CLARA RODRÍGUEZ MIGUÉLEZ | Fotografía: Info Valladolid
Un periodista es poca cosa sin sus fuentes. Y un periodista universitario, si se mira humildemente, comprobará que la lista de contactos y recursos que acumula está aún un poco verde. De ahí la necesidad, más imperiosa si cabe, de mantener los ojos abiertos y aprender constantemente. ¿Necesitas una fotografía de los setenta, una noticia de 1944, consultar documentos oficiales de hace años? Lo que estás buscando se encuentra en el Archivo Municipal, una de las ventanas más fascinantes de la ciudad.
La primera vez que traspasas sus puertas, su solemnidad se antoja la propia de un lugar digno de resolver los mayores casos, tipo Watergate. Lo más probable es que no te vayas a dar de bruces con la exclusiva del siglo, pero sí con información útil e interesante que le dé fondo a los artículos. La conserje explica amablemente que se debe dejar todo en las taquillas. A continuación vienen tu sonrisa y el barrido visual que extiendes para aclararte de dónde se encuentran las consignas, encaramadas en una escalera, en lo que era una antigua capilla. “Toma si quieres tu cuaderno, un pincho, lo que vayas a usar”, recuerda ella. Unos pocos investigadores se esparcen por la sala. ¿Cómo es posible que nunca hayas mirado esta nave, esta bóveda convertida en lugar de descubrimientos?
Tras la Guerra Civil, la que fuera Iglesia de San Agustín, desamortizada, ruinosa y en manos del Ejército, vivió muy de cerca la posibilidad de la demolición, pero finalmente fue cedida años más tarde al Ayuntamiento. Hoy la señala una arquería solitaria, graciosa: el templo se convirtió en sede del Archivo Municipal en 2003, y allí se trasladaron documentos que se remontan a la Edad Media. Con su sede actual enclavada cerca del Museo Patio Herreriano y la plaza de Poniente, la mayor parte del tesoro del archivo es, sin embargo, más moderno, ya que incendios, pérdida de materiales y otros males históricos se llevaron por delante gran cantidad de escritos. Miren Díaz, técnica del archivo, también remarca otra razón que explica el crecimiento del volumen de datos. “A medida que aumentan las competencias de las ciudades, aumenta su documentación”, apostilla.
El centro, que posee cuentas de Facebook y Twitter, permanece abierto de lunes a viernes y de 8:30 a 14:30 horas. La información se divide en departamentos según el soporte en el que se busque: así puede encontrarse una sección fotográfica, una documental o un apartado de biblioteca. Los profesionales del archivo ayudarán al investigador inexperto, y a todo aquel que lo requiera, a encontrar lo que busque. En el caso de las fotografías y los documentos digitalizados, pueden consultarse en el fondo del archivo en Internet, sin necesidad de moverse hasta el lugar. Sin embargo, presencialmente, los trabajadores del archivo pueden ayudar al usuario a tratar esos archivos para distintos usos. En otras palabras, si por ejemplo lo que se necesita es imprimir una fotografía a gran tamaño, pasarse puede ser una buena opción.
Díaz desvela que, por ejemplo, guardan actas de pleno ininterrumpidamente desde 1497, pero los temas custodiados en la sala cubren todo tipo de inquietudes. Una fila de ordenadores pone a disposición de quién lo desee una potente base de datos, que almacena cada hoja de los ejemplares de El Norte de Castilla desde el nacimiento del diario.
Un cubo al fondo de la nave completa el complejo con exposiciones que cambian cada cierto tiempo: se trata de la excepción de un horario sin tardes, ya que las muestras pueden visitarse los viernes de 19 a 21 horas o durante la mañana del sábado, de 12 a 14 horas. Ahora está disponible una extensa colección sobre el escritor José Zorrilla (‘Mi exclusivo nombre de poeta’), que reúne documentos como su título de la UVa, libros firmados de su puño y letra y un abanico que él mismo regaló a una amante. Por el espacio también han pasado otras muestras, como la de ‘Matafuegos’, que exploró los 500 años de historia de los bomberos vallisoletanos. De gran duración y con una dedicación documental especialmente cuidadosa, las exposiciones son quizás la cara más visible de esta institución.
Arquitectos e historiadores, por ejemplo, pisan con frecuencia este variado almacén de saber, pero todo depende del ámbito en el que se ande buscando. El Archivo mismo admite que colabora con varios departamentos de investigación de la UVa. Quizás llega el momento de planteárselo como individuales: ¿es el archivo municipal una fuente a tener en cuenta?
«Los profesionales del archivo ayudarán al investigador inexperto, y a todo aquel que lo requiera, a encontrar lo que busque».
Siempre agradecido a la labor profesional, al interés de aportar, a la amabilidad, al esfuerzo por informar y transmitir.
Cuando los ciudadanos ven los archivos como «templos del saber y guardar, oscuros, decimonónicos, esotéricos, impenetrables…», y encuentran en los archiveros una predisposición sin límite por conservar, preservar, difundir y transmitir nuestro acervo histórico, convertimos estos espacios en referentes de nuestro conocimiento y patrimonio.
Gracias por vuestra labor.
Los comentarios están cerrados.