ALBERTO DOMINGO SÁEZ | Fotografía: Mayela de Castro |
La labor del periodista es clara y manifiesta: debe informar sobre cualquier suceso que tenga que cubrir. Su función no responde a intereses políticos o económicos, sino sociales. El comunicador debe comprender que en sus manos está un papel importante, el de hacer llegar información veraz y contrastada a la sociedad.
Pero hay momentos en los que no resulta fácil obtener esta información. Los profesionales se convierten en actores para cubrir una la noticia y, sin ser descubiertos, poder obtener todo tipo de testimonios de primera mano.
¿Cuál es el problema?
El problema se basa en la ética del periodista. Es el resultado de trabajar con el mayor profesionalismo y responsabilidad en lo que se comunica a la ciudadanía. Hay momentos en los que el ejercicio de un profesioanl se convierte en un inconveniente e incluso en un peligro. Si se requiere información sobre un cártel de la mafia o de una organización ilegal de distribución de drogas, es difícil conseguirlo con solo una cámara o un bolígrafo.
Hay barrios en los que la violencia es el pan de cada día. Cuando un profesional de la información acude a uno de ellos para hacer su trabajo, se hace notoria la rabia que sus
habitantes tienen hacia los medios. En muchas de estas ocasiones, el periodista no sale ileso de la situación y puede llegar a sufrir lesiones físicas. En estos casos hay que ejercer de actor si se quiere pasar desaparcibido. Una opción viable es la de disfrazarse de paisano en una manifestación y así poder conocer de primera mano la organización de la misma y a los encargados de su desarrollo.
¿Integridad o profesionalidad?
La integridad y la profesionalidad son dos puntos de vista contrarios. La labor del periodista es descubrir e informar mientras que antepone sus intereses. Se trata de una herramienta fundamental para que la gente otorgue fiabilidad a su trabajo, pero la integridad a veces gana a la profesionalidad. Corren tiempos en los que la gente desconfía del trabajo periodístico y no tiene pudor a la hora de atacar a los medios.
Cada persona tiene una forma de pensar y actúa acorde a ella. Si alguien no ve una cámara o un bolígrafo, puede sentirse más cómodo y confíar más en el que tiene al lado. Puede resultar un engaño pero es simplemente la labor que el periodista ha de cumplir con la sociedad. Las fuentes de información alimentan la evolución del periodismo.
La gente no sabe lo que supone estar en una célula terrorista o en una secta. En estos lugares no se recibe bien a la prensa y, para llegar a conocer lo que ocurre en ellos, hay que infiltrarse dentro. Es la hora de jugar con fuego.