Ainara Álvarez González | Fotografía: DeviantArt |
Las princesas Disney han sido figuras fundamentales en la infancia de millones de niños y niñas en todo el mundo. A lo largo de los años, estos personajes han pasado por una evolución significativa, pasando de modelos de belleza idealizada y dependencia a ser protagonistas fuertes, diversas y empoderadas.
Las princesas Disney clásicas: estereotipo y rol pasivo
Desde el estreno de Blancanieves y los siete enanitos (1937), las princesas Disney se caracterizaron por encarnar el ideal de belleza femenina: delgadas, con grandes ojos, cuerpos estilizados y una imagen impecable. Personajes como la Cenicienta, Blancanieves o la Sirenita seguían una narrativa común: eran bellas, pero vulnerables, desvalidas y necesitaban ser rescatadas por un príncipe.
Este modelo perpetuaba estereotipos de género en los que las mujeres eran vistas como el «sexo débil», cuyo valor dependía de su apariencia física y de su relación con los hombres. Además, las historias giraban casi exclusivamente en torno al amor romántico, lo que limitaba la percepción de los niños sobre el papel de las mujeres en la sociedad. Esta representación planteaba un modelo difícil de alcanzar, afectando a la autoestima de las niñas al hacerlas identificar la belleza física con el éxito personal.
El impacto negativo en la autoestima infantil
Uno de los efectos más perjudiciales de estos estereotipos fue la creación de un ideal inalcanzable para muchas niñas. Al verse reflejados en princesas con figuras extremadamente delgadas y rostros perfectos, las pequeñas podían experimentar inseguridades sobre su propio cuerpo. La conexión entre la belleza y éxito sugería que ser guapas era lo más importante para ser valoradas, lo que podría generar preocupación acerca de su imagen corporal y su lugar en el mundo.
Además, la idea de que las princesas necesitaban un príncipe para ser felices fomentaba la pasividad en el rol femenino. Las niñas podían comenzar a internalizar que su destino estaba atado a la ayuda de un hombre, lo que limitaba su potencial y el desarrollo de una identidad propia más allá de las expectativas sociales.
La evolución de las princesas Disney: de la pasividad al empoderamiento
A partir de los 2000, Disney comenzó a introducir cambios significativos en sus personajes femeninos, reflejando una visión más moderna y equitativa de las mujeres. La primera película clave en este cambio fue Brave (2012), con la figura de Mérida. A diferencia de las princesas tradicionales, Mérida no solo rompió con los estándares de belleza, sino que también protagonizó una historia donde el amor romántico no era el eje central. En su lugar, se exploró la relación madre-hija, destacando la importancia de la familia y el autodescubrimiento. Además, la imagen de las princesas se hizo más realista, mostrando cuerpos más cercanos a los adolescentes comunes.
En 2016, Vaiana consolidó aún más esta transformación. Vaiana no necesita un príncipe ni se define por su belleza para ser la protagonista de su propia historia. Es una joven valiente, líder y decidida, que se embarca en una aventura para salvar a su pueblo. Además, Vaiana desafía el estereotipo tradicional de la mujer pasiva al ser la encargada de resolver los problemas de su comunidad, tomando el control.
El cambio en la representación de los personajes masculinos
Otro aspecto importante en la evolución de Disney es el tratamiento de los personajes masculinos. En las películas más recientes, los príncipes y otros personajes masculinos también han experimentado una transformación. Ya no son solo valientes y fuertes, sino que muestran cualidades tradicionalmente asociadas con lo femenino, como la afectividad y el sacrificio.
Por ejemplo, en Frozen, Kristoff, uno de los personajes masculinos, no solo es valiente, sino que también demuestra amor y dedicación hacia la protagonista Anna. Este cambio refuerza la idea de que las emociones y la vulnerabilidad no son exclusivos de un género, contribuyendo a la deconstrucción de los roles tradicionales de género.