MARÍA ROMERO JIMÉNEZ | Fotografía: Sandra Soria
El papel de las mujeres durante la Guerra Civil, en la mayoría de los casos, era cuidar de la familia mientras los hombres iban a la guerra a luchar por sus países.
Durante la Guerra Civil española, alrededor de 183 periodistas extranjeras llegaron a España para contar en primera persona todo lo que sucedía entre los años 1936 y 1939. Las mujeres eran periodistas, fotoperiodistas, colaboradoras de prensa y de radio y autoras de memorias.
Bernardo Díaz Nosty, escritor del libro Periodistas extranjeras en la Guerra Civil, relata en casi mil páginas el perfil de cada una de estas profesionales. Según Nosty, `la cultura de la guerra, normalmente, está más vinculada a una visión masculina de la realidad y lo que ellos cuentan es lo que pasa a la historia. Las mujeres van a otro perfil distinto: van a hablar del sufrimiento de los niños, de los ancianos, de las propias mujeres… Van a dar una visión diferente, mucho más humanitaria, mucho más cercana a la acción social.
Además, Nosty cuenta que para contar historias se apelaba a `una mentalidad más masculina, de cultura militar. Les importaba los frentes, los tanques, los aviones, los avances o los retrocesos.´ En cambio, la visión de las mujeres apenas importaba porque ellas tenían una visión de la retaguardia, como lo que puede pasar en las calles de cualquier ciudad.
Gerda Grepp, periodista y traductora nacida en noruega, es una de las primeras mujeres corresponsales de guerra, junto con Lise Lindbaek. Grepp escribía en el diario Arbeiderbladet, un periódico de Oslo creado en 1884 con el nombre de Vort Arbeide. Desde 1923 hasta 1991 ha mantenido estrechas relaciones con el movimiento socialista noruego. La periodista escribió que `los bombardeos de Madrid no son una guerra, sino un asesinato´.
Otra mujer periodista que tuvo un papel muy importante durante la Guerra Civil fue la sueca Barbro Alving. Nació el 12 de enero de 1909 en Uppsala, Suecia. Fue pacifista y feminista. Se escondía bajo el seudónimo Bang. Escribió para el diario sueco Dagens Nyheter y las revistas Idun y Vecko-journalen, entre otros. Destaca la información de varias escenas que aportó durante la Guerra Civil española, la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría.
En apenas 18 días en España, Alving se dio cuenta de que la imagen clásica de las largas filas de cruces blancas en los campos de batalla ya no explicaba la realidad bélica. Encontró en las morgues el nuevo símbolo de la humanidad quebrantada: `Lo más dramático no son las heridas, las mutilaciones y la sangre. Es la ropa andrajosa de mujeres que no tienen nada que ver con la guerra. Mujeres que podían estar fregando el suelo, lavando los platos, acariciando a un niño, chismorreando; nada que se merezca una muerte tan espantosa´.
Díaz Nosty también cuenta que los textos de estas mujeres `están llenos de una emotividad ausente en los de los periodistas hombres, como la escena en la que a la rusa Elsa Triolet se le parte el alma al no poder llevarse consigo a una niñita exiliada de cuatro años; o cuando Melanie Pflaum narró en estos términos la normalidad de los bombardeos en Madrid´: `Los obuses cayeron cada vez más cerca, pero las mujeres que estaban en un salón de belleza continuaron con sus masajes, champús y manicuras. Estas mismas mujeres habrían gritado si una avispa hubiese entrado en el salón´.
De la 183 mujeres de la lista, tres perdieron la vida en suelo peninsular. Una de ellas, Gerta Pohorylle, conocida por su pseudónimo, Gerda Taro, fue una pionera periodista gráfica de guerra alemana. `Junto a su pareja fotografiaban bajo el alias de Robert Capa, siendo difícil saber qué fotos son de cada uno.´
Otra de las mujeres que perdieron la vida fue Renée Lafont. Trabajó para el periódico socialista Le Populaire. Fue corresponsal en Córdoba, lugar donde fue fusilada por los sublevados antes de poder enviar la primera crónica. El 29 de agosto de 1936, el coche en el que viajaba Lafont se extravió entre las líneas, cayendo en una emboscada y sus tres ocupantes fueron capturados por las tropas golpistas´.
Según apuntaron los primeros testimonios, la periodista ´había fallecido debido a las heridas recibidas´. En cambio, algunos documentos que se conservaron en archivos militares y civiles han permitido establecer que `fue conducida ante un consejo de guerra que la condenó a muerte y el 1 de septiembre de 1936 fue fusilada. Su cuerpo fue enterrado en un lugar que se mantuvo secreto.´
Por último, la británica Felicia Browne viajó a España poco antes del estallido de la guerra civil en julio de 1936. Browne viajó a España para acudir a la Olimpiada Popular de Barcelona, pero, tras el estallido de la Guerra Civil, el 3 de agosto se alistó como miliciana del PSUC. Colaboraba con la Left Review, una revista política de izquierdas. A finales de ese mes falleció en el frente de Aragón.