LAURA CENALMOR SÁNCHEZ | Fotografía: Pixabay |
Los trastornos alimenticios son enfermedades mentales progresivas, aunque se manifiestan principalmente de forma física. Se caracterizan por la distorsión con la que el paciente ve su propio cuerpo. Esto hace que la persona afectada pretenda bajar de peso y adelgazar su silueta de formas no saludables y muy agresivas.
Los principales casos se presentan en adolescentes y mujeres jóvenes; y esto nos hace pensar en las causas que motivan a una persona a llegar hasta este punto. Los orígenes de este tipo de enfermedades se remontan a la Edad Media, cuando se creía en lo que se bautizaba como “ayuno sagrado”. Los pacientes dejaban de comer como un acto piadoso hacia Dios.

Hoy en día, la principal causante de estas enfermedades es la sociedad en la que vivimos. Nunca la presión publicitaria y social ha sido tan arrasadora como hasta ahora. En la actualidad, el mensaje que se da es que la delgadez está íntimamente relacionada con la belleza, la salud y el estatus. En resumen, si no eres una persona delgada, no alcanzarás el éxito. Este mensaje lo reciben los adolescentes, cuya identidad está en desarrollo, a través de las redes sociales y anuncios publicitarios.
Algunos de los primeros síntomas que deben ser motivo de alarma son: la preocupación excesiva por la comida y la figura corporal, el uso de medidas no saludables para controlar su peso (saltarse comidas, tirar los alimentos, devolver los alimentos una vez que se han ingerido, uso de laxantes y diuréticos innecesariamente… ), cambios en la forma de comer (reducción de la velocidad, dificultad para tragar…).
Cabe destacar en este artículo el papel que los «influencers» juegan en todo este asunto. Estas son personas que, a través de las redes sociales, muestran su vida y su físico, dedicándose así a la publicidad por medio de Internet. Pero hay algo muy curioso que se debe destacar. Estas personas suelen estar siempre atadas al mismo tipo de figura: son delgadas, atractivas y sin imperfecciones a la vista.

Además, siempre suelen aparecer en redes sociales en su mejor momento, ocultando así algunos aspectos que les hacen humanos. Esto es similar al trabajo que hace un modelo, por ejemplo. Pero la diferencia está en que un modelo no da a entender que siempre se ve como aparece en una revista. En cambio, si se observa el perfil de Instagram de la mayoría de influencers da la sensación de que su vida cotidiana es permanentemente perfecta, al igual que su aspecto físico.
Este es uno de los mayores motivos por los que estas enfermedades están en aumento. Los y las adolescentes utilizan de forma cotidiana las redes sociales y se comparan continuamente con estas personas “perfectas”. Al sentirse inferiores, entran en su cabeza pensamientos que les llevan a actuar de forma no saludable para verse mejor a sí mismos.
Tipos de trastornos alimentarios
Aunque existen muchas enfermedades de tipo alimentario, se analizarán en este texto las dos más habituales (la anorexia nerviosa y la bulimia) , para así poder identificarlas a tiempo si se da el caso en algún entorno cercano.
La anorexia nerviosa
La anorexia nerviosa es un trastorno alimentario y psicológico a la vez en la que elenfermo relaciona la pérdida de peso con el control de su propio cuerpo. Para ello, realiza un estricto régimen que puede llevar a la persona a la desnutrición crónica. Algo importante y peligroso es que esta enfermedad tiene la característica de ser adictiva, por lo que es muy difícil hacer entrar en razón al paciente, ya que él lo ve como algo placentero.

La principal característica de esta enfermedad es la incapacidad del enfermo para ver su cuerpo tal y como es. Esto evita el reconocimiento de la pérdida de peso, lo que hace muy complicado que la persona se dé cuenta de lo que está pasando.
El proceso suele empezar por el comentario de una persona cercana, o por compararse con otras. El paciente comienza una dieta y a conocer perfectamente el mundo de la dietética. El placer que le provoca estar cumpliendo sus objetivos y ver que la gente lo está notando hacen que el paciente no pueda ni quiera dejar de perder peso. Además, a pesar de estos “logros” siguen sin gustarse, ya que siguen viéndose gordos, aunque realmente estén escuálidos.
El tratamiento de esta enfermedad empieza por la recuperación física en base a una dieta supervisada por un personal médico. Una vez que pase esto, es hora de eliminar los pensamientos negativos e intentar devolver la visión realista sobre su propio cuerpo. Aunque pueden quedar secuelas, sobre todo psicológicas, cuando estas dos fases se han superado se puede decir que el paciente está recuperado.
La bulimia
Durante esta enfermedad, el paciente tiende a tener un hambre insaciable y exagerado. Por eso, este trastorno viene acompañado de dos fases claves que se van alternando. Por un lado, hay momentos en los que el afectado come compulsivamente y otros en los que se arrepiente e intenta expulsar de forma agresiva y exagerada los alimentos que ha ingerido (forzar el vómito, usar laxantes…).
Al igual que en la anorexia, la principal causa es algún comentario de una persona cercana que provoca el ímpetu del paciente por perder peso. Puede aparecer en cualquier persona y muchas veces viene también como consecuencia de algún acontecimiento traumático. A partir de este momento, el afectado empieza unas dietas estrictas imposibles de seguir. Estas dietas se rompen con atracones que llevan a la culpabilidad. Esto hace que el enfermo quiera eliminar de su cuerpo cualquier caloría extra.
Esta enfermedad se trata mediante un proceso físico y psicológico cuyo objetivo es principalmente que el paciente se acepte y consiga llevar una vida sana y equilibrada. Así, la mayoría de las personas bulímicas consiguen superar la enfermedad.
Tras conocer esta información, se debe analizar de qué manera algunos comentarios pueden dañar a una persona hasta tal punto de llegar a perder peso de esta forma tan insana. Lo ideal es pensar las cosas antes de decirlas o hacerlas. Ser sincero con lo que se piensa es positivo siempre y cuando los pensamientos no vayan a dañar a una persona y crearle complejos innecesarios.
Un truco para evitar cometer este error es pensar en la “regla de los diez segundos” cada vez que nos aparezca en la mente algún comentario hacia otra persona. Esto quiere decir que sólo debemos comentar las imperfecciones físicas que se pueden eliminar en 10 segundos (por ejemplo, tener algo entre los dientes). Todo lo demás es preferible no decirlo, ya que no tiene solución y puede provocar graves consecuencias en la persona afectada.