Lorena Arias Duque | Fotografía de Shutterstock
Se acerca una de las festividades universales más esperadas del año; la época cándida de las luces, la nieve, la familia y la magia de la celebración. Ya se hable de Hanukkah, Kwanzaa o Navidad, en todas está presente el mismo espíritu festivo y la ilusión contagiosa de la atmósfera.
Llegamos con esto al término del año, a encajar por fin la estrella en la copa del árbol. ¿Qué mejor momento para echar la vista atrás y permitirse un instante de reflexión?
Y es que, es posible que el encanto de estas fiestas con frecuencia nos deslumbre en exceso. Entonces, perdemos de vista los detalles ocultos tras una apabullante escenografía de consumo y tendencias.
Sería ingenuo pensar que las ventajas que ofrece la Navidad en muchos países del mundo son una cosa histórica e incuestionable. Pues bien, lo cierto es que ni las vacaciones remuneradas, ni las pagas extras, ni las cenas de empresa o las cestas de Navidad son fruto de la caridad de sus garantes. Sino de siglos de lucha social por conseguir que estos detalles sean derechos intrínsecos de los trabajadores.
En España, no fue hasta los años 30 que se reconoció el derecho a las vacaciones remuneradas gracias a la Ley del Contrato de Trabajo, y no fue hasta este siglo que se legisló de manera seria para regular el derecho a la cesta de Navidad. Según La Voz de Cádiz, las empresas tienen un cierto compromiso para con sus empleados de retribuir sus servicios al final del año – además de con el salario mensual – con dicha cesta o bien un plus en la nómina.
Pero las sentencias legales, aun siendo claras, a veces son ignoradas; en los países donde la Ley ni se molesta por concretarlas, los derechos de las personas son, directamente, atropellados. Para comprobar esto, no hace falta mirar muy lejos, hacia aquellos países que llaman ‘tercermundistas’, ni aquellos donde gobiernan regímenes dictatoriales. Tan solo al otro lado del Atlántico, el gigante americano ocupa el segundo puesto en el ranking de países con menos vacaciones pagadas, según 20minutos.
Las fronteras de la Navidad se hacen aún más evidentes en la televisión y las redes sociales
En un anuncio publicitario de Juguettos para la Navidad de 2020, dos hermanos ojean un catálogo de la tienda y deciden qué juguetes pedirán de regalo tanto para ellos como para sus padres. El mensaje es ciertamente conmovedor, pues refleja la visión inocente de los más pequeños respecto al mundo y los problemas de los adultos. Sin embargo, no puedo evitar observar los rostros cándidos de ambos niños: sus ojos claros y su pelo rubio; el salón de su casa: acogedor y decorado; la forma en la que con el índice sobre el papel se adjudican un juguete y otro, y otro más.
¿Acaso pretende este ser un mensaje para todos los niños del mundo? Me surge la duda. ¿Cuántos niños en otros lugares del planeta pueden al menos anhelar un único y simple regalo de Navidad? ¿Cuántos de ellos cenarán turrones y carnes en una sola noche que sobrarían para otras cinco… o cenarán siquiera? Tengo la sensación de que, quienes vivimos en el ‘primer mundo’, ignoramos más de lo debido nuestra situación privilegiada en esta clase de aspectos.
No somos conscientes siquiera de lo que supone que algunos puedan ‘tener la fiesta en paz’, en sentido literal
En el actual conflicto en Gaza, se ha planteado la posibilidad de conceder una tregua a los ciudadanos durante estas fechas especiales. Sin embargo, por el momento continúan los ataques, las explosiones y los secuestros indiscriminados a civiles.
Todo apunta a que, este año, el Mesías no renacerá en Belén para salvar a la humanidad e iluminar la ciudad que para muchos es símbolo de esperanza y devoción. Esta es la realidad más allá de las luces deslumbrantes de nuestras calles y centros comerciales.
Mientras los Derechos Humanos de tantas personas son pisoteados en el mundo entero, Disney nos recuerda, en su última campaña navideña, que los sueños sí pueden cumplirse si lo deseas fervientemente y sin necesidad de moverte del sofá y soltar el mando del televisor.