clásicos como R. Pinto, del que citó: “argumentar es el intento de modificar actitudes conscientes a través de medios racionales”. Mientras, los asistentes garabateaban en sus libretas distintas ideas intricadas pero conexas y que adquirían significado.

En la tercera y última charla, oficiada el 11 de marzo, ‘No le pidas peras a Habermas. Una teoría de la argumentación’la ponente indagó en los distintos enfoques posibles durante su hora y media de discurso. El enfoque diálectico, por un lado, es un procedimiento regulado por unas normas; según él, el procedimiento sólo es positivo si se cumplen las normas prefijadas. El retórico, por su parte, es un proceso comunicativo que engloba las respuestas del oyente. Cuanto mejor se logre persuadir, más efectividad tendrá su argumentación. El epistémico como un procedimiento para conseguir el conocimiento. Y por último, el lingüístico, que caracteriza la argumentación como una práctica comunicativa en la que tiene importancia el carácter semántico. En esta charla teorizó cuáles eran los mejores procedimientos de argumentación.

Aunque lo más esperado del día, aparte de la exposición de Bermejo, fue el debate que hubo entre la profesional y un público que rebatió con ferocidad durante media hora ‘de tú a tú’. Las dos últimas horas de reunión tocaban a su fin cuando uno de los presentes lamentaba que las jornadas concluyesen. Para los filósofos, como afirmó uno de los asistentes, que un debate sobre filosofía tenga fin resulta contradictorio. Pese a todo, el tiempo pactado se había acabado y, al son de los aplausos que resonaban en el aula, el número de personas iba reduciéndose sin marcha atrás. Tras la charla, eso sí, Lilian y parte del público se quedó debatiendo en los pasillos de la facultad. Probablemente sea la primera de muchas disputas sobre la propia discusión.