ANA GIL ARIAS | Fotografía:Marina Lajo |
La Semana Internacional de Cine de Valladolid ha sido testigo de cómo ha ido evolucionando el mundo del cine en su 67.ª edición.
Del 22 al 29 de octubre ha tenido lugar la 67.ª edición de la Seminci (Semana Internacional de Cine de Valladolid). Como cada año, los vallisoletanos, y aquellos que vienen de fuera, han podido disfrutar de un amplio número de películas, documentales y cortometrajes. La proyección de estos se ha llevado a cabo en puntos como los teatros Carrión, Zorrilla y Cervantes, la Sala Fundos, los cines Broadway, el museo Patio Herreriano y la Casa de la India.
Esta edición ha sido muy especial, puesto que el certamen ha cumplido 67 años. La Seminci fue creada el 20 de marzo de 1956 con el nombre de Semana de Cine Religioso de Valladolid, vinculada con la Semana Santa. Como no había suficientes obras de este tipo, se decidió ampliar a películas que trataran también temas relacionados con los valores humanos. Pero no fue hasta 1973 cuando pasó a llamarse Semana Internacional de Cine de Valladolid y por consiguiente su versión acortada, Seminci, para ahorrar palabras al escribir los telegramas.
Algunos de los premiados este año han sido: Return to dust, de Li Ruijun, ganador de la Espiga de Oro largometraje; Karra Elejalde e Ivan Barnev, premios al Mejor Actor (ex aequo) por Vasil; Arquitectura emocional 1959, de León Siminiani, Espiga de Oro cortometraje, entre otros.
Esta semana dedicada al cine es un acontecimiento que aporta grandes beneficios a la ciudad. No solo aumenta el turismo durante esos días, debido al número de apasionados del cine que convoca, sino que además dota a Valladolid de un gran reconocimiento.
Con el paso de los años, la Seminci ha ganado fama tanto a nivel nacional como internacional. Causando que hoy en día se haya establecido como una de las citas imprescindibles del mundo del cine. Al igual que festivales de gran renombre como el de Venecia, Sitges o San Sebastián. Y esto a su vez provoca que personas de todo el país, e incluso de otras partes de Europa, acudan a disfrutar de la proyección de las diversas obras. Aportando a la ciudad un incremento de la actividad económica con el gasto en hostelería, restaurantes, lugares de ocio, transportes…
Pero su aporte no se queda ahí, sino que además ayuda a dar a conocer Valladolid. Una ciudad que en muchas ocasiones pasa desapercibida en comparación a Madrid, Barcelona o Sevilla. Gracias a este festival, la capital castellanoleonesa ha podido mostrar todo lo que puede ofrecer, no solo como anfitriona de grandes eventos, sino como exposición cultural. Contribuyendo con este certamen a la expansión de la cultura, sobre todo de la audiovisual. Al ser una buena ocasión para que piezas no tan comerciales puedan darse a conocer.