IRIS LEÓN ANTOLÍN | FOTOGRAFÍA : IRIS LEÓN
Sentada esperaba expectante la película que iba a presenciar, aunque no tenía ni la más remota idea de su temática. De repente, las luces que iluminaban la sala se apagaron y se encendió una inmensa pantalla, comenzando así la historia.
La película transcurría durante los años 80 en Irán durante la guerra con Irak que lo asoló casi una década. Este largometraje de 100 minutos está dirigido por la directora Sepideh Farsi, quien tuvo que huir de esta guerra y así escapar de las desgracias venideras.
El comienzo impacta bastante debido a que se presencia una especie de ritual típico en esas zonas, donde bailan y tocan instrumentos tradicionales. Es en ese preciso momento, cuando nuestro protagonista, un niño llamado Omid entra en escena. Durante una sucesión de acontecimientos, todo se empieza a mover rápido provocando una sensación angustiosa, sobre todo cuando Omid asustado se golpea accidentalmente. De repente, nos trasladan a otro momento donde el protagonista con un grupo de niños está jugando al futbol, acercándose poco a poco a la portería, justo cuando marcan gol, las bombas caen tan rápido como balas sin dejar apenas tiempo para huir.
Con tan solo esas dos escenas dejan una atmósfera bastante desoladora. El impacto que tuvieron que sentir aquellas personas de pasar a vivir en un panorama confortable a uno lleno de terror y angustia que sufrida ante semejante destino que les deparaba.
La ciudad estaba en alerta, en cualquier momento el cielo ardería y no tendrían otra alternativa: Podías morir o quedarte herido de gravedad y lo único que quedaría en sus mentes era una sensación de impotencia ante estas desgracias. Tras visionar la película, saqué la conclusión de que durante situaciones caóticas todos podemos llegar a tomar decisiones precipitadas y equivocadas, pero no con tanta valentía como lo hizo Omid, nuestro protagonista quien siendo tan joven no dudó ni un segundo en ir al frente de la guerra a buscar a su hermano y que en su intento, casi le cuesta la vida. Y no solamente luchaba en el frente Omid, sino que llevaba comida a las personas más necesitadas arriesgando su vida, ya que en cualquier momento un misil podría alcanzarle. Son estas escenas las que más me impresionaron de la película debido a la voluntad y valentía mostradas y percatándome de que son virtudes casi carentes y abandonadas en nuestra sociedad.
Su objetivo está claro, volver a ver a su hermano con vida y no se irá de ahí hasta que lo consiga, pero en las guerras nunca hay un seguro y es cuando ve a su hermano en sepultura cuando se percata del infierno sobre la tierra que esta viviendo y la necesidad de alejarse de su patria cuanto antes, no sin antes llevarse a todos los amigos que hizo tras el transcurso de la historia. Lo que supondrá una huida contrarreloj que puede acabar en catástrofe.
Mientras transcurría la película me he dado cuenta de mi propia ignorancia y de como la historia reciente ha tapado esta guerra. A pesar de la lejanía en el tiempo de este conflicto sería conveniente rememorar estos acontecimientos trágicos y sangrientos que tanta desolación provocó, y esta película nos ayuda enormemente a comprenderlo todo y rectificar de que no solo se puede contar una única historia, sino que tenemos que contar todas las historias.
En conclusión, el mensaje que quiere transmitir esta película es bastante visible. Es decir, lo horribles y desastrosas que pueden ser las guerras en la población civil o como según decía Jean Paul Sartre: «Cuando los ricos hacen la guerra, son los pobres los que mueren«. Y esto nos es más que otro testimonio en forma de dibujos de la inutilidad de la guerra como solución para conflictos.