Pablo Cabrero Herrero | Foto: Poster Oficial de la Película
La historia de Megalópolis podría haber sido una de las grandes historias del cine, uno de los grandes directores de la historia estrenando por fin una película que llevaba 40 años intentando hacer. Arriesgándolo todo, vendiendo sus propiedades para poder hacer la película de sus sueños. Pudo ser uno de los momentos más bonitos del séptimo arte, pero desde meses antes de su estreno se fue lentamente convirtiendo en una de las películas más polémicas de los últimos años.
La última cinta del gran director Francis Ford Coppola se estrenó a nivel mundial el pasado viernes 27 de septiembre. Contaba además con un casting lleno de estrellas de la talla de Adam Driver, Nathalie Emmanuel, Aubrey Plaza, Giancarlo Expósito, Dustin Hoffman… Lo que parecía un sueño cumplido, se ha convertido en el fracaso del año, 6 millones de recaudación en su primera semana con presupuesto de 120. Esto, acompañado de ser destrozada por la crítica, la ha hecho el gran desastre del año.

Sin embargo, la polémica no viene solamente desde su estreno, si no de muchos meses atrás. Las alarmas saltaron tras su proyección en el Festival de Cannes, en el que la crítica desdeñó la cinta. El equipo de marketing de Megalópolis respondió a estas críticas con tráiler en el que se mostraban como las grandes obras de Coppola, como El Padrino o Apocalipsis Now, habían tenido malas críticas en su momento. Lo que parecía una jugada maestra se convirtió en un gran ridículo, cuando se descubrió que las críticas citadas no eran reales y estaban generadas por ChatGPT.
La película tuvo el último clavo en su ataúd cuando meses antes del estreno cuando, según la revista Variety, presuntamente el director habría acosado sexualmente a varias actrices en el set. Coppola salió a desmentir dichas acusaciones, incluso demandó a la revista, pero esto hundió aún más la ya manchada reputación de la cinta.
Pero, una vez estrenada y vista ¿Es tan mala Megalópolis como dice todo el mundo? Mi respuesta es un rotundo sí. Es posiblemente la película más decepcionante de los últimos años. Un desastre en el que cada uno de los elementos de la cinta fallan, en la que es imposible salvar absolutamente nada.
No es la primera vez que un gran director hace una mala película al final de su carrera, le ha pasado a Clint Eastwood, Brian de Palma o el caso más reciente con Ridley Scott y su Napoleón. Pero estas contaban con una factura técnica y con una fuerza de gran director. Aun siendo un mal producto, podías ver que detrás había un buen director que dejaba grandes planos y cosas que aprender. Esto no pasa en Megalópolis, es un filme que parece más bien hecha por alguien que acaba de empezar y cree que va a revolucionar la industria.

Visualmente cerca del ochenta por ciento de la cinta tiene la estética, color e iluminación de un anuncio de colonia. Reina un constante dorado de anuncio de Dior o de cava Freixenet. El otro veinte por ciento es una sucesión de planos que intentan ser surrealistas y se quedan en la superficie, con el mismo plano de Adam Driver repetido una y otra vez durante toda la película. Durante diez minutos casi consecutivos, Coppola decide convertir la película en un tríptico y hacer un montaje musical con la pantalla dividida en tres, de una de las formas exasperantes de la cinematografía.
La película no mejora en el guion, pues es un pastiche de frases forzadas que los actores intentan defender sin éxito. Intentos de chistes sin gracia, reflexiones de filosofía barata, una trama que avanza a trompicones… Múltiples elementos que no funcionan y convierten a la trama en un mezcla inconexa de cosas sin saber a donde llegar. Se vuelve una película soporífera cerca de la mitad, acabando cerca de la parodia en su parte final.
Referente al guion, Megalópolis es igual de sutil que un martillazo en el pecho. Constantemente lanza reflexiones, narradas por Laurence Fishburne, referentes a los temas de la película, pero con la profundidad de un charco. Su crítica política carece totalmente de sutileza, de tal manera que uno de los enemigos del protagonista da un discurso encima de una esvástica. Este finalmente, y entrando ya en spoilers, acaba colgado boca abajo, como Mussolini.
Los personajes carecen todos de gracia y carisma, exceptuando quizás al interpretado por Aubrey Plaza. Los arcos de desarrollo son mínimos y todos tienen una gigantesca falta de chispa. Como ya comenté antes, la mayoría de los diálogos son ridículos y completamente irrealistas. Estas frases crean ese mismo efecto en las personas que las recitan.

Aunque es justo el personaje de Plaza. el que desencadena la mayoría de los momentos de absoluta vergüenza ajena de la película. Por poner algunos ejemplos: el momento en que planea como quitarle a su marido la empresa mientras tiene sexo con el sobrino de este y él la llama “Tía Wow”. Los distintos momentos en los que se arrastra para que Caesar, el protagonista, vuelva con ella, cada uno más abominable que el anterior. En otra escena, después de que un niño disparase a Caesar en la cara y este fuera curado por un mineral mágico, él le enseña a ella su cráneo al descubierto, lo cual produce en la mujer un fuerte impulso de hipnotizarlo. Juro que no me he inventado nada de esto.
Por intentar dar una nota positiva, es interesante como experimento, un director con total libertad, sin ninguna restricción. El resultado es negativo, pero quizás le de ánimos a otros realizadores a intentarlo, esperemos con mejor resultado. También felicitar al diseño de escenarios, maquillaje y vestuario. Es quizás lo más rescatable del filme, unos trajes extravagantes con maquillajes raros e intrigantes que casan de lujo con la película. También un gran trabajo con la parte de prótesis. Los escenarios, cuando no son hechos por CGI lamentable, dan a la película un aire de grandeza que choca con el resto de elementos.
En conclusión, Megalópolis es una cinta muy decepcionante en la que todo lo que podía salir mal, salió mal. El filme se merece los decepcionantes números que está haciendo en la taquilla y el mal recibimiento de la crítica. Solo espero que Coppola esté satisfecho, es el proyecto de su vida y quizás su propia felicidad sea lo importante. Aunque, de ser probadas las acusaciones contra él no estaría seguro de eso último. Lo que sí sé es que la frase que salía al final de los créditos y que recitaba así: “Para mi amada esposa Eleanor” tomará un nuevo tinte tan irónico como oscuro y decepcionante.