MARÍA GUERRA VALCÁRCEL | Fotografía y vídeo: Diego Arias
Después de leerme el reportaje de Pablo Romero ‘Mi lucha contra ETA’, publicado en ‘El Español’ en agosto de 2016, me doy cuenta de que tengo muchas preguntas que hacerle: su vida profesional, su investigación, el proceso… Espero impaciente y nerviosa su llegada, porque los minutos corrían y se acercaba la hora de que empezara la charla, pero yo tenía mi entrevista preparada. Quería saber más, sus sentimientos, sus temores… Aparece la profesora Raquel Martínez y nos presenta, a Diego Arias (el cámara) y a mí, a Romero. Queda poco tiempo para la conferencia y tengo que eliminar preguntas y ser escueta. Aun así, pude quedarme con las que me parecieron más importantes y que resumían, a groso modo, la esencia de su reportaje.
María: Buenos días. Me gustaría empezar conociendo el motivo por el cual algo cambió en su cabeza y decidió ponerse a investigar la muerte de su padre del 21 de junio de 1993.
Pablo: Buenas. Pues mira, de la forma más simple, no tiene mucho misterio tampoco. Hubo un comentario en la redacción de ‘El Mundo’: una persona expresó su opinión sobre el tema de la tregua de ETA y en ese momento me di cuenta de que quedaban tres semanas para que prescribiese el caso. No había habido acusados, sí hubo un juicio pero no se había investigado del todo qué había pasado con ese atentado. Entonces en ese momento mi primera decisión fue intentar reabrir el caso para que no prescribiese, y a partir de ahí me metí en una investigación como acusación particular. Previamente yo no era acusación particular y lo que hice fue convencer al fiscal, y el fiscal convenció al juez, y como 16 horas antes de que prescribiera logré abrir el caso.
M: Es decir, en el último momento.
P: Sí, sí. Fue todo muy in extremis porque tenía solo tres semanas, había una prueba muy débil y al final tienes que convencer a un señor que tiene que convencer a otro. Pues el tiempo es el que tengo y además no he dejado de trabajar, es decir, yo estaba trabajando en ‘El Mundo’ mientras que en mi tiempo libre hacía esto. Con lo cual así fue.
M: Antes del momento en el que decide ponerse a investigar, ¿alguna vez se le había pasado por la cabeza estudiar qué sucedió?
P: No. Bueno, digamos que tres años antes sí me pregunté, e incluso llamé a una oficina muy oscura y muy siniestra del Ministerio del Interior, pero la respuesta fue bastante violenta, bastante seca, por parte del Ministerio. Fue como: “Bueno, en su caso hubo un juicio (el juicio de los ‘robacoches’ famosos)”. Y digamos que me despacharon con cajas destempladas. Hasta entonces no había pensado en este tema y tampoco pensé después porque es algo que coincide, en mi experiencia, con muchos de los afectados por temas de terrorismo. Pasamos página y seguimos con nuestra vida. Es algo muy privado, muy íntimo. Yo cuando publico por primera vez en ‘El Mundo’ que reabro el caso, para mí fue una auténtica salida del armario porque nadie sabía que mi padre había sido asesinado.
M: En un informe policial del 25 de junio de 2015 se entera de que un miembro del comando Madrid, María Jesús Arriaga, mantenía una relación sentimental con Jesús García Corporales, acusado de la muerte de su padre. Dos años antes había entrevistado a este para su investigación. ¿Qué sintió cuando se dio cuenta de que el primer etarra con el que se cita podría estar vinculado con la muerte de su padre?
P: Nada. De verdad. Nada. Porque cuando estás metido en una investigación judicial en este caso, que no es periodística, que es judicial, vas con ojerizas, vas solamente a lo que toca en el momento determinado. En ese momento no sentí nada. Después me resultó casi, casi, hasta irrelevante, porque yo lo que busco no es justicia, eso es para los jueces. Yo lo que busco es conocer la verdad de lo que sucedió y sobre todo tener un relato coherente de lo que nos han negado a tantos y tantos afectados por el terrorismo, que es contar exactamente qué demonios pasó, y además se tenía que contar en un sumario. Con lo cual, que Jesús García Corporales sea uno de los presuntos autores (porque todavía no hemos llegado a juicio oral, estamos todavía en fase de instrucción) a mí no me supuso prácticamente ninguna sorpresa. Quiero decir, no en vano voy a hablar con él porque él aparece en el sumario. O sea que en realidad no fue una sorpresa.
«Yo lo que busco es conocer la verdad de lo que sucedió y sobre todo tener un relato coherente»
M: Durante su investigación se ha encontrado con diversos obstáculos (burocráticos, jurídicos…), ¿cuál fue el más duro?
P: No te sabría decir el más duro. El que se me viene a la cabeza ahora mismo fue cuando un alto funcionario de la Administración Pública me dice que deje de investigar. Me viene a decir a lo fino que deje de tocar las pelotas. Claro, te quedas muerto. Dices: “Pero si yo estoy investigando la muerte de mi padre, ¡claro que tengo derecho!”. Ya no solo como ciudadano o como hijo, es que tengo derecho como periodista y como investigador. No entendía nada. Ahí detecté por primera vez el miedo que hay en la Administración Pública de que alguien se salga del carril e intente hacer algo que no hayan hecho ellos anteriormente. Eso se me quedó grabado como algo que me llamó la atención. “Deje Usted de investigar, deje de enmendar la plana a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado”, me dijo. Te quedas pasta de boniato cuando te dicen eso.
.
Termina la entrevista y se despide con un apretón de manos. Me siento reconfortada al conocer un poco más del caso, pero sobre todo de qué sintió él a lo largo del proceso cuando las dificultades parecían crecer. Aunque no pudo responder a todas las preguntas apuntadas en mi libreta azul, minutos más tarde, durante la conferencia, las resolvería. Un periodista de investigación no por especialidad, sino por obligación.