Fotografía de portada: Nora Aragón Basterrechea | Fotografía integrada en el texto: Pixabay
¿Lo que nos rodea es real? ¿Qué hay de objetivo en nuestro conocimiento? ¿Cómo sabemos lo que creemos saber?
Estas complicadas cuestiones han sido analizadas por diversos pensadores e intelectuales a lo largo de la historia… incluso puede que tú te hayas planteado alguna de ellas en alguna ocasión. Por eso, La Universidad de Valladolid, junto a diversos profesionales del mundo del pensamiento y la filosofía, ha organizado el curso ‘La realidad inventada. Aprendiendo a sentir, a pensar, a mirar y a enloquecer’, del que ya os hablamos en InformaUVa.
Mediante este programa, se pretende abordar «cómo se construye el entendimiento del mundo y del ser humano en cada tiempo y en cada sociedad», según se informa en su página web. Consta de diez charlas, que se están celebrando en la Facultad de Filosofía y Letras desde el pasado día 4 y que se prolongarán hasta el 25 de mayo de 2016.
David Pujante, catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y coordinador del curso, fue el encargado de estrenarlo el 4 de noviembre con la sesión ‘La construcción discursiva de la realidad en el marco de la retórica’.
Para comprender el sentido de la charla (de contenido bastante denso), habría que aclarar primero dos conceptos: constructivismo y retórica.
Con ‘constructivismo’ nos referimos a una corriente de pensamiento que sugiere que la realidad es una construcción hasta cierto punto ‘inventada’ por quien la observa. Nunca se podrá llegar a conocer la realidad tal como es pues siempre, al conocer algo, ordenamos los datos obtenidos de la realidad en un marco teórico o mental. Es decir, el constructivismo cuestiona la objetividad del conocimiento que adquirimos.
Esta corriente filosófica se puso de moda sobre todo a partir de mediados del siglo XX, cuando el pensador austriaco Paul Waltzlawick escribió el libro ‘La realidad inventada’ (nombre que reciben estas charlas), donde analizaba el constructivismo radical mediante diez ensayos de diferentes autores.
Pero el hecho de cuestionar el conocimiento que tiene el ser humano de la realidad ya había sido propuesto mucho antes por diferentes filósofos. En la antigua Grecia, los filósofos presocráticos y los sofistas se preguntaron a cerca de la relatividad del conocimiento; más tarde, los humanistas del Renacimiento analizaron el conocimiento humano (acordémonos de Descartes y de su “Pienso, luego existo”); también los filósofos ilustrados cuestionaron la razón humana y su capacidad para ejercer el poder político y diversos analistas del lenguaje han investigado a cerca de la verbalización de nuestros pensamientos y del conocimiento que adquirimos.
Parándonos a pensar un momento, no estamos seguros de lo que creemos conocer. ¿Qué conocemos? Solo sabemos que los objetos de nuestro conocimiento son resultados de la indagación sobre nuestra realidad. Pero esta realidad… ¿es objetiva? ¿Cómo sabemos si la realidad que creemos conocer es verdadera o es simplemente una creación de nuestra mente? Esta pregunta ha ocupado las mentes de los filósofos durante mucho tiempo, sin conseguir ninguno de ellos una respuesta válida, ya que precisamente, no puede haber una respuesta para esta pregunta. Es imposible conocer la realidad en su totalidad.
Esta cuestión sin respuesta ha sido explotada tanto por el cine como la literatura (pensemos en películas como ‘Matrix’ o ‘El show de Truman’) debido a la variedad de ideas que se pueden generar como respuesta. El análisis de cómo sabemos es ya un problema más difícil de penetrar, pues el conocimiento debería superar sus límites y observar desde el exterior su propio funcionamiento. A su vez, el cómo del conocimiento depende de cómo concebimos el objeto de la realidad.
Por otro lado, según el pensamiento de los filósofos sofistas, habría que tener en cuenta el ámbito en el que ha vivido el sujeto y las experiencias que ha tenido para comprender su manera de ver el mundo y de entender la realidad. Según esto, existiría una realidad por cada ser humano en el mundo… y esto no puede ser del todo cierto, ya que hay muchos aspectos de la realidad en los que la gran mayoría de humanos están de acuerdo o han tenido la misma experiencia respecto a ellos.
En cuanto a la ‘retórica’, es la disciplina que estudia la forma y las propiedades de un discurso. Tiene su origen en la Grecia clásica, donde se entendía, en palabras de los tratadistas clásicos, como el ‘ars bene dicendi’, esto es, la técnica de expresarse de manera adecuada para lograr la persuasión del destinatario. Y para conseguir esto, el orador perfecto debe indagar sobre todos los asuntos de la realidad, tiene que dedicarse al conocimiento y reflexionar sobre él.
La retórica es un gran instrumento para transmitir la realidad del presente, del pasado y del posible futuro de las sociedades. Según Cicerón: «Lo que pienso lo digo de una manera determinada y no de otra». Es decir, que, aunque la realidad que conozcamos cada sujeto sea diferente, debemos presentarla tal cual la conocemos ante nuestros oyentes. Esto se debería aplicar en todos los ámbitos de la vida, pero mucho más en el político o en el de los medios de comunicación.
Las diversas interpretaciones de la realidad siempre se transmiten a través de una verbalización, ya sea mediante un diario en el que expresamos nuestros pensamientos, ya explicándole nuestros problemas a un conocido. Sea cual sea el canal por el que transmitimos nuestros pensamientos, debemos utilizar un discurso claro y aportar la información que consideremos trascendente para el receptor.
“Resumiendo, lo que no está nada claro es el conocimiento que tenemos del mundo que nos rodea; pero debemos romper el velo de las apariencias y mirar si hay algo trascendente detrás”. Friedrich Nietzsche.
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