MARINA LAJO TRAPOTE | Fotografía: Marina Lajo | Grafismo: Yolanda Fernández |

En la calle de San Ignacio se encuentra el Palacio de los Marqueses de Valverde construido hacia 1503, encargado a Juan de Figueroa. En una de las ventanas aparecen los escudos de estos propietarios. La otra está enmarcada por dos figuras, una masculina y otra femenina, artífices de la leyenda sobre la supuesta infidelidad de la marquesa. Esta historia tiene un lugar destacado dentro de la crónica rosa de Valladolid.
Es, sin duda, uno de los ‘líos de faldas’ más sonados en la historia popular de la ciudad. Aunque es cierto que todo apunta que este asunto amoroso se dio más en la imaginación de los vecinos de la zona, que en los rincones del palacio.
Es cierto que se le conoce como la leyenda de la infidelidad de la marquesa de Valverde, pero este título no fue concedido hasta el reinado de Carlos II. Fue entonces cuando lo recibió el heredero del inmueble, no los dueños protagonistas de esta leyenda.
Ha sido una hospedería de los padres filipinos, sede del Liceo de Literatura y Artes, cuartel de la Guardia Civil y residencia de los carmelitas descalzos de San Benito el Real. Hoy se trata de un edificio de viviendas y locales comerciales. Asismimo, permite el acceso a su patio interior, si bien su aspecto actual no se corresponde con el que tuvo en la época de los sonados marqueses.
La historia sobre la infidelidad de la marquesa
Las figuras de un hombre y una mujer que flanquean una de las ventanas que se abre a la calle de San Ignacio son las responsables de las habladurías sobre la supuesta infidelidad que todavía se cuenta en Valladolid.

Fue el historiador Matías Sangrador y Vítores quien, en el siglo XIX hizo eco de esta infidelidad. Los vecinos decían que la marquesa ‘se dejó seducir por las tiernas y cariñosas propuestas de un joven‘ que estaba ‘al servicio de su marido en clase de paje’. El marqués, enterado de la trama amorosa entre su paje y su esposa, no dudó en llevarlo ante la justicia.
Sin embargo, no quedó contento con la condena dictada, así que solicitó el permiso para colocar la efigie de su esposa y del amante en la fachada del palacio para que los vecinos fueran conocedores. Por el contrario, no existe ningún documento que acredite este hecho, incluso el propio historiador da poca credibilidad a la leyenda y la considera ‘bastante inverosímil.
Aunque la leyenda ha llegado hasta hoy convertida en poema gracias a Ramón Campoamor bajo el título El pecado de la impureza, forma parte del ‘drama universal’.