ALBA DACUÑA GONZÁLEZ | Fotografía: Unsplash |
No es ninguna novedad pensar en el ámbito deportivo como una práctica totalmente regularizada e integrada en nuestra sociedad desde hace tanto tiempo que no está del todo claro cuál es su verdadero origen. Pero, a pesar de esta gran aceptación cultural y social, cabe destacar y cuestionar el por qué de las desigualdades de género que siguen vigentes hoy en día a la hora de tratar esta cuestión. Podemos observarlas no sólo en la participación en torneos, certámenes y competiciones o en los papeles representativos que se deben asumir en una organización deportiva, si no también en el tratamiento informativo que los medios de comunicación ofrecen al público a la hora de retransmitir un mensaje de este tipo.
La discriminación de la mujer en este entorno es un hecho tanto actual como real: no es ninguna falsedad que hayamos tenido que superar una serie de obstáculos y barreras que los hombres no han tenido que enfrentar y encarnar. Aunque hayamos progresado notablemente desde sus inicios, todavía queda mucho por avanzar en el camino de la igualdad de género, no sólo en este caso, si no en numerosos contextos.
Pero centrándonos en lo que aquí nos concierne, trataremos la lucha contra los prejuicios y estereotipos socioculturales donde nacen ideas como aquella de «la mujer es más débil que el hombre» en lo que al físico se refiere o como otra que afirma que existen unos deportes más «apropiados» para nosotras, porque si no tu cuerpo «se masculiniza» y aquí entra en juego el cliché de la pérdida de la feminidad. Pero el deporte no es cuestión de genitales, a pesar de que así lo pensaban en Grecia miles de años atrás: al principio se prohibía la intervención de las mujeres e incluso el asistir como espectadora. Debemos esperar a los Juegos Olímpicos de 1900 para notificar un cambio notable cuando se les permite practicar ciertas actividades, pero incluso ahí algunos pensaban que ese no podía ser el lugar de una «señorita», considerándolo incorrecto e incluso antiestético. El hombre, fuerte y atlético, la mujer, dócil y frágil.
Como decíamos, los medios de comunicación masivos son un factor fundamental en el proceso de invisibilización femenino por su importante influencia en la audiencia y, en consecuencia, la opinión pública. De hecho, crean y alimentan varios estereotipos imperantes, tal y como afirman en Deporte y Mujeres en los Medios de Comunicación: Sugerencias y Recomendaciones. Existen varios de ellos: el de la belleza, asociado a referencias objetivizantes; el tópico de representar a las atletas por su estatus vicario («la mujer de», «la hermana de», etc.) y la intromisión en su vida personal en vez de centrarse en sus logros; la normalización de la categorización de los deportes en «masculinos» y «femeninos» cuando se debería «promover la libertad de elección de las niñas, adolescentes y mujeres en la práctica de deportes tradicionalmente considerados como masculinos, recogiendo su participación y respetando el derecho de la deportista a tomar sus decisiones»; o la controversia del uso de un lenguaje inclusivo y no sexista que «concitará mayor respeto hacia la práctica deportiva y la actividad física de las mujeres entre la audiencia».
Para confirmarnos las evidencias de esta situación de desigualdad, hemos tenido el placer de charlar con Clara Sainz de Baranda, profesora visitante del Departamento de Periodismo y Comunicación Audiovisual de la Universidad Carlos III de Madrid que ha indagado a fondo y realizado varios artículos sobre esta materia. Tratando el posible origen de estas diferencias, cree que «es un problema de cómo la sociedad lo plantea, un problema de patriarcado, de mirar el mundo a través de los ojos del hombre. Los medios de comunicación conforme han ido naciendo han ido adaptándose a como funciona la sociedad, no es que sea un origen extraordinario. Para mí lo que están haciendo los medios es simplemente ser un altavoz de cómo se funciona».
Además, existe la creencia de que en realidad los medios no prestan la suficiente atención a las deportistas porque no hay tantas mujeres practicando deporte como hombres. Esta idea de que las disparidades de género en las actividades físicas se deben al menor número de participación de las mujeres, es en verdad algo que ya va implícito. «Este menor número de participación se da, sobre todo en el origen del deporte contemporáneo cuando se fundan los primeros Juegos Olímpicos de la época moderna, por una desigualdad de género: las mujeres no podían participar. Entonces el problema aquí esta en que a la mujer no se le deja hacer deporte. A pesar de los impedimentos que le han puesto ha conseguido hacerlo y al final ha logrado superar unas barreras sin ningún tipo de ayuda. Todo cambiaría si nos dejasen hacer deporte en igualdad de condiciones.»
Según una investigación de la UC3M, la presencia de la mujer en la prensa deportiva es notablemente inferior a la del hombre: «el 92% de las informaciones la protagonizan hombres, el 2% mujeres y el 3% son informaciones neutras donde balones de fútbol, campos… tienen más presencia de manera cuantitativa que las mujeres». Pero, ¿hay la misma desigualdad en la prensa escrita que en la televisión? «Sí, totalmente. Quizás podríamos decir que la radio todavía invisibiliza aún más y, por parte de la prensa, es verdad que queda perpetua. La mayoría de los estudios se hacen sobre prensa pero porque es muy difícil analizar otro tipo de medios. Entonces, cuando de verdad te planteas analizar otra clase de medio de comunicación por la dificultad que esto conlleva, te das cuenta de que el tratamiento es exactamente igual: reina la invisibilidad. Cuando las mujeres aparecen, se les da un tratamiento de invitadas, desigual, utilizan la misma terminología de infantilización de la mujer… Es algo que se reproduce», nos afirma.
De hecho, en la investigación antes mencionada y en uno de sus artículos Clara Sainz explica los dos perfiles que se han creado de la mujer dentro de la prensa deportiva, a partir de los datos proporcionado en la tabla inferior: un primer perfil, que es la mujer dentro del ámbito deportivo propiamente dicho y la que tiene que protagonizar este tipo de informaciones y un segundo perfil, las mujeres bajo el nombre de «invitadas», que son aficionadas, familiares, etc., que aparecen en la prensa deportiva. A nivel cuantitativo, tienen más presencia las deportistas. Pero a nivel cualitativo en lo que se refiere a fotografías, tamaño de información, tipo de páginas que ocupan y demás variables, la mujer invitada tiene mucha más presencia.
Por otro lado, en lo que a la invisibilización de los deportes mixtos se refiere, Clara Sainz nos cuenta cuál es uno de los detonantes de la incógnita que estamos tratando. «Es un asunto de proporción de todos los deportes mediáticos en general: baloncesto, ciclismo, automovilismo e incluso tenis, que es donde más aparecen normalmente las mujeres porque ya hubo una revolución de independización con torneos, de conseguir sus propios premios y de no depender de las federaciones. De hecho, si las federaciones no están promoviendo el deporte femenino, tenemos un problema. Ya no es tanto de un deporte mixto. Lo veo más bien por otros deportes que son minoritarios a nivel mediático, pero que sin embargo no son minoritarios a la hora de que la gente los practique. Puede ser gimnasia, puede ser fútbol sala o voleibol, aunque haya incluso equipos escolares que estén federados. Hay una serie de deporte mediáticos y otros que no son mediáticos. A partir de ahí, al sumarle la variable de género, se produce una desigualdad aún mayor».
Al final, lo que implica la masculinización de este universo no es sólo un ataque al pluralismo deportivo, «es a todo, al mundo informativo en general. Al final también es verdad que nos educan en el patriarcado y muchas veces hasta nosotras mismas no sabemos identificar lo que estamos haciendo. Yo misma cometo errores en el lenguaje. ¿Por qué? Por la costumbre. Desde pequeña he estado recibiendo que solamente se habla con el género masculino y, entonces, tengo que hacer un constante esfuerzo, a pesar de que lo estudio, para poder hablar correctamente con un lenguaje inclusivo. Esto hace que se siga educando en la desigualdad.»
Por lo tanto, todo radica en la educación. «Debería haber un cambio en la ley que diga que los programas deben tener asignaturas sobre la igualdad. Me encantaría encontrar un programa de periodismo que tenga una asignatura obligatoria que se llamara lenguaje inclusivo, porque al final, llevas tanto aprendido que luego es muy difícil autocorregirse». Es más, la mayoría de ciudadanos, el 87% de las mujeres y el 88% de los hombres, son conscientes de que los medios de comunicación dedican la gran parte de la atención al deporte practicado solo por hombres, según la Encuesta sobre los hábitos deportivos en España de 2010 (página 9). Esto revela, una vez más, que aunque sepamos que algo es injusto, la comodidad y la costumbre se apoderan muy fácilmente de nosotros: «me gusta estudiar el deporte porque es algo que engancha y que tiene miles de lectores, y por lo tanto una influencia infinita, y sobre todo porque no se oculta. Pero podríamos tratar cualquier otro tema mediático de la sociedad y ocurriría lo mismo», confirma honestamente.
Para tratar de solventar algunas de estas desigualdades y para intentar conseguir una igualdad de oportunidades, se han firmado algunos convenios entre el Instituto de la Mujer y otras instituciones relacionadas directamente con el deporte como el Consejo Superior de Deportes y el Comité Olímpico Español para colaborar en el desarrollo de actividades que fomenten la educación igualitaria, así como programas con otras instituciones como el Seminario Mujer y Deporte del INTEF de la UPM. Bien es cierto que a pesar de estos esfuerzos, tal y como nos explica nuestra experta, «el patriarcado siempre va a intentar vendérnoslo de otra manera: ahora todos vivimos en igualdad, todos estamos educados en ella, y claro, cuando te quitas el velo te das cuenta de que nada de eso, porque no nos está llegando. ¿Y quién ha construído ese mensaje? El hombre».
Con todo lo recogido, solo se puede pensar en que la solución «realmente sería dar igualdad de oportunidades, con el 50% de ellas sería suficiente». Además, el cuerpo de la mujer no debe ser objetivizado ni utilizado como atracción informativa, ni en el ámbito deportivo ni en ningún otro; el lenguaje no debe ser sexista, pero sí inclusivo, sin la utilización de estereotipos degradantes o comentarios sobre su físico. También hay que tener cuenta el dejar de dividir los deportes en femeninos o masculinos para garantizar la libre elección de la actividad deportiva. En definitiva, centrarse simplemente en el éxito o los logros que la deportista ha conseguido o bien en el evento que está protagonizando. Nada más, pero tampoco menos. Solo igual.