ALEXANDRA HERNÁNDEZ MONROY | Fotografía: Alexandra Hernández
La II Jornada del Proyecto de Investigación Docente ‘Comprender la Historia Contemporánea’ no caducaba, ni mucho menos, con la intervención de Javier Olivares. A las 17 horas de este lunes 7 de marzo, tuvo lugar su segunda sesión. Fue el turno de Luis Martín Arias, escritor, crítico cinematográfico y profesor de la Universidad de Valladolid, y Esmeralda Hernández Toledano, doctoranda de la UVa, que expusieron diferentes reflexiones en cuanto al cine, centrándose en el de los hermanos Lumière y en la obra filmográfica Alemania Cero, respectivamente.
Inició la sesión Arias, cuya ponencia tuvo como idea más importante la “huella de lo real”, que se compone de las imágenes que dejan y han ido dejando el cine, la televisión, los smartphones… y el interés que puede tener la gestión de la misma en relación con la documentación del pasado.
En cuanto al séptimo arte, opinó que «el cine creó un equívoco tremendo, del que todavía padecemos las consecuencias, que es el de haber facilitado la impresión de que permite conservar el pasado, documentarlo”. Y nada más y nada menos que a combatir esa equivocación era a lo que orientaba su intervención.
De ese modo, el profesor emprendió un recorrido por los inicios de la cinematografía a través de los primeros filmes de los hermanos Lumière, cintas en las que grababan vídeos caseros mediante los que mostraban su punto de vista, un punto de vista burgués, de empresario. Con ello trató de demostrar cómo esas grabaciones llevaban aparejada una ideología, es decir, por lo que no se trataba de mostrar la realidad, sino una representación de ella. Las películas son, en fin, discursos ideológicos relacionados con la representación realista.
Esmeralda Hernández, por su parte, expuso su análisis de la película Alemania, año cero, dirigida por Roberto Rossellini en 1948. Con esta obra, el italiano trató de plasmar distintos aspectos de la realidad alemana de la posguerra; concretamente, de la realidad berlinesa. La destrucción de la ciudad -con imágenes de gente que pasea entre sus ruinas-, el hambre y la escasez -que obligan al protagonista, un niño de 12 años, a trabajar-, el mercado negro -al que muchas personas tenían que recurrir para subsistir- o la pervivencia de la ideología nazi a través de varias figuras retóricas se cuelan entre sus fotogramas.
En esencia, “el director quiso centrarse en las personas más vulnerables, los niños, que tenían que madurar antes de tiempo. Las ideologías perversas y utópicas inciden en la inocencia de un niño”, reflexionaba Esmeralda.
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