Landaluce, Amón y Ruiz Quintano estrenan el ‘saloncito’ de Vallacolumna

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ALEXANDRA HERNÁNDEZ MONROY  |  Fotografías: A. Hernández y M. Ortega  |

Con una considerable cola para entrar al principio y con la presencia del alcalde de Valladolid, Óscar Puente, la concejala de Cultura, Ana María Redondo, y del director de El Norte de CastillaCarlos Aganzo, se inauguró el pasado martes, 19 de abril, el Salón de Actos Francisco de Cossío en la Casa Revilla en honor al periodista sepulvedano.

“Con este acto honramos a uno de los nombres más destacados de la ciudad, Francisco de Cossío, y así saldamos una cuenta pendiente que tenía nuestra ciudad con el columnista”, así lo anunciaba el alcalde, que hizo un repaso de la vida del periodista y destacó algunas de sus obras, como Confesiones. Carlos Aganzo también dedicó algunas palabras al homenajeado y aprovechó para reivindicar que debería estudiarse a Cossío en las facultades de Periodismo. Una de las nietas del escritor, Lola, también participaba en el acto -ella, con el agradecimiento familiar- que daba la bienvenida al I Congreso ‘Valladolid, capital del columnismo’, que había comenzado esa misma mañana en la Facultad de Filsofía y Letras.

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El alcalde de Valladolid, Óscar Puente, durante la inauguración del Salón de Actos Francisco de Cossío. Fotografía: A. Hernández

Pasadas las 20:30 horas, empezó la sesión ‘Conversaciones. Escribir de urgencia’ tal y como mandaba el programa del Congreso. Concretamente, lo hacía con la asistencia de la “periodista por accidente” -en palabras de Roberto Mayado, moderador del acto- Emilia Landaluce, columnista en El Mundo, de Rubén Amón, periodista de El País y colaborador en Onda Cero, Antena 3 y La Sexta, y de Ignacio Ruiz Quintano, columnista en ABC, “el más veterano” -es periodista desde 1979-.

El tema que guio la conversación fue ‘Escribir de urgencia’, refiriéndose al momento en el que al periodista se le encarga escribir un artículo de opinión en el mismo día, “de ya para ya”, en palabras del Mayado. “Los artículos deprisa no se escriben nunca”, respondía Ruiz Quintano, que reclamaba que no se debe tener prisa a la hora de elaborarlos. Por otra parte, Amón explicaba que la amenaza de esa hora del cierre era un incentivo para él, ya que trabaja bien bajo presión y considera que hacen falta dos estímulos para escribir un buen artículo: un tiempo límite y una buena historia.

Emilia Landaluce en un momento de su intervención. Fotografía: M. Ortega
Emilia Landaluce en un momento de su intervención. Fotografía: M. Ortega

La senda continuaba por el antónimo: ¿qué sucede en el caso contrario, cuando el periodista quiere lucirse al hacer su artículo? Rubén no dudó: “Yo no solemnizo el momento de escribir. A todos nos ocurre el ‘momento de aparición’, el artículo va apareciéndose por sí mismo, es llevar un párrafo hacia el otro”. La única mujer del ‘saloncito’ avisaba divertida: “Todo lo que escucho, todo lo que me cuentan es susceptible de aparecer escrito, por eso nadie me cuenta nada”. El veterano, por su parte, recordaba la época en que los editores amenazaban con “taparle con publicidad”.

El siguiente asunto que se puso sobre la mesa era algo más delicado: “Autocensura, ¿cómo lidiar con eso?”, inquirió el conductor. El de ABC fue el primero en intervenir opinando que, realmente, no hay una autocensura: “Tampoco hay grandes cosas que contar. Sabes dónde estás y sabes cuáles son las reglas”, decía en referencia al tema. El moderador aludía entonces a la versatilidad de estilos y a la percepción de que los periodistas presentes esa noche estaban especialmente interesados por el deporte, por lo que les preguntó si es que el tema les permitía explayarse más. Sin embargo, Rubén juzgaba que era un espacio en el que existe mayor presión y Emilia añadía: “Yo no he sufrido autocensura, pero en Deportes sí que hay personas intocables”.

Rubén Amón se ríe entre constantes bromas. fotografía: M. Ortega
Rubén Amón realizando una de las bromas de la tarde. fotografía: M. Ortega

“¿Alguna vez habéis escrito algo de lo que no teníais absolutamente ni idea?”, continuaba el periodista de Onda Cero, apoyado en una banqueta que parecía algo menos cómoda que el asiento de sus compañeros. Se mantenía alerta. En este caso, los tres periodistas tenían distintas anécdotas que hicieron estallar -aún más- carcajadas entre el público. En concreto, Ignacio recordaba divertido: “Yo una vez escribí una crónica de un partido al que no fui porque me puse muy malo”. Rubén no se quedó atrás y contó entre risas que había tenido que cubrir alguna semana de la moda en París cuando era corresponsal, tema sobre el que no es precisamente docto.

Las redes sociales juegan un papel importante en el periodismo hoy en día y, como no podía ser de otra manera, la conversación acabó desembocando en este punto. Los tres periodistas son ‘tuiteros’ y Rubén Amón reconocía que Twitter es para él una herramienta de trabajo, aunque, si pudiera, no lo tendría. Sabe que es necesario porque se trata de una fuente de información y porque las redes sociales son importantes para difundir los contenidos: “Ahora que ya se ha dado el salto, la proyección de tu trabajo en las redes sociales es esencial. Antes no había una noción tan directa entre lo que tú publicas y la repercusión que tiene”. Emilia coincidía en que también le gustaría no tener Twitter o, al menos, tenerlo sólo para mirar cosas, y que es un error que la red social convierta al periodista en receptor de información cuando lo que debe ser es emisor. En esta línea, Rubén llegaba a la siguiente conclusión: “El gran problema es esa confusión que hay entre comunicar e informar: informar es nuestro oficio y comunicar es el oficio de todos”.

Ignacio Ruiz Quintano se explica ante la atenta mirada de Roberto Mayado, conductor del acto. Fotografía: M. Ortega
Ignacio Ruiz Quintano se explica ante la atenta mirada de Roberto Mayado, conductor del acto. Fotografía: M. Ortega

Irremediablemente, la tarde derivó hacia la pervivencia -o supervivencia- de la profesión periodística y de los periódicos. Anteriormente, Ignacio ya había puntualizado con un «dure lo que dure el papel”, frase que el moderador rescató para preguntarle cuánto creía él que sería eso. La certidumbre de que va a durar siempre, a pesar del cambio que supone la tecnología, fue una respuesta que sorprendió a muchos de los presentes. A esta afirmación Rubén contrapuso que es el kiosko lo que va a desaparecer. “Las generaciones que vienen detrás se han acostumbrado muy poco a pagar por la información”, decía, y dudaba sobre la publicidad como fórmula de supervivencia para los periódicos.

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Emilia Landaluce con un grupo de estudiantes de Periodismo. Fotografía: A. Hernández

Los -cada vez más- vídeos de los periódicos digitales fue una de las últimas cuestiones que se trataron. Roberto le preguntó, divertido, a Ignacio: “¿Tú te ves grabando?”, a lo que el periodista respondió con un rotundo no. Emilia apuntó que no creía que fueran a desaparecer las plataformas de quioscos digitales, pero sí incidió en que los periódicos impresos deberían dejar de dirigirse a un público general y pasar a dirigirse tan solo a la gente que lee prensa. Rubén, por su parte, se mostró más pesimista en cuanto a la supervivencia o viabilidad de los periódicos escritos. En cuanto al ‘periodista multimedia’ fue Ignacio quien afirmó: “No creo que tenga nada que ver un vídeo con una buena crónica”, y Emilia añadió que no se veía “haciendo un vídeo y diciendo tonterías”.