JACQUELINE SIÓN CEÑERA | Fotografía: Jacqueline Sión |
«Sin arte la vida sería un error» o, al menos, eso anunciaba Nietzsche. Razón no le faltaba, pues el arte nos hace humanos. El talento y, sobre todo, la cultura que nos rodea son exorbitantes. Muchas de nuestras ciudades españolas lucen en este ámbito, y Valladolid es una de ellas. Esta localidad se ha convertido en un referente nacional a nivel cultural y no solo por el teatro, también por los numerosos museos que alberga. Entre ellos el del Palacio Santa Cruz con la exposición de arte africano de la Fundación Arellano Alonso. ¿El objetivo? Fomentar las artes centrándose y, en este caso, en la cultura africana.
La colección de arte africano ocupa tres espacios del Palacio. En el Salón de Rectores y la Sala de Renacimiento se exhiben esculturas figurativas en terracota de África Subsahariana. «Se trata de un conjunto excepcional en Europa, tanto por el número de piezas, como por la antigüedad de las mismas – desde el siglo V a. C hasta el siglo XX-, y porque en ella están representadas las más relevantes culturas que a lo largo de los siglos han trabajado este material en dicho espacio geográfico», señala Amelia Aguado, quien ocupa el cargo de directora desde marzo de 2012. El Salón de Rectores y la Sala de Renacimiento exhiben las obras desde 2006. Tres años después se hace una reforma de los espacios para uso exclusivo del arte africano, quedando almacenados los fondos contemporáneos.
Ya en 2007 se suma un tercer espacio, la Sala de Ambrosio, con la colección del «Reino de Oku». «Esta sala muestra el desfile de máscaras, además de objetos en madera y otros materiales vinculados al rey y a las sociedades secretas de ese reino ubicado en Camerún», explica la directora. En este caso las obras son más recientes -siglos XIX y XX-, que se realizaron por un pueblo que continúa viviendo en la zona noroeste del país, con materiales más diversos: madera, elementos naturales y tejidos. La colección tiene carácter permanente, aunque también hay exposiciones temporales donde se muestran obras de artistas o de colectivos ajenos a la Fundación, con los que ésta colabora.
Cada semestre se realiza una programación general donde se planifican las posibles exposiciones temporales. Sin embargo, la colección presenta un proyecto fijo donde se incluyen actividades didácticas destinadas a escolares y visitas guiadas, además de talleres infantiles y familiares. También se realizan tareas que varían en función de la celebración, si es un día concreto del año, o en periodos vacacionales donde la programación es especial.
«Fue necesario un arduo trabajo de catalogación, primero para conocer los fondos reales y así diseñar un proyecto expositivo, siempre desde el punto de vista didáctico, y a partir de ello comenzar con la difusión. El programa educativo es importante pero lo es más el boca a boca. Esa es la mejor tarjeta de presentación», añadió la directora, quien se mostraba feliz por la buena acogida que estaba teniendo la muestra. Personas locales y foráneas, procedentes de otros puntos de España, visitan el museo. «Me ha parecido muy interesante. Una pena que no se divulgue más este tipo de exposiciones», decía Gustavo Montenegro, de Galicia. Por su parte, Fátima Rodríguez, también gallega, se lamentaba de aquellas personas que creen que la cultura africana es «una cultura atrasada del paleolítico».
La exposición cuenta con un programa de lo más variopinto y dirigido a todo tipo de públicos para «hacer accesibles los contenidos y actividades, sobre todo a aquellas personas que puedan tener cualquier dificultad». Personas que forman parte de los programas de voluntariado y antiguos estudiantes que realizaron prácticas en el museo colaboran en la realización de las actividades. También alumnos de la universidad Millán Santos como es María Teresa Casado, quien el pasado 29 de octubre realizó su primera visita guiada en el museo. «Me parecía atractivo explicar cosas acerca de este mundo. Considero que hay elementos útiles, y mucha gente desconoce la cultura africana», declaró.
Los verdaderos responsables de la colección son Ana Alonso y Alberto Jiménez-Arellano, quienes decidieron apostar por este tipo de arte al verse cautivados por África tras su primer viaje al continente. Aunque la muestra llegó de manera aleatoria a Valladolid. «Cuando ellos buscaron un lugar para exhibir públicamente su colección, y a través de contactos personales, encontraron que el equipo rectoral de 2004, encabezado por Jesús Mª Sanz Serán, fue receptivo a la propuesta. Él fue capaz de captar el valor artístico y cultural que tenía y como esto supondría un importante enriquecimiento para la Universidad de Valladolid», explica Aguado.
La Fundación Alberto Jiménez-Arellano, privada y adscrita a la Universidad de Valladolid se creó en 2004, y en 2006 sus fondos artísticos y documentales fueron donados a la universidad, la cual es titular de toda la colección desde esa fecha. Los fondos incluyen arte contemporáneo, oriental, arqueología industrial, artes decorativas… aunque lo más relevante es aquella de escultura figurativa en terracota de África Subsahariana. Sin embargo, y tal y como explica Amelia, no se pueden descartar cambios, pues «un museo es un espacio vivo, surgen nuevas posibilidades de colaboración y de ellas nuevos proyectos, así que seguimos siempre buscando lograr nuevos objetivos».