La pornovenganza, un problema que hay que erradicar

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LAURA CENALMOR SÁNCHEZ  |  Fotografía: Erick Martín  |

La era de Internet ha traído a la sociedad numerosas ventajas, ya que cualquier información o servicio está a manos de cualquier persona en prácticamente cualquier momento. En cambio, esto también tiene consecuencias negativas, como la disminución de la privacidad. Un claro ejemplo de esto es la pornovenganza.

¿Qué es la pornovenganza?

La pornovenganza tiene lugar en el momento en el que una persona decide compartir vía online contenido sexual privado de otro individuo sin su consentimiento, con el propósito de provocar vergüenza o daños psicológicos. Además, también suelen salir a la luz datos personales de la víctima, lo que hace a esta más vulnerable ante las críticas. En la mayoría de los casos, este incidente ocurre tras una relación sexual o amorosa, cuando uno de los dos publica, a modo de venganza, el contenido multimedia que le ha sido confiado.

Aunque esta situación es la que más se da, también hay personas que lo hacen con el propósito de hacer daño u obtener recompensas económicas. Este es el caso que suelen sufrir personajes públicos como modelos o cantantes. Esta situación se da cuando un hacker obtiene contenido comprometedor de una persona famosa y después lo usa para chantajearla.

En cuanto a lo frecuente que son estas actuaciones, un estudio de 2017 realizado por la Cyber Civil Rights Initiative descubrió que de las 3000 personas encuestadas, el 8% habían sido víctimas de la pornografía no consentida. Además, el 5,2% admitió haber realizado algún acto de este tipo. Además, en 2020 el Ministerio del Interior de España registró 1783 infracciones por delitos sexuales en redes sociales.

¿Quiénes son sus principales víctimas?

Fijándonos en los casos que se han dado durante los últimos años, las principales víctimas son mujeres y chicas adolescentes. Además, la DMCA (Ley de Derechos de Autor de la Era Digital) confirmó que este porcentaje es del 95%. Pero no son las únicas. Un estudio realizado en 2016 por el Data & Society Research Institute confirmó que además de las mujeres jóvenes, las minorías y aquellos que se identifican como LGTBIQ también son más propensos a sufrir este tipo de agresión.

Esta práctica entre los jóvenes es cada vez más habitual. Esto es principalmente por dos motivos: cada vez la sexualización se da en edades más tempranas; además, esto se une a lo rápido que se empiezan a utilizar las redes sociales. A esta edad, los jóvenes quieren parecer mayores, y al verse rodeados de tantas herramientas “útiles”, en ocasiones esto se les va de las manos.

 ¿Qué consecuencias tiene la pornovenganza para las víctimas?

Como ya se ha mencionado, estas publicaciones suelen ir acompañadas de datos personales que hacen más fácil identificar a la víctima. Esto provoca en la mayoría de los casos preocupantes episodios de ciberacoso en los que se invade plenamente la privacidad de la víctima.  Toda esta situación tiene como principal consecuencia el perjuicio de la salud mental: los pensamientos negativos y la tristeza puede llegar a abarcar la vida de la víctima

Además, esto suele ser muy vergonzoso para las personas que lo sufren, ya que repudian el hecho de tener que explicarle algo así a la familia y a los amigos. Esto provoca que intenten solucionarlo por ellos mismos, algo complicado y que supone mayores problemas psicológicos.

¿Qué hacer para evitarlo?

Es imprescindible no mandar fotografías íntimas a ninguna persona, aunque en ese momento sea de fiar. Si esa fotografía se envía, se convierte en una posible herramienta para hacer sufrir al remitente.

La mejor forma de evitar que estas cosas ocurran es no hacerse fotos explícitas. Lo mejor es pensar si ese contenido sea vergonzoso si saliese a la luz. Si la respuesta es afirmativa, lo mejor es no hacer la instantánea. Esto es porque, aunque como hemos dicho los hackers suelen atacar a personas famosas, esto le puede pasar a cualquiera.

En cambio, si realmente se quieren realizar esas instantáneas, se deben tomar medidas. La mejor es evitar que aparezcan rasgos u objetos reconocibles (el rostro, algún tatuaje, la habitación…). Además, un muy buen recurso para evitar el reconocimiento de los metadatos de las fotografías es publicar una captura de la misma, no la original.