IRIS LEÓN ANTOLÍN | Fotografía: Wikipedia

La primera parte del siglo XIX se caracteriza por varios acontecimientos, pero si nos vamos al ámbito cultural, encontraremos uno en concreto, el Romanticismo. Este movimiento que surge en Alemania recuerda el origen de los estados, sus leyendas, tradiciones… Se desarrolla en el arte, literatura, música… aunque, en este caso, el ballet romántico será el protagonista.

Este tipo de ballet se desarrolla durante el ciclo revoluciones liberales (1820-1830-1848) y dura treinta años, desde 1815 hasta 1850. Su antecedente es el ballet de acción o pantomima (espectáculo del siglo XVIII donde predomina la acción de los bailarines y no la historia) y el predecesor será el grand ballet ruso. Grandes ejemplos de este tipo de danza son La síflfide, Giselle y Coppélia. El Romanticismo surge como una forma de luchar contra la rígida sociedad de la época, por eso las historias que se reflejan en este tipo de ballet se pueden definir en dos palabras: onírico e imposible.

Este tipo de danza no solo fue consecuencia del movimiento romántico, sino también de una innovadora técnica aérea. Esta se pudo ver por primera vez en 1815 en la Ópera de París, la cual consistía en bailar, pero parecer que flotas sobre el escenario. Esto se producía gracias a unas cuerdas que elevaban a los bailarines unos centímetros del suelo. Así, se provocaba una sensación etérea y onírica y  se empezó a añadir muchas escenas con hadas, fantasmas… ya que eran perfectos para este movimiento.

Las historias que contaba este ballet solían centrarse en la mitología, sobre todo del Este de Europa o Escandinavia, debido a la presencia de elfos, gnomos, troles y diversas criaturas mitológicas que aparecían en las leyendas de estos países. Las bailarinas solían ser pálidas de piel, con ropajes pomposos y coronas de flores mientras que el bailarín queda reducido a partenaire (pareja de baile). El primer gran ballet que data de este movimiento es La sífide de 1832.

Dentro del ballet romántico surge un subtipo, el ballet blanco o blanc con un gran auge durante la década de los 1830. Este consiste en una escena dentro de la representación, donde todos los bailarines se visten de blanco, tanto los principales como los secundarios. Además, es el momento en que aparecen los seres sobrenaturales y se encuentran con los protagonistas. Ejemplos donde se puede ver es el segundo acto de Giselle, en el tercer acto de Don Quixote, la escena del bosque en El lago de los Cisnes… Algunos de los anteriores ejemplos ya pertenecen al Gran Ballet Ruso, debido a que este tipo de escenas se siguieron utilizando en las siguientes épocas.

OBRAS MAGNAS

Giselle podría ser la historia más representativa de esta época. Es un ballet de dos actos que se estrenó en París en 1841 y se inspira en la obra De l’Allemagne (1835) de Heinrich Heine. La historia gira entorno al triángulo amoroso que forman Giselle, la protagonista y sus dos pretendientes, Hilarión (un cazador) y Albrecht (un duque que se hace pasar por campesino). Hilarión, al saber que Albrecht y Giselle se han prometido amor eterno, jura vengarse y recuperar el amor de la muchacha. Cuando dan comienzo las fiestas de la vendimia, aparece un príncipe con su hija e Hilarión desenmascara a Albrecht.

Es entonces cuando Giselle se da cuenta que su amado ha mentido sobre su identidad y que está comprometido con la hija del príncipe. Esta, desconsolada, cae en la locura, muere delante de Albrecht y se convierte en Willis (fantasmas blancos que han muerto sin casarse y están condenadas a vagar por los bosques). Será en el segundo acto donde el protagonismo recaiga en estos seres mitológicos.

Giselle (1841)

La sílfide es otra de las grandes obras de esta época. También consta de dos actos. Este ballet no estuvo exento de polémica, ya que antes no era tan común que las bailarinas se pusieran de punta. Sin embargo, esta fue la primera vez que se usa esta técnica como razón estética. Cuando se estrenó, la protagonista se acortó la falda para mostrar sus puntas, lo que provocó todo un escándalo.

La historia se centra en James Rubén, un joven escocés que pronto se va a casar. Sin embargo, se encuentra con una sílfide (espíritu femenino del aire) y este se enamora del ente. Él decide perseguirla hasta el bosque, dejando de lado su matrimonio. No obstante, sus decisiones acaban en un trágico final.

La silfide (1832)