Enrique Ibáñez Huerta  |  Fotografía: Pixabay  |

Informar sobre la muerte de una persona, sea pública o no, siempre exige un grado de delicadeza. Cuando la víctima es un deportista con mucha reputación internacional, todos están atentos a ese episodio, y es entonces cuando el periodista debe tomar las riendas para guiar a lectores y audiencia hacia un estado de reflexión.

Queda claro que los periodistas deben manifestar una sensibilidad total con la familia y amigos cercanos, que atraviesan por un estado de dolor sentimental. Incluso los propios lectores pueden sentirse ofendidos si la noticia es tratada de manera incorrecta.

Y es que muchas veces caemos en nuestro fanatismo y lo único que recordamos de esa persona es dónde jugó o qué dijo en la rueda de prensa de hace un par de años. El profesional nunca puede permitirse perder la neutralidad o su imparcialidad.

Se debe tener en cuenta siempre al público y cómo es la mirada en esta sociedad. Por eso siempre debemos movernos en el respeto a todas las personas, tanto a las que se encuentran dentro de la noticia, como a los lectores del propio suceso.

Pero hay una cosa que debe quedar clara y es que no se trata, de modo alguno, de ocultar la realidad informativa del dolor, sino de respetar a las víctimas, es decir, en estos momentos el periodista debe realizar la labor de asistencia y de mero informador, y abstenerse de captar y difundir imágenes degradantes, buscando únicamente el sensacionalismo y el morbo.

Por último, un elemento fundamental en el periodista es llevar a cabo un trabajo muy riguroso, exacto, y que no dé cabida a fallos en su elaboración, ya que en caso de ser erróneos o que sean mentira puede llegar a causar aún más daño a los familiares y personas más cercanas. La autonomía de los medios de comunicación, y más concretamente de los periodistas, también debe manifestarse frente a las corrientes de opinión o gustos sociales, que lo que pretenden es imponerse a los propios criterios informativos.