ALICIA GALLEGO MENÉNDEZ  |  Fotografía: Pixabay  |

La ética, según el diccionario de la RAE, es “un conjunto de normas morales que rigen la conducta de la persona en cualquier ámbito de vida”. En cuanto al periodismo, la ética debe ser uno de sus pilares, y todos los periodistas han de tenerla como uno de los valores fundamentales si se quiere realizar un buen ejercicio de esta profesión.

“Podríamos afirmar que sin Ética no hay Periodismo. Si el periodista no respeta los valores, obligaciones y responsabilidades que caracterizan su peculiar quehacer informativo, la calidad se resiente, su credibilidad queda en entredicho y la desconfianza del público merma considerablemente su función social. Un servicio a la sociedad que está presidido ante todo por los imperativos de la verdad y el interés público.” (Real Rodríguez, 2010)

El periodismo de inmersión es un periodismo de investigación en el que el profesional vive la experiencia en primera persona. Sin embargo, no hay que confundirlo con el periodismo encubierto –y es ahí donde radica la cuestión ética-, en el que el periodista adquiere una identidad falsa o se hace pasar por otra persona mientras hace, a escondidas, su trabajo profesional.

Un ejemplo de periodismo de inmersión es Antonio López Hidalgo, periodista y autor del libro Periodismo de inmersión para desenmascarar la realidad. Y un ejemplo de periodismo encubierto es Lydia Cacho, periodista que trazó un “mapa de la prostitución” y la trata sexual en Esclavas del poder. Lydia Cacho vivía tras la identidad de monja, unas veces, de prostituta, otras, para vivir en su piel las experiencias que iba a tratar de explicar en su proyecto de investigación.

¿Dónde está el límite? En muchas ocasiones resulta realmente difícil poner un límite a “la buena intención” de los profesionales cuando realizan prácticas como el periodismo encubierto en su trabajo. Es, por ese motivo, por lo que se recurre a la cuestión de la ética periodística. El periodista debe tratar de contar la realidad, sin alterarla. En el momento en que se introducen dentro del ‘día a día’ -o de la situación que vayan a investigar- sin que la gente en la que se van a basar sepa que son periodistas, van a alterar la realidad, están incorporando un elemento falso en la historia: su propia identidad.

Javier Darío Restrepo, en el Consultorio Ético de la FNPI, explica que no es lo mismo un “periodista que miente sobre su identidad y actúa como un infiltrado” que otro periodista que “convive con la gente como periodista y corre los naturales riesgos e incomodidades de la inmersión porque busca la verdad completa de las víctimas”. Con esto, además de reforzar lo dicho anteriormente sobre la diferencia entre la diferencia ética entre el periodismo de inmersión y el encubierto, también hace una alusión a los riesgos que sufren tan a menudo los profesionales cuando deciden llevar a cabo un proyecto de investigación infiltrándose directamente en la realidad, sin más impedimentos para acceder a la información que el peligro que pueden correr al tratar de desvelar una realidad oculta, tergiversada –falseada- o poco conocida.  El propio Darío Restrepo ponía el ejemplo de un periodista que “se va a vivir a una vereda acosada por los bandidos, o los guerrilleros o los paramilitares”.

La reportera Lisette Poole es otro ejemplo de periodismo de inmersión. Poole realizó un proyecto de investigación sobre “dos cubanas que migraron a Estados Unidos atravesando 13 países de América Latina”, con el sumo cuidado de no faltar a la ética. Ella misma describía la importancia de ser sincera con las personas que iban a protagonizar su reportaje, ya no solo porque al ser un reportaje gráfico “iba a tener que hacer un registro fotográfico de todo”, sino porque “le parecía un engaño –para las mujeres cubanas y para los espectadores de su historia- no hacerlo”. Explicaba, también, la importancia de mantener una “relación laboral” con los protagonistas de la historia, sin pasar a tener una relación demasiado estrecha como puede ser una “relación personal”.

¿Por qué? Porque en el momento en que pasas a tener una “relación más personal que laboral”, corres el riesgo de cambiar el curso de la historia. La propia Poole contaba que, en su viaje, trataba continuamente de no involucrarse para no ser la causa de ningún tipo de cambio -más allá del conocimiento de ellas de su profesión periodística y su proyecto de realizar un reportaje-.

“Como se es parte de la historia es clave tener cuidado para no entrar a cambiarla. Hay que mantener el rol del espectador que ve y vive la historia para luego contarla.” (Lisette Poole)