ALBA CAMAZÓN PINILLA | Fotografías: Alba Camazón
“Vivimos en sociedades formalmente igualitarias, pero prácticamente desiguales”, sostiene la filósofa y profesora de la Universidad Rey Juan Carlos Ana de Miguel. Es el doctorado en Filosofía y Letras, Juan José Tamayo, quien intenta hacer reflexionar a un público que, en completo silencio, vuelca en él toda su atención. Es 3 de marzo y la Facultad de Filosofía y Letras acoger su charla ‘Feminismo, género y masculinidades’. Solo se escucha el sonido de una cámara que capta cada movimiento del ponente. Tamayo sostiene que la asignación de funciones y valores se establece aún en función del sexo. Se muestra, en fin, afable ante un tema como es el feminismo y las masculinidades.
El día 8 de marzo es el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, fecha en la que se recuerda la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres. El primer año en el que se celebró fue en 1911. Porque para Tamayo, catedrático de Teología en la Universidad Carlos III, el siglo XX fue el siglo de las mujeres. “Responde a esta conquista, a estos avances que se han producido en el terreno de los Derechos Humanos, sobre todo en la conciencia y reivindicaciones”, comenta.
Fue un siglo de lucha, principalmente, por el derecho al voto; pero también fue un siglo de triunfo. En 1921 se reconoce este derecho a las mujeres en Estados Unidos. Por aquel entonces, solo había una mujer de las que iniciaron este movimiento sufragista: tenía 92 años y había consagrado su vida a la lucha por la igualdad.
El siglo XXI, por su parte, parece tener más claroscuros. Al menos Tamayo se muestra más pesimista al respecto: “La socialización que se produce en nuestras sociedades no fomenta la igualdad”, comenta mientras hace referencia a la familia, la escuela, los medios de comunicación, la literatura, el cine… Existen varias corrientes ideológicas entre los jóvenes respecto a las cuestiones de género: el postfeminismo, que establece que a igualdad ya se ha conseguido, y el neomachismo, que se encubre bajo etiquetas que dicen expresar el amor o la intensidad. “Al final, se reduce a un control de los chicos sobre la vida de las chicas”, matiza el teólogo.
El problema, para Tamayo, radica en que los privilegios de los hombres son considerados derechos. “Es una trampa que los propios varones debemos romper”, subraya el palentino. El hombre es titular del poder económico, político, de la autoridad en el ambiente familiar y del ejercicio de la violencia. Esto lo convierte en una parte del mundo dominante, por eso considera los privilegios como derechos naturales. La lucha por la igualdad corresponde tanto a hombres como a mujeres y, en este último tramo, aun más a los hombres.